Ikenobo Sen'ei, el 'Miguel Ángel' del arte floral

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Ikenobo Sen'ei es al ikebana, el arte floral japonés, lo que Miguel Ángel a la escultura. Es el gran maestro, cuadragésimo quinto heredero de la línea Ikenobo, un linaje de artistas de casi seis siglos, y padre de los estilos más modernos de este milenario lenguaje de las flores que fascina a los japoneses y que cada vez tiene más adeptos a lo largo del mundo. «El ikebana expresa estados de ánimo y contribuye a hacer mejor a las personas y al mundo» resume este tímido, respetado y genial artesano, nacido en Kioto en 1932 y con escuelas en todo el mundo. Visita España de nuevo para inaugurar la primera exposición de ikebana que acoge la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en al que más de un centenar de consagrados maestros nipones y sus discípulos españoles han puesto a pruebe su capacidad de expresarse «a través de lo mejor que nos ofrece la naturaleza».

Se trata de dar vida a las flores y expresar emociones, sea tristeza o alegría, de hacerlas hablar con el único auxilio de las manos y una tijera. «De crear arquitecturas de extrema belleza», según Ikenobo Sen'ei, que mantiene viva una estirpe de maestros que se ha sostenido durante casi cincuenta generaciones este delicada y refinada artesanía floral que ha exhibido en el palacio imperial japonés o en el Kremlin.

Hay citas al arte floral en Japón de hace más de un milenio, cuando la introducción del budismo en el período Heian (794-1192) popularizó las ofrendas florales de índole religiosa. Pero el inicio del ikebana como arte laico se data en el templo Rokkaku-do de Kioto hace más de 550 años, con la elaboración de ofrendas florales meramente artísticas y para manifestar con ellas pensamientos y emocione, sentado la base del ikebana.

'Ike' quiere decir estanque y 'bo' cabaña, de modo que la escuela de Ikebana Ikenobo, alude a su origen a una cabaña de los sacerdotes budistas cercana a un estanque donde se baño el príncipe Shotoku. La tradición se inicia con Ono-no-Imoko, emisario del príncipe que se refugió en la cabaña y que en memoria de Shotoku ofrecía flores. Desde entonces se ha mantenido de generación en generación por la familia Ikenobo, la escuela más innovadora al tiempo la academia de este arte con más solera.

«El ikebana no es algo que se pueda comprar; consiste en dar vida a la flor, arte que se desarrolló específicamente en Japón y que se ha ido transmitiendo de profesor a discípulo», destacó al presenta al muestra Ikenobo Sen'ei, que heredó de su padre, muerto prematuramente, el puesto de gran maestro de la centenaria escuela y que ofrecerá una demostración de su arte 'in situ'. La tradición ha arraigado en España, donde la escuela de Ikenobo tiene una sucursal muy activa desde hace dos décadas.

Sen'ei inaguró junto al embajador de Japón, Satoru Satoh, la exposición que puede visitarse en los patios de la academia y de forma gratuita hasta el 3 de junio. La muestra se suma a la programación del Año Dual España-Japón que conmemora el cuarto centenario del establecimiento de las relaciones hispano-japonesas y comparte sede con a la muestra de grabado japonés 'Fantasía en escena que la misma academia acoge hasta el 10 de julio.

El embajador nipón destacó el amor por la floricultura de los españoles comparte con los japoneses citando el Real Jardín Botánico de Madrid «un oasis para los ciudadanos», o «la fiesta de la camelia, importada de Japón, que cada primavera se celebra en Pontevedra». «No es fácil hacer una exposición de ikebana con flores naturales, pero gracias a la Academia de Bellas Artes, que ofrece las condiciones de conservación que requiere, se ha podido hacer realidad" se felicitó el diplomático.