Cartel de la coproducción europea 'Wilbur se quiere suicidar', protagonizada por Jamie Sives.
Sociedad

Punto final

3.421 españoles se quitaron la vida en 2008, superando por primera vez a los muertos en carretera. La mitad eran enfermos mentales, el resto sufría problemas económicos, afectivos o males incurables

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Cada dos horas y media un español se ahorca, se tira de un puente, se descerraja un tiro en la sien o se tapona los oídos, la nariz y la boca con el papel del retrete del hospital donde está ingresado hasta que se le para el corazón. Nueve suicidios al día, 3.421 al año. ¿Es una cifra preocupante? Sí. Para los psiquiatras que más han estudiado el fenómeno en España «tenemos un problema que no puede esconderse más». Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) demuestran lo que ya venían advirtiendo los expertos en publicaciones y congresos: el índice de suicidios sube peldaños desde hace 35 años, y en los últimos cinco «hemos entrado en la zona de riesgo moderado. Hemos pasado del verde al naranja. Teníamos las tasas controladas en unos límites razonables. Ya no. No podemos disimular más», alerta el catedrático de la Universidad de Oviedo Julio Bobes, autor de los estudios sobre comportamientos autolíticos más reconocidos en el país.

A los españoles no nos gusta hablar de ello. A los políticos, por evitar un nuevo frente; y a los medios de comunicación, por no quebrantar la esfera privada de las víctimas. Tampoco a las autoridades sanitarias, por temor a su contagio. Pero basta echar un vistazo a la estadística del INE para comprobar cómo la llamada de atención de los psiquiatras no es exagerada. En diez años, el número de suicidios se ha disparado un 31%. De los 2.598 de 1998 hemos pasado a los 3.421 de 2008, el último ejercicio estudiado y el primero en el que este tipo de muertes supera a los fallecidos en la carretera. Es la principal causa de fallecimiento, al margen de las enfermedades. Hemos pasado de una tasa de 6,6 por 100.000 habitantes a un 7,5, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos da un punto más.

Los médicos recomiendan no acogerse a la literalidad de los datos, pero sí utilizarlos como tendencia. Primero, porque no están todos los que son. Hay casos que no se registran: como los llamados 'suicidios blancos' -el conductor que se precipita deliberadamente por un barranco-, o las familias que consiguen que la autoagresión mortal de un ser querido no salte a la estadística como suicidio. Además, varía la manera de cuantificarlos según la comunidad autónoma o la fuente.

Adolescentes desamparados

Los especialistas, en cualquier caso, no cuestionan su crecimiento sostenido en el tiempo, agudizado en el último lustro, mientras otros países europeos como Finlandia o Rumania, con porcentajes elevadísimos de conductas suicidas, han logrado reducirlos a la mitad a base de prevención. «Aquí, sin embargo, no hay programas específicos ni en las comunidades ni a nivel nacional», denuncia Bobes. Ni un anuncio con adolescentes llorosas y un teléfono donde llamar para encontrar el apoyo emocional necesario, como la última campaña de Japón. Ni un programa para reforzar la seguridad y la compañía a los más mayores, como los impulsados en algunos países del Este.

Estos dos son, precisamente, los grupos de población que más han contribuido a subir la estadística española. Los adolescentes y adultos jóvenes se quitan ahora más la vida porque se sienten desamparados en entornos familiares muy deteriorados, por el consumo de drogas y por la aparición de la psicosis a edades tan tempranas. En el polo opuesto se encuentran los abuelos, cada vez más mayores y, por tanto, con más trastornos emocionales y depresiones.

El catedrático Miguel Gutiérrez, responsable del servicio de Psiquiatría del hospital vitoriano de Santiago, calcula que la mitad de la población que decide quitarse de en medio son enfermos mentales. Luego están los problemas laborales, económicos, afectivos, las enfermedades crónicas muy dolorosas e incurables... «También se suicidan en los hospitales, no hay servicio de psiquiatría que no haya podido evitar alguno dentro. Es un tema muy complejo, que genera mucha culpa irreparable. Es terrible».

