'Esencial' había despertado una gran expectación entre los aficionados. :: J. F.
LA CRÍTICA

La evolución de Farruquito

Con sello propio y muy rico en las formas, el bailaor hizo disfrutar al Teatro Villamarta

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Fue el primero en vender todas las localidades del Teatro Villamarta en esta XIV edición del festival. Y no era para menos. La expectación que despierta, no sólo entre los suyos sino entre los no aficionados y el público en general no tiene parangón. Al margen de su vida ajena al flamenco, su baile atrapa a las masas de una manera difícil de explicar. Con un teatro abarrotado, se respiraba en el ambiente nerviosismo por verlo.

La idea de este espectáculo fue simple. Entregar su baile sin mesura a la afición, librándose de efectismos escenográficos que desdibujaran o desviaran la atención. Sin su familia respaldándole. Y es que Farruquito te puede o no gustar, pero de lo que no cabe duda es que no deja indiferente. La esencia bailaora de Farruco pudimos observarla en algunos de sus gestos, en sus manso, en su puño.

Vimos un artista evolucionado, manteniendo su baile, pero con una visión más profunda. Ha cambiado su guión para regalar muchas pausas, paralizando el tiempo y el cante. El comienzo vino de las manos de Bernardo Parrilla que con violín principió sus virtudes al frente de este instrumento. Acto seguido, el cante de trilla y martinetes de los cantaores dio paso a la seguiriya. Salió el protagonista expresivamente enérgico, para resolver con misterio, más propio de este cante. Estuvo más sereno que de costumbre. Las transiciones del baile se ejercieron por abandolaos en un recorrido por los cantes de Málaga y Lucena. Posibles fallos en el volumen del sonido no nos dejaron apreciar en cante en toda su dimensión. Interpretó alegrías enfundado en un traje blanco apareciendo atomizado. Ya se nota aquí que ha dejado atrás los saltos y los efectismos de pies de los que abusaba. Pasó de la rabia contenida a un baile de precisión técnica, regalando momentos de gran sutileza. Duró poco pues sin darnos cuenta ya estaba bailando por bulerías antes de empezar a disfrutar de más escobillas, cosa que me hubiera gustado que fuera más extensa.

Maestro de la soleá

Pero si un momento de la noche estuvo bien fue en la soleá. Con la única presencia escenográfica de una guitarra incompleta, llenó la caja escénica. De nuevo una transición por tangos de corte moderno, que por desgracia acabaron de dejar tapada la voz de Encarnita Anillo.

Por soleá y con una primera parte en la que exploró el cante, lo esperó y lo llevó a su terreno a su antojo, se dejó seducir por éste y elaboró una coreografía mimética, íntima en un baile creíble a todas luces. Se alejó de remiendos arquetípicos. Una quietud muda, una tradición heredada dispuesta a utilizar su cuerpo como vehículo de transmisión. El surtido coreográfico de Farruquito se mantiene en la tradición más ortodoxa y ajena a postulados cercanos a otras culturas. Alejado de cualquier fusión, su flamenco es creíble.

Y se dispuso a terminar la soleá volviendo a elaborar un nuevo concepto. Una madurez que hizo las delicias del público, y las mías, dejando atrás la potencia conceptual de su explosivo argumento. Ha explorado el terreno sin complejos, dando un discurso esencialmente conceptual, libre de artificios. La credibilidad de su baile produjo una inmensa ovación en el teatro, que estuvo entregado desde el principio, y es que este artista mueve masas.

Las guitarras de Román Vicenti y Antonio Rey supieron dar cuerpo a la parte musical con precisión, a pesar de que en la soleá jugaron con los tiempos y dio la sensación de no estar cuadrada.

Anunció en el programa un fin de fiesta en el que incluyó en las letras pinceladas con alusiones religiosas en la voz de nuevo de Encarnita Anillo. Y como hemos visto en otras ocasiones 'El Carpeta', el pequeño de la saga, regaló todo su arte por bulerías recordando el baile de Farruquito y toda la escuela de esta familia sevillana.