El colorido escenario artificial de Sakhir enmarca el paso del Ferrari de Alonso durante la calificación de ayer. :: EFE
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Alonso suspira por el champán

El ovetense regresa al primer plano en Sakhir al firmar la tercera mejor vuelta tras el pujante Vettel y su compañero en Ferrari, Felipe Massa Parte hoy en Bahrein desde la segunda fila, pero por el lado limpio de la pista

ENVIADO ESPECIAL. SAKHIR. Actualizado: Guardar
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No todo es el decorado metálico que envuelve a la Fórmula 1. No sólo se desparraman décimas y tuercas entre aleaciones de carbono y similares que confieren a este deporte una apariencia desnaturalizada. Están las sensaciones personales, el pálpito que le llega a cada piloto entre reuniones, decisiones, estrategias y ordenadores portátiles. Está el champán como símbolo.

Lo soltó Fernando Alonso entre explicaciones más o menos concienzudas sobre la variable entre los neumáticos duros y blandos (se degradan igual con el coche lleno hasta los topes de gasolina), la táctica de las paradas (las gomas blandas duran entre 10 y 15 vueltas) y la obligada necesidad de los equipos de sacar rédito entre el peso y la velocidad. La piedra filosofal de la temporada de la F-1, sin repostajes de combustible. «Echo de menos el champán», dijo el astur.

El español condujo el Ferrari hasta la tercera posición de la parrilla en Bahrein, después de un ciclo sin burbujas. Durante los últimos dos años en Renault sólo se regó el mono tres veces con el espumoso. Sus dos victorias en Singapur y Japón en 2008 y un podio más en el mismo escenario nocturno.

Los parroquianos echaban de menos a Fernando Alonso en las ruedas de prensa posteriores a la contrarreloj del sábado y él se había olvidado del estrés que circunda al escalafón dominante. A cambio de un potente salario en Renault y de una época dispersa sin coche para competir, Alonso había perdido las sinergias con los dominadores.

«Necesitaba una confirmación», explicó como el niño que duda si lo está haciendo bien y mira al padre en busca de aprobación. El desembarco en Ferrari sólo ha entregado buenas noticias para el piloto y él se sentía en la obligación de corresponder. Hay coche, hay conductor y asoman las posibilidades de éxito.

Otra cuestión es las expectativas que sufichaje por Ferrari había esparcido por el ambiente. Como siempre en suelo ibérico, se pasó de la nada al todo y por ese ángulo se interpretó que Alonso iba a arrasar a la concurrencia desde el minuto uno de partido. No sucedió nada de esto. Massa, su compañero, inactivo durante ocho meses por aquel accidente del muelle en Hungría, le ganó en el primer asalto. Y también Sebastian Vettel, el alado representante de Red Bull que vuela con cualquier tipo de volante.

El club de los cuatro

Quedó claro que Alonso ha regresado y en la misma lectura se da por sentado que Michael Schumacher debe sacudirse la carbonilla. Tres cursos en el sofá de casa lo apartaron del primer cartel. Superado por su compañero Rosberg, navegó lejos de los Red Bull y los Ferrari. Saldrá séptimo. De la Rosa y Alguersuari viajaron en la segunda clase, pasajeros de un tren que pelea por los puntos.

Y quedó claro igualmente que se ha abierto un abismo entre el club de los cuatro -Red Bull, Ferrari, McLaren y Mercedes- y la franja pobre. Hubo nueve segundos entre Vettel y el Hispania de Chandhok. Un 8-0 en fútbol. Finalmente llegaron todas las piezas y el segundo coche español pudo surcar el ciberespacio. Fue devorado por los tiburones, como estaba cantado, pero aún así, magullados y con cicatrices, los chicos de Carabante jalearon a la lanzadera del indio como un triunfo. Su mensaje es unidireccional: estar aquí, en el desierto de Bahrein, ya es una victoria.