Sociedad

Alternativa agridulce

Dos vibrantes faenas de Javier Cortés, pero sin remate con la espada ninguna de los dos

MADRID. Actualizado: Guardar
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El toro de la alternativa de Javier Cortés, un Nazarito de Zalduendo, fue de una suavidad nada común. Descolgado en los lances de salida; tranco templado en banderillas y, a pesar de un alevoso estrellón provocado contra una tronera, un son bien claro en la muleta y hasta el final. Un dije ese toro, que fue el mejor de la corrida pero no el único.

El sexto embistió con formalidad y por abajo por las dos manos. Un cuarto pastueño y bondadoso que, delicado de una mano, pareció gatear a veces o frenarse; un quinto de parecido estilo que acabó rajado; un tercero cinqueño que galopó de salida y fue toro de más a menos; y un segundo noble pero tardo y claudicante, corto el viaje. Todos contaron.

Favorecido por el reparto de toros, el joven Cortés se entregó en los dos turnos. Más con el sexto de corrida que con el de la alternativa. Por perderle a este otro pasos, o por descargar la suerte. Un brillante arranque: a dos manos, trincherazo, el de la firma, el cambiado de broche. Un revolucionado final: un cabezazo `en la penca del rabo! y, por tanto, a destiempo; un afarolado, improvisaciones felices antes de la igualada, cierto desorden sincero. Volcado el ambiente: los paisanos de Getafe alentaron sin desmayo. Pero no pasó Cortés con la espada: seis pinchazos, una estocada corta y seis descabellos.

Esa especie de natural desparpajo de Cortés, probada de sobra en las Ventas con novilladas difíciles, se tradujo en consciente arrebato para torear con temple, talento y corazón al sexto. Baja la mano, y eso pareció excesivo castigo en un momento; y, luego, poder, firmeza, buenas ideas a pies juntos, sitio. Notable la resolución. Boca abajo la plaza. Pero otra vez se negó la espada: media contraria, tendida y defectuosa, nueve golpes de descabello. Otro aviso, cero orejas. Sensación de torero capaz. De mucha fe.

Seguridad en sí mismo.

Tan seguro como suele Rubén Pinar: calmoso, centrado, machacón para tirar del segundo de corrida, un punto tardo, de fuelle justo y apoyo irregular. Larga la faena. Monocorde. Igual de seguro y mucho más habilidoso con el cuarto, al que llevó tapadísimo en series cosidas de las de no soltar toro. Supercirculares cambiados o en la suerte natural; limpios muletazos rehilados que el toro agradeció sumiso. No acabó de calar en la gente el trabajo. Porque pareció sencillo. Dos pinchazos, estocada caída. Un aviso.

Y Miguel Tendero. No hubo rivalidad entre los dos toreros de Albacete. No estaban de protagonistas. Mucho menos rodado que Rubén, Tendero parece todavía convaleciente de los muletazos de mejor aire. Al hilo del pitón con el quinto en una faena de desigual vuelo pero puntos de interés cuando se estiró Tendero. Y una estocada excelente.