PAN Y CIRCO

REPROCHES

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No me atrevo a afirmar que el comportamiento irreprochable que, según todos los comentaristas, los jugadores del Cádiz exhibieron frente al Córdoba, sea un dato tranquilizador. Por un lado pone de manifiesto unas carencias más difíciles de remediar y, por otro lado, bloquean la posibilidad de que el entrenador les lea la cartilla y de que los aficionados se quejen amargamente por la falta de pundonor o de vergüenza de unos profesionales tan bien pagados. Es cierto que algunos cualificados críticos han señalado el descenso de intensidad en los últimos minutos y otros han lamentado algunos errores del colegiado, pero nadie ha dudado de que todos hayan sudado la camiseta. Es explicable, sin embargo, que a estas alturas de la temporada, los aficionados cadistas nos sintamos bastante tristes. La excelente campaña que el equipo efectuó las temporadas que Espárrago lo entrenó nos hizo concebir esperanzas fundadas de que, empleando las mismas herramientas y de que, a pesar de la presión añadida, lograría la victoria contra el Córdoba, pero, aunque todos los componentes del equipo se esforzaron, el resultado fue adverso. No es justo que los aficionados nos desahoguemos lanzando reproches pero es inevitable que estemos preocupados al comprobar que este equipo carece de la calidad suficiente para resolver los partidos. Ya tenemos múltiples evidencias de que, unas veces porque los adversarios plantean y desarrollan un juego más eficiente, y otras veces porque se alían circunstancias adversas que inclinan la balanza en contra de nuestros deseos, el conjunto amarillo sigue en peligro. Si aceptamos que la Liga es una sucesión de estados de euforias y de amarguras, hemos de reconocer que esta temporada está resultando excesivamente aciaga. Nosotros seguimos confiando en que Víctor Espárrago, tras el análisis autocrítico de este encuentro, preparará a los componentes de la plantilla para que encaren el partido contra el Hércules con mayor realismo y, en consecuencia, con superiores garantías de éxito.