Lolita, la primogénita de La Faraona, va a casarse en mayo, según su hija. :: FERNANDO GÓMEZ La cantante junto a su novio, el cubano Pablo Durán. :: JAVIER LIZÓN
Sociedad

La otra boda de Lolita

Su primer enlace fue un tumulto. Ahora la hija mayor de Lola Flores quiere volver a casarse, pero en secreto, con el cubano Pablo Durán, diez años menor que ella

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Una vez, esta periodista tuvo la oportunidad de llamar al domicilio de la gran Lola Flores para hacerle unas preguntas. La primera sorpresa fue que el teléfono lo cogió ella misma. «¿Digame? Sí, soy yo, qué quieres, guapa...». Y acto seguido, sin conocer de nada a la persona que estaba al otro lado del hilo telefónico, Lola se puso a dar explicaciones como si estuviera hablando con una vecina o con una amiga de toda la vida. «Llámame mejor mañana porque ahora tengo una afonía tremenda. Es que anoche me quedé hasta muy tarde en el bingo (literal) y con el aire acondicionado, ya sabes, hija,... he cogido frío».

En esa escuela de espontaneidad y desparpajo se ha criado Lolita González Flores, la hija mayor de La Faraona y de El Pescaílla. Sin llegar al grado de confidencialidad y franqueza que solía mostrar su madre en cuanto le ponían un micrófono delante, Lolita sí ha heredado muchos de los rasgos característicos de su inefable familia: sinceridad, retranca, sentido racial y un tremendo apego a la familia. Además de una gran capacidad para ser polifacética, que lo mismo te gana un Goya como actriz que te diseña una joya, una chancla o una toalla de playa. Es el sello Flores, un label que los hace más auténticos. «Soy como soy, incapaz de fingir y de separar a la artista de la persona». Así se define Lolita al celebrar los treinta y cinco años de su debut sobre un escenario. El próximo 6 de mayo cumplirá «52 tacos», como admite ella misma, y lo hará encantada de conocerse. «He comprendido que la verdadera belleza reside en saber aceptar las huellas del tiempo y no pretender tener una cara de veinte cuando los andares ya son de cincuenta, ja, ja, ja...».

Tiene motivos Lolita para reírse satisfecha, porque podría decirse que ahora mismo lo posee todo en la vida. «No, todo no -ataja rotunda-. Mi vida no ha vuelto a sus cauces, ni volverá nunca, porque hay tres puntales que me faltan: mi padre, mi madre y mi hermano. La vida me los arrebató... Pero, en fin, está perdonada». Aún así, la cantante vive un momento muy dulce. Está a punto de casarse con Pablo Durán. Y aunque ella no quiere entrar en detalles - «Me caso, me caso. Pero no voy a decir la fecha»- su hija Elena, también actriz, ha declarado en una entrevista que la boda será en primavera y, más concretamente, en mayo. A ello se une el éxito profesional. Después de recorrer veinte ciudades con su espectáculo 'De Lolita a Lola', la artista recalará el 13 de marzo en el teatro Häagen Dazs Calderón de Madrid. «Me siento feliz, es verdad. Pero la felicidad completa no la quiero -ha declarado alguna vez Lolita-, me da mucho miedo. Siempre hay que dejar algún problemilla pendiente».

«Mi hermano cambió mi vida»

Sobre el escenario, la hija de La Faraona repasa sus cinco «estaciones vitales», con las que siempre consigue «llevar al público a mi terreno, a mi forma de sentir. Si yo lloro, ellos lloran y si río, ríen. Hay algo que me acerca mucho a la gente. Siempre soy yo, no un papel, y eso lo notan». Mientras Pantoja llora una vez más a Paquirri de escenario en escenario, Lolita repasa sus 35 años de carrera (empezando por aquel 'Amor, amor' que cantaba cuando aún «no tenía uso de razón como artista») y rinde homenaje a su padre, «con el que empecé a cantar», a su madre, «de la que he aprendido muchísimo» y a su hermano, «que cambió mi vida profesional y mi forma de hacer». Se diría que el 'revival' autobiógrafico marca tendencia en las artes escénicas.

Porque para biografía intensa, la de Lolita. Nació cuando su madre era ya, junto con El Cordobés y Urtáin, la estrella más emblemática del tardofranquismo. Vivió una infancia a caballo entre el pijerío marbellí y los colegios caros de Madrid, donde se sentía diferente por sus rizos y su piel morena («soy gitana y tengo el alma flamenca aunque, precisamente por ser hija de quien soy, casi nunca me vista de faralaes»). Si su nacimiento fue noticia, mucho más lo fue su boda; un auténtico tumulto (cinco mil personas metidas con calzador, y a 43 grados de tem- peratura, en un templo con capacidad para 1.200) que a punto estuvo de terminar en catástrofe pero que afortunadamente no pasó de episodio tragicómico; una de esas anécdotas para el recuerdo, sobre todo por la peculiar arenga de una cabreadísima Lola Flores a la muchedumbre. «Gente, si de verdad me queréis... ¡Irsen!», repetía la Faraona al ver que su hija, del brazo del padrino, Manuel Benítez El Cordobés, y escoltada por siete policías nacionales, no era capaz de avanzar hacia el altar y parecía a punto de ser engullida por la turbamulta. Recordando aquello, es lógico que Lolita no quiera descubrir hoy día la fecha exacta y el lugar de su próxima boda con Pablo Durán, con el que ya lleva formando una pareja «de hecho y de desecho», como ella dice, desde hace más de cuatro años.

La predilección de Lolita Flores por los latinos es evidente. Su primer marido, Guillermo Furiase, es argentino. Y Pablo, su pareja actual, cubano. Cubano y además diez años más joven que ella, lo cual ha obligado a Lolita a desmentir con su desparpajo habitual el tópico que atribuye fama de 'gigolós' a los caribeños. Durán no sólo es un compañero en su vida familiar («mis hijos lo han admitido muy bien»), sino también en la profesional. De hecho, se conocieron sobre un escenario, cuando ambos coprotagonizaban la obra teatral 'Ana en el trópico' y ella pasaba por un momento en el que ya estaba empezando a convencerse de que nunca encontraría al amor de su vida. A punto estaba la artista de tirar la toalla... Y en esto llegó Durán. «Pablo -bromea hoy Lolita con una mezcla de sorna y orgullo- ya tenía un ramalazo 'Flores' desde antes, lo que pasa es que él no lo sabía».