Patrick Kennedy, congresista por el feudo demócrata de Rhode Island, responde a las preguntas de los periodistas delante del Capitolio en Washington. :: EFE
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EE UU se queda huérfano de los Kennedy

El último miembro del clan en la política activa descarta optar a la reelección en el CongresoLa retirada del hijo menor del fallecido Ted sacude a los demócratas y acaba con 60 años de presencia de la saga en el Capitolio

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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No es fácil ser un Kennedy. Patrick Kennedy, el hijo menor de Ted, 'león del Senado', heredó de su familia la adicción por las drogas, el alcohol y los líos de faldas. Vio a su madre beber hasta la destrucción, a sus dos hermanos mayores luchar a vida o muerte contra el cáncer, y hace sólo seis meses, morir a su padre, patriarca de la familia, tras una larga agonía y sin ver cumplido su sueño de la reforma sanitaria. Ayer, sin fuerzas para batallar por el asiento legislativo que ocupa, anunció que renuncia al testigo político de su familia y en noviembre dejará al Congreso huérfano de un Kennedy, por primera vez en mas de seis décadas.

Era, sobre todo, un mazazo moral para el Partido Demócrata, que el mes pasado perdió el asiento de Ted Kennedy en Massachusetts a manos de un republicano que Patrick considera «una broma de mal gusto» para los contribuyentes. El triunfo de Scott Brown, un abogado conservador que con 22 años fue nombrado por una revista el 'hombre más sexy de América' tras posar desnudo, acabó con la 'supermayoría' de Barack Obama en el Senado y automáticamente envió al limbo la ansiada reforma sanitaria promovida por su padre.

Ninguno de los jóvenes Kennedy a los que su tío dejó en herencia la labor social quiso competir por ese asiento. A sus 42 años Patrick era como el último mohicano, la única rémora de un apellido emblemático que ha marcado la vida de EE UU a través de su influencia en las leyes y la memoria colectiva.

Fue en 1946 cuando el legendario John F. Kennedy ganó las elecciones al Senado y hacía realidad por primera vez la ambición política de su padre. Aunque técnicamente hubo un vacío cuando renunció al asiento para presentarse a la presidencia, fue sólo una transición para que su hermano Ted le sucediese al cumplir la edad requerida. Y como Ted, Patrick se convirtió medio siglo después en el congresista más joven de la Cámara. Tenía 28 años cuando fue elegido, aún no sabía lo que le deparaba la vida.

En las siguientes dos décadas se enfrentaría a diversas adicciones de cocaína, alcohool y OxyContin, un fármaco que esnifan los yonquis con receta. Más tarde le fue diagnosticado un síndrome bipolar, una enfermedad mental que se sumaba a sus frecuentes depresiones, exacerbadas por el estrés y la presión política y social. Accidentes de coche, enfrentamientos con la policía, escándalos en torno a juergas y violaciones. Todo se lo perdonaron los votantes del norte de Rhode Island, un distrito muy demócrata que le ha elegido sucesivamente desde 1994, y para el que ayer tuvo palabras de agradecimiento en un vídeo televisado. «Cuando tropecé o sufrí reveses vosotros no respondísteis con desdén, sino con compasión», les agradeció.

Apoyo a los que «sufren»

Patrick asegura que continuará con la tradición de servicio público que le inculcó su padre, y luchará desde otras arenas «en nombre de los que sufren depresión, adicción, autismo y estrés postraumático».

En confidencias ha admitido que la muerte de su padre y el hecho de que un republicano le dispute el asiento en noviembre con su popularidad a la baja ha influido en su decisión. Las encuestas señalaban que sólo el 35% de los votantes planeaba apoyar su reelección. Aun así, sus amigos y colaboradores aseguran que esa batalla nunca fue el argumento de peso en las deliberaciones previas.

El congresista, que nunca se ha casado, volvió a ingresar en un centro de desintoxicación el verano pasado, cuando su padre agonizaba, y «alejarse de la vida pública le dará la oportunidad de rehacer su vida privada», dijo al 'Boston Globe' Darrel West, autor de su biografía. «Todos tenemos un vacío en el alma que intentamos llenar, a veces con las cosas equivocadas».