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El Ejército afgano afronta su gran prueba hacia el control del país

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'Moshtarak' fue presentada como «la mayor ofensiva conjunta» de las fuerzas de la OTAN y el Ejército Nacional Afgano desde la caída del régimen talibán. Como ya ocurriera en 2006 en Musa Qala y el pasado verano en la 'Operación Janjar', los portavoces de la Isaf (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) repiten una y otra vez la importancia de la presencia de fuerzas locales sobre el terreno. Con un número cercano a los 100.000 efectivos desplegados en todo el país, los planes del Ministerio de Defensa pasan por llegar a los 134.000 en 2011 y los de Barack Obama pretenden alcanzar la cifra de 260.000 en 2015. Este último parece el número mágico que maneja Washington para delegar en los afganos su propia seguridad. En ese futuro próximo también se espera que la mujer se incorpore a las fuerzas armadas.

«En cinco años deberíamos ser capaces de dar seguridad a nuestra gente para dejar de ser una carga para la comunidad internacional», deseó el presidente Hamid Karzai en su intervención en la conferencia de seguridad de Munich. Una previsión que los expertos consideran muy optimista teniendo en cuenta la juventud de unas fuerzas armadas que renacieron en 2001 y que están creciendo a golpe de talonario -se calcula que unos 1.500 millones de euros al año- y bajo la tutela de «5.000 instructores americanos», según el Comando de Transición de Seguridad Combinado que se encarga de esta misión.

Equipados con uniformes, botas y vehículos donados por EE UU, el armamento sigue siendo el mismo que heredaron de la época soviética, por lo que el paso del Ak-47 al M-16 no se ha podido completar tal y como la OTAN esperaba. Los instructores americanos destacan en sus informes que «el 56% de las operaciones de combate en Afganistán» están lideradas por afganos y definen al Ejército como «joven, pero maduro».