Los caminos hacia el milagro

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Durante más de tres décadas, a ninguna empresa le preocupó en exceso esa enfermedad que parecía una malaria pero que era mucho más mortífera. Esa dolencia que se transmitiía por los fluidos corporales y, sobre todo, por la ingesta de animales salvajes contaminados. Sin ningún tipo de control, el ébola aparecía y desaparecía en el centro de África, diezmando algunas poblaciones pero sin causar un número de fallecimientos que hiciesen mover las políticas de las empresas y los gobiernos occidentales. El ébola causó, hasta principios de 2014, 1.590 muertes. Ahora, el número de fallecimientos supera los tres mil.

El descontrol de la enfermedad, el pánico de la población y las pésimas condiciones de las infraestructuras sanitarias de Sierra Leona, Guinea o Liberia, hizo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reclamara a las empresas que de verdad se involucrasen en la búsqueda de una vacuna para la pandemia. La OMS necesitaba algo con lo que frenar la pandemia, aunque estuviera en estado embrionario en los laboratorios. Para determinar su eficacia, una comisión de unos cien expertos analizan todos los tratamientos y las vacunas que las farmacéuticas están desarrollando.

Las dos últimas vacunas “prometedoras” que analizó este cónclave de expertos son dos proyectos, considerados de “alta prioridad”, que tienen viales para ensayos en fase I de las pruebas clínicas. La primera de ellas, cAd3 – ZEBOV, está siendo desarrollada por GlaxoSmithKline y el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, con una suculenta subvención pública. Ambas trabajan con un vector de adenovirus de un chimpancé que, a su vez, carga con un gen del virus del ébola. Esta ya ha comenzado a probarse, bajo los auspicios del organismo de la ONU, en Malí.

El segundo proyecto, también con un nombre impronunciable (VEVr - ZEBOV) ha sido desarrollado por el Gobierno canadiense, concretamente la Agencia de Salud Pública. Comercializado por la compañía estadounidense NewLink Genetics, la vacuna utiliza un virus de la estomatitis vesicular atenuado o debilitado, un patógeno encontrado en el ganado. Como en el anterior proyecto, uno de sus genes ha sido sustituido por uno del ébola. Otra vacuna es la VSV-EBOV, también desarrollada en Canadá.

Son las grandes esperanzas de la OMS en cuanto a las vacunas. Pero no las únicas. De forma sorpresiva, diferentes gobiernos proclaman que están realizando investigaciones, algo de lo que no se tenía conocimiento hasta que la pandemia saltó de los límites africanos. La más optimista de encontrar cuanto antes el 'santo grial' ha sido la ministra rusa de Salud. Veronika Skvortsova aseguró este fin de semana que tres proyectos distintos pueden estar en el mercado "en seis meses". "Una ya está lista para el ensayo clínico", comentó en la televisión rusa, aunque rehusó dar más explicaciones sobre el asunto. Sólo se limitó a señalar que uno de los campos de trabajo comenzó con una cepa inactiva del virus y no especificó si alguno de los proyectos es el que lleva realizando el Instituto Pasteur de San Petersburgo en Guinea.

Hepatitis

Además de las vacunas, los laboratorios están trabajando en un medicamento para curar la enfermedad cuya letalidad se acerca a las 4.000 personas. Los más conocidos son el ZMapp y el TKM-Ébola. El primero es un cóctel derivado del tabaco transgénico y su resultado en laboratorio ha sido muy prometedor: 18 primates sobrevivieron a las pruebas. El segundo, creado por la canadiense Tekmira, usa una combinación de ARN que están dirigidas a tres proteínas del virus del ébola, en su subtipo Zaire. Por otra parte, el T-705, más conocido como favipiravir, es un antigripal que se está aplicando para el ébola. Otros antivirales como la familia de los interferones o el BCX4430, usados más para luchar contra la hepatitis, se han comenzado a estudiar para recuperar a los enfermos.

Y sin olvidarse del suero de convaleciente, el líquido mágico que se extrae de aquellas personas que han tenido la suerte de superar esta pandemia que se ha cobrado ya la vida de unas 4.000 personas. Un suero que está sirviendo para salvarle la vida a Teresa Romero.