Ronaldo celebra su gol. ante el Córdoba. / REUTERS

El Real Madrid gana por aburrimiento

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El Real Madrid recuerda al de los últimos años. Gana a la fuerza, por aplastamiento. Es tan superior a la gran mayoría de adversarios que vence por aburrimiento. No le hace falta jugar bien para acumular ocasiones y aprovechar alguna de ellas, y sus habituales despistes defensivos se corrigen sobre la marcha o se salvan con un punto de fortuna o de desacierto del rival. Los dos duelos ante el Atlético y el estreno liguero ante el Córdoba convierten en un espejismo la exhibición ante el Sevilla en la Supercopa de Europa.

Y eso que Carlo Ancelotti salió con su once más ofensivo. Sólo la presencia en el lateral derecho de Arbeloa en lugar del titularísimo hasta ahora Carvajal ponía algo de mesura defensiva en los blancos. No hizo precisamente el salmantino un encuentro para discutirle el puesto a su joven compañero. Con Marcelo por la izquierda por la ausencia del lesionado Coentrao y con un centro del campo en el que Xabi Alonso ocupó plaza en el banquillo para dejar hueco a James Rodríguez, poco más podía presentar el entrenador italiano como declaración de intenciones. El Madrid se puede permitir este equipo de vocación atacante en la gran mayoría de los partidos ligueros que disputa en el Santiago Bernabéu. La fortaleza del campeón de Europa en su campo y el planteamiento habitualmente conservador y timorato que suelen presentar los rivales cuando visitan el coliseo blanco le permiten un dominio del juego que ayuda a mirar sólo hacia la portería rival.

Pero este Madrid no está precisamente afinado a estas alturas de la temporada. Sólo había ganado uno de los siete partidos disputados este verano y en la primera jornada de la Liga demostró que anda escaso de rodaje, desencajado en defensa, espeso en los movimientos y con una inhabitual torpeza de cara al gol.

La inercia le llevó a sumar ocasiones y a hacer de Juan Carlos el mejor jugador del contrario. Benzemá atinó a la media hora de juego y rompió una larga sequía anotadora. El testarazo del galo en un córner sacado por Kroos se coló por la escuadra. Gol y a seguir durmiendo.

El Córdoba, que regresaba a la Primera División tras 42 años, respondió a su todopoderoso rival con dignidad. Los de ‘Chapi’ Ferrer tenían clara su estrategia: proteger con orden su portería, mantener el balón el mayor tiempo posible cuando estuviera en sus pies y buscar a su ariete Havenaar –la torre de casi dos metros de ascendencia holandesa e internacional japonés- para intentar poner en aprietos a Iker Casillas, el portero titular de Ancelotti para esta campaña. Incluso con el marcador en contra, se volvió insolente, se permitió discutirle la pelota al Madrid y acosar a los blancos en la segunda mitad de la mano de los acertados cambios visitantes. De hecho, tuvo que aparecer ‘El Santo’ para sacar una gran mano a un disparo cruzado de Fidel, el balón lo acabó introduciendo Xisco en la portería madridista pero en claro fuera de juego. El gol en el último suspiro de Cristiano Ronaldo, otro chispazo entre la desidia y el sopor blanco, no hizo precisamente justicia.

A los andaluces les sobró ilusión, casi tanta como la que mostraron los más de 5.000 alegres, ruidosos y emocionados aficionados que acompañaron a su equipo en su retorno entre los grandes.

En el banquillo local, Carletto no se mostró demasiado contento con los suyos. Seguro que el de Reggiolo echó de menos a uno de sus jugadores favoritos. Ángel di María ya está en Mánchester. Con su venta, el Real Madrid cierra una operación irreprochable en lo económico, un movimiento empresarial brillante. Pero, en lo deportivo, el equipo ha perdido frescura, locura, trabajo, sorpresa. Hasta equilibrio, esa palabra que repitió Ancelotti hasta la saciedad la temporada pasada.

La afición acabó la campaña rendida al ‘Fideo’ y se olvidó de sus quejas por no sentirse valorado y del doloroso (para la hinchada) acomodamiento de sus partes pudendas que dedicó al Bernabéu al ser sustituido en el duelo contra el Celta. El técnico, que protegió a su pupilo y le buscó su hueco en el campo, se ha comportado como un hombre de club, defendió los intentos de la entidad por retener al jugador y desveló el deseo del rosarino por marcharse. Pero seguro que sus deseos poco tuvieron que ver con el traspaso del argentino. Habrá que ver cuántas veces se acuerda el transalpino del internacional albiceleste en esta larga temporada. Si el Madrid sigue transmitiendo estas sensaciones, seguro que lo añorará mucho.