Sociedad

Vuelve Diane, la reina de Studio 54

La creadora del mítico 'wrap dress', el vestido de corte cruzado y atado a la cintura, triunfa 40 años después con el modelo que liberó a la mujer

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Diane von Furstenberg (Bruselas, 1946), la reina del estilo neoyorquino, nunca se ha quejado de cómo le ha tratado la vida. Es verdad que lo ha tenido todo, pero también va en su carácter. Tras pasar una adolescencia de lo más pija con otras 'niñas bien' en Capri, Saint-Tropez y Gstaad, se casó muy joven y embarazada de tres meses con un príncipe multimillonario y miembro de la poderosa familia Agnelli, Egon von Furstenberg, pese a la oposición de su suegro.

Guapo él y estilosa ella, fueron la pareja de moda de los setenta. Primero en París y luego en Estados Unidos. Invitaban a sus exóticas fiestas a Dalí, los Duques de Windsor , Yves Saint Laurent, Paloma Picasso... Lo mejor de cada casa. Egon y la diseñadora fueron portada del 'New York Magazine' bajo el titular: «La pareja que lo tiene todo. ¿Es acaso todo suficiente?». Parece que no. Sólo aguantaron juntos cuatro años. Fue abandonada, pero Diane no se quejó. Quizá porque heredó la valentía de su madre, Lily, que ni siquiera perdió la sonrisa camino de los campos de concentración nazis. La mujer sobrevivió quince meses al infierno de Auschwitz. La modista recuperó hace poco el pedazo de papel con el que su progenitora intentó tranquilizar a su familia cuando fue deportada al holocausto judío: «No os preocupéis por mí. Me voy con una sonrisa», rezaba la nota.

Su madre escapó de aquel infierno con un diagnóstico terrible: jamás podría engendrar hijos. Sin embargo, año y medio después, nacía Diane. Así que siempre se ha considerado una superviviente y, como su madre, tampoco ha perdido nunca la sonrisa. Ni siquiera cuando la detectaron un cáncer de lengua, al que también derrotó. Esta belga todo lo ha hecho deprisa, tanto que «no me alcanzaba mi sombra», ironiza. Tuvo a sus dos hijos -Alexandre y Tatiana- antes de los 24, llenó su vida de amantes -«las únicas cosas que lamentas son las que no has hecho»- y apuró las noches neoyorquinas hasta convertirse en la reina de la histórica discoteca Studio 54 e icono de toda una generación. Musa de Andy Warhol y compañera de juergas de Liza Minelli y Bianca Jagger, no paró hasta lograr la independencia económica. Porque su otra gran pasión, además de sus hijos, es el trabajo: «Toda mujer debería trabajar para encontrar su identidad y ser relevante», razona.

La 'izquierda del caviar'

Ella pudo disfrutar de una ociosa vida al estilo de la 'izquierda del caviar'; esa subclase de la alta sociedad de la que se siente parte y que, a su manera, también vivió el mayo del 68: divirtiéndose a todas horas y liberada sexualmente. Por algo la llamaban 'la cazadora'. «Es cierto que lo fui. ¡Mucho!». Siempre ha presumido de vivir un tiempo fantástico para ser joven: «Entre la píldora y el sexo. Éramos muy libres y no nos lo pensábamos dos veces», evoca. Pero, sobre todo, ambicionaba ganar dinero para ser una mujer independiente.

Lo consiguió a espuertas con el mítico 'wrap dress', el vestido envolvente de corte cruzado, escotado y plagado de estampados geométricos que se ataba alrededor de la cintura. Un modelo que no pesaba nada y se podía llevar en el bolso. Con un corte genial y de asombrosa simplicidad, transformó aquella prenda, que recuerda a las viejas batas, en símbolo del poder femenino «y la liberación de una generación entera». 'Siéntete mujer, ponte un vestido', gritó en 1973. Arrasó. En sólo tres años vendió cinco millones de unidades. Sin embargo, como tantos otros creadores, murió de éxito. Víctima de los procelosos contratos que se trae la industria de la moda, esta mujer que nunca come carne y adora regalarse joyas perdió su marca; también sin rechistar. Se retiró a Bali y París. Pero, curiosamente, a mediados de los noventa, sus viejos modelos comenzaron a venderse como rosquillas en las tiendas 'vintage'.

«No me lo explico», confesó. Su hija y nuera le animaron a retomar el negocio. Diane, que apenas se maquilla y se resiste a la tiranía de la cirugía estética -«me da miedo perder mi expresión y borrarme»-, regresó en 1997 para volver a «dar confianza a las mujeres» con una ropa «confortable y fluida». Nunca entró en sus planes quedarse en casa lamentándose «por hacerme mayor». Von Furstenberg se puso otra vez de moda y rompió la caja. Sólo en 2008 facturó 200 millones de dólares.

Siempre con la sonrisa a cuestas, en una reciente visita a su tienda de Madrid, le robaron 1.500 euros y todas las tarjetas de crédito mientras recorría el Museo del Prado. «No te preocupes, mamá. Seguro que era alguien que lo necesitaba más que tú», le consoló su hija por teléfono. Diane tampoco volvió a quejarse. Ahora, con más razón que nunca. La ex princesa reina de nuevo con la actualización del 'wrap dress'. Una superviviente, igual que su sufrida madre, Lily, y su genial creación.