A la hora de acabar con la vida de uno, no hay diferencias reseñables entre andaluces y riojanos, vascos y extremeños, castellanos y valencianos o murcianos y asturianos. Los españoles se comportan como el resto de los europeos. De cada diez casos, siete los protagonizan los varones, que optan por métodos mucho más violentos que las mujeres. Ellas prefieren darse un atracón de medicamentos y quedarse dormidas para siempre. Ellos se ahorcan, se pegan un tiro, saltan de una ventana, de un puente o se tiran al tren. «El hombre es mucho más violento. Culturalmente, por las razones que sean, tiene más dificultad para recabar ayuda efectiva, y eso le coloca en una peor condición psicológica. Las mujeres protagonizan, en cambio, muchos más intentos que se interpretan como llamadas de atención, búsqueda de afecto», explica Gutiérrez.

Los suicidios se contagian. El ejemplo más cercano es el de France Télécom. En año y medio se mataron 25 empleados, una media que supera cinco veces la tasa francesa, según el diario 'Libération'. Los especialistas ya sabían que el riesgo aumenta, tanto en hombres como en mujeres, cuando un familiar se suicida. Ahora, un estudio de las universidades de Estocolmo y Oxford ha demostrado que las probabilidades de quitarse la vida se incrementan si lo hace un colega del trabajo, aunque este supuesto sólo afecta a los hombres.

Científicos de ambos centros observaron a los 1,2 millones de personas que vivieron y trabajaron en la provincia sueca de Estocolmo durante cinco años y medio. Se suicidaron 1.116. «Hablamos con sus familiares y compañeros de trabajo y comprobamos que era cierto. El riesgo aumenta», asegura la socióloga sueca Monika K. Nordvik.

El incremento del desempleo también engorda esta terrible tasa. Investigadores de la Universidad de Oxford y de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres estudiaron durante las tres pasadas décadas, en 26 países de la UE, cómo los cambios económicos afectan a la mortalidad. Descubrieron que cada vez que el paro subía el 1%, los suicidios se incrementaba un 0,8% entre la población menor de 65 años. Los asesinatos crecían en la misma proporción. Cuando el desempleo aumentaba un 3%, las autolesiones letales lo hacían hasta el 4,5%.

Las peores tasas, en Europa

Europa está preocupada. Lituania tiene la mayor tasa de suicidios del mundo -40 por cada 100.000 habitantes-, seguida de Bielorrusia y Rusia, según los últimos datos de la OMS. «El suicidio constituye un problema de salud pública muy importante, pero en gran medida prevenible», recuerda la subdirectora general de esta organización, la doctora Catherine Le Galès-Camus. Y la UE parece que le ha hecho caso, con medidas como las ayudas específicas para la investigación y la prevención de las que se han beneficiado países como Finlandia, que ha logrado retroceder al puesto 17 del ranking mundial. Pero España, aunque en el número 53, «ha ido a peor. Nosotros no hemos hecho gran cosa y estamos en una situación levemente agravada. Tampoco es una catástrofe, pero no es justificable que no haya programas de prevención cuando gran parte de los factores que provocan el suicidio son modificables», insistió ayer el catedrático Julio Bobes en el XVIII Curso de actualización en Psiquiatría de Vitoria, donde reclamó dinero para la investigación.

Finlandia o Reino Unido han logrado disminuir sus tasas con la formación del personal de atención primaria en la identificación y el tratamiento de las personas con trastornos del estado de ánimo. También han sido «alentadoras», según la OMS, otras intervenciones como el chequeo telefónico de las personas de edad.

El divulgador científico Eduard Punset lo ve claro. «Una gran parte de los suicidios se producen por falta de acceso a información útil y responsable, al margen de los cuidados clínicos. La prevención será un puntal indispensable». Está tan convencido de que toda la información que rodea a este problema está «estigmatizada», tan convencido de que «muchos casos se producen porque hay un puente sin barandilla», que decidió abrir en su blog un punto de apoyo psicológico. El equipo de Punset ha marginado los aspectos puramente clínicos y pedido a los expertos en la materia que gestionen la información adecuada y «no siempre disponible». Reciben treinta solicitudes todas las semanas.