ESPAÑA

MARRUECOS REACTIVA LA PRESIDENCIA DE ZAPATERO

La cumbre en Granada de la Unión Europea con el país magrebí se convierte, pese a las ausencias, en el acto de más rango político del primer tramo del semestre de mandato

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Es de lo poco que el Gobierno ha podido salvar de la quema. Después de prepararse durante todo el año pasado para asumir un protagonismo mucho mayor del que, finalmente, ha permitido la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y la llegada al cargo de Herman Van Rompuy como presidente permanente de la UE, consiguió retener un privilegio: ejercer de anfitrión en las cumbres que se celebrarán durante su semestre de presidencia rotatoria. Todas tendrán lugar en España, algo a lo que ya no pueden aspirar ni Bélgica ni Hungría cuando tomen el relevo. El papel que ha quedado para José Luis Rodríguez Zapatero en la primera cumbre UE-Marruecos, que se celebra desde ayer en Granada, es limitado. Pero para suplirlo, el jefe del Ejecutivo aprovechó su discurso de clausura del encuentro empresarial que, a modo de prolegómeno, se celebró en el Palacio de Congresos. «Todo lo que es importante para Marruecos -dijo- es importante para España y la UE». Junto a él estaban el primer ministro marroquí, Abas el Fasi, el presidente de la comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán. En ausencia de Van Rompuy pudo ejercer pues como la 'voz' de la UE y empleó la ocasión en animar a los empresarios españoles a seguir invirtiendo al otro lado del estrecho ahora que «la perspectiva es la recuperación económica».

«Empieza a llegar el momento de pensar en nuevos proyectos empresariales», alegó. «Les animo a que mantengan esa confianza, les animo -insistió- a que sellemos una fuerte alianza». Con estas palabras Zapatero dio el pistoletazo de salida oficioso a la que, por el momento, será la estrella de su mandato como presidente de turno de la Unión. Aunque tampoco está claro que una cumbre con Marruecos pueda resultar rentable al jefe del Ejecutivo en términos de opinión pública. Aún está reciente el último conflicto vivido con el reino alauí a cuenta de la expulsión a España de la saharaui Aminatu Haidar; una decisión tomada a pesar de las admoniciones del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que colocó al Gobierno en una difícil encrucijada. El presidente del Gobierno, aún así, dio este episodio por enterrado. «Tenemos la suerte de tener dos ministros de Exteriores que son grandes amigos; lo tienen acreditado -dijo- porque, de vez en cuando, superan situaciones nada fáciles y, además, lo hacen siempre con un gesto de amistad y entendimiento». «Me siento orgulloso de esta relación», añadió dirigiéndose a El Fasi.

La frase es arriesgada porque también está fresco, justamente, el acuerdo agrícola y pesquero que la UE firmó con Marruecos en diciembre, el mismo día en que las autoridades de Rabat admitieron el retorno de la activista de la ex colonia española. Hecho, por cierto, que fue aprovechado por el líder de la oposición, Mariano Rajoy, para acusar a los socialistas, tomate en mano, de haber cedido a un chantaje. Hoy están previstas, a la sazón, protestas de organizaciones agrarias que tachan de «nefastas» las consecuencias del acuerdo liberalizador del comercio en la economía andaluza. Y los organizadores de la Conferencia de Apoyo al Pueblo Saharaui, que también arrancó ayer en la ciudad andaluza, han convocado una manifestación a la que asistirá la propia Haidar. Cierto es que, pese al revuelo y la ola de solidaridad que desató su huelga de hambre, las aguas están ahora tranquilas. La defensora de los derechos humanos está en España desde hace casi un mes para someterse a tratamiento médico y renovar su permiso de residencia y su presencia ha pasado casi inadvertida.

Tampoco parece el mejor momento -después de la falta de respuesta inmediata de Zapatero a la muerte del preso de conciencia cubano, Orlando Zapata; y del desplante, esta misma semana, del presidente venezolano Hugo Chávez- para hacer masticable la política exterior del Gobierno y de su titular, Miguel Ángel Moratinos, un convencido de que se consigue más por la causa de los derechos humanos si se actúa con prudencia y mano izquierda que por la vía de las sanciones.

Esa es, en cierto modo, la filosofía que rige el 'Estatuto avanzado UE-Marruecos' al que se intentará dar un impulso en la cumbre. El texto, aprobado en 2008, no era más que una declaración de intenciones que se tiene que ir dotando de contenido; una mera hoja de ruta que, aún así, es ciertamente ambiciosa. Persigue convertir a Marruecos en algo así como un país pseudo-miembro de la UE. La parte marroquí siempre lo ha definido como «menos que una total adhesión y más que una simple asociación», la europea como el «todo menos las instituciones» que, hasta hace poco, estaba dispuesta a ofrecer a sus países vecinos.

Espacio económico común

El asunto tiene tanto una dimensión política -con la participación de Marruecos en agencias y programas comunitarios y la cooperación en los ámbitos judicial y de seguridad- como comercial y financiera. El objetivo final es llegar a un espacio económico común, lo que implica la libre circulación de mercancías, servicios capitales y personas, en la que Europa lleva la voz cantante. Es el país vecino el que tiene que asumir la legislación comunitaria -hasta ahora sólo se ha traspuesto la directiva de cielos abiertos- y, de momento, se prevé sólo «la presencia temporal de personas físicas» en suelo europeo «con fines profesionales».

España defiende que de este modo se contribuirá a la democratización de un país que dista mucho de tener una estructura política homologable a la de cualquier estado de la UE. El monarca tiene poderes absolutos y pese a que la llegada de Mohamed VI al trono, hace poco más de una década, alimentó esperanzas de cambio, las mejoras han sido escasas. Fuentes gubernamentales aseguran, en todo caso, que el acercamiento a Europa ha creado un «círculo virtuoso» en el que la relación facilita las reformas y las reformas la relación. No quita, admiten, para que quede aún camino por recorrer, ni para que organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights denuncien la constante violación de derechos humanos.

Primer receptor

El hecho cierto es que a Marruecos, receptor del 10% de los recursos que la UE dedica a su plan de vecindad (5.700 millones de euros para el período 2007-2010) no se le han puesto hasta la fecha condiciones para el estrechamiento de vínculos, aunque se ha puesto en marcha un Plan de Acción Nacional en materia de democracia financiado con dos millones de euros por la Unión. El Estatuto avanzado ni menciona en sus 14 páginas la situación del Sáhara Occidental.

En el Palacio de Carlos V de Granada, ni esta cuestión ni los derechos humanos, serán introducidas por la parte europea. Es Marruecos, representado por el primer ministro, Abas el Fasi, quien tiene la prerrogativa para ponerlos en la mesa. Zapatero, por su parte, tiene por misión hablar de la Unión por el Mediterráneo y es Van Rompuy, que viajó ayer con él desde Madrid, quien presidirá el encuentro.

La cita, en la que también participa el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, cuenta con dos significativas ausencias: la de Mohamed VI y la de la alta representante para la Política Exterior, Catherine Ashton. No ha ofrecido excusas y no es de extrañar. Su débil papel, y su desconocimiento de importantes dosieres, ha fortalecido la figura de Moratinos en la UE, durante el semestre español.