El rapero, Klay BBJ, en el centro, junto a dos amigos, poco después de ser liberado el pasado jueves. / AFP
transición de la primavera árabe

A los islamistas de Túnez no les gusta el rap

El Gobierno replica a las letras críticas de varios cantantes y grupos con detenciones y cárcel

MADRID Actualizado: Guardar
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Un tribunal de apelación tunecino decidió el pasado jueves absolver al rapero Ahmed Ben Ahmed, conocido por Klay BBJ. El cantante había sido condenado el pasado 26 de septiembre a seis meses de cárcel por las letras de sus canciones, al considerarlas ofensivas y destructoras de la moral de la población. Durante un concierto celebrado en el enclave turístico de Hammamet, actuó junto a otro rapero, Weld El 15, huido de la justicia desde entonces. Ambos fueron procesados y sentenciados en ausencia a 21 meses de prisión. Klay BBJ perdió una primera apelación en septiembre y fue encarcelado hasta que en esta segunda ocasión el juez anuló la sentencia y lo puso en libertad. Otros dos raperos, Mustafa Fajfaj y Aymen El-Fiki han sido también procesados.

No son solo los raperos los que sufren la persecución judicial. La noche del pasado 20 de septiembre, la policía irrumpía en la casa del activista y cineasta Nejib Abidi para llevárselo detenido junto a otros siete jóvenes con los que estaba trabajando en un documental sobre la emigración ilegal. Después de permanecer seis días en comisaría, cuatro