Marines tratan de superar un muro durante la operación contra los feudos talibanes cerca de la ciudad de Marjah. :: REUTERS
MUNDO

El mayor golpe a la cúpula talibán

EE UU y Pakistán capturan a Abdul Ghani Baradar, jefe militar de los insurgentes

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Los talibanes negaban ayer enfáticamente que Estados Unidos les haya asestado un derechazo al detener al numero dos de las fuerzas insurgentes, el mulá Abdul Ghani Baradar, jefe de operaciones militares del sudeste de Afganistán y probablemente del Consejo de Gobierno, pero la prensa norteamericana defendía la información a capa y espada a través de sus fuentes procedentes de la Casa Blanca.

«No es cierto, es un rumor que están propagando los extranjeros para distraer la atención de los problemas que están teniendo con la ofensiva en Marjah», protestaba un portavoz talibán a 'The New York Times'. «Negamos totalmente el rumor, lo que intentan es desmoralizar a nuestros 'yihadistas'», insistía en declaraciones a la agencia Associated Press.

El Gobierno de Barack Obama no parecía tener prisa en colgarse la medalla, ni sus agentes en proclamarlo a los cuatro vientos. Según las fuentes paquistaníes, Baradar fue detenido hace diez días en Karachi, y desde entonces se le ha sometido a un intenso interrogatorio liderado por las fuerzas especiales del país asiático, con la participación estadounidense. «Está hablando», aseguraron.

El rotativo neoyorquino decía conocer la información desde el jueves pasado, pero renunció a difundir la noticia porque la Casa Blanca le advirtió de que arruinaría «una operación de recopilación de datos de inteligencia de tremendo éxito». Según Washington, los líderes talibanes no eran conscientes de su captura, por lo que seguían comunicándose con libertad. Ayer dieron por finalizado su silencio cuando la Casa Blanca admitió que la noticia se había extendido por la región.

Negociador de secuestros

Baradar era conocido como uno de los líderes talibanes más accesibles, ése al que acudía para negociar el Gobierno afgano cuando se producía un secuestro. Después del famoso mulá Omar, el clérigo fundador del movimiento y líder espiritual del grupo, característico por el parche que tapa uno de sus ojos y que escapó los ataques estadounidenses en moto, era el más importante en la cadena de mando. Según la Interpol, cuando se produjo la invasión era adjunto del Ministerio de Defensa con cargo de viceministro. En 2006 fue ascendido en el Consejo de Gobierno tras la muerte del responsable militar.

Desde entonces coordinaba las operaciones en un área que se extiende por todo el sur desde Kandahar hasta las provincias de Uruzgan.

En Afganistán la pregunta que se hacían las autoridades es por qué había decidido Pakistán detenerle ahora «si podía haberlo hecho en cualquier momento», puesto que Islamabad siempre supo donde se encontraba, reflexionó extrañado Sher Mohammad, ex gobernador de la provincia de Helmand y miembro del Parlamento afgano.

Eso hacía pensar en un nuevo nivel de cooperación por parte del Ejército paquistaní, presionado abiertamente por EE UU para cooperar. Si en un principio se cree que Islamabad proporcionó financiación y cobijo a la cúpula talibán para mantener su influencia en el país cuando los estadounidenses se fueran, se cree que recientemente ha entendido que no va en su beneficio, ya que esta relación se les está escapando de las manos.

De eso se vanagloriaba el senador demócrata John Kerry, cuyas visitas a Afganistán en los momentos clave delata la misión de enviado informal del presidente Obama, del que fue mentor. Kerry viaja a este lado tormentoso del mundo en calidad de presidente del comité de Asuntos Exteriores del Senado. «Ésta es una señal de que donde quieran que vayan, donde quieran que estén, el Gobierno paquistaní está determinado a actuar contra los que se involucren en actos de violencia extremista contra su pueblo», declaró a la cadena CBS.

Nadie cree que la detención sea un golpe mortal para una guerrilla acostumbrada a actuar desde las cavernas, pero los analistas esperan que limite temporalmente su habilidad para seguir operando militarmente en los terrenos en los que Baradar dictaba su ley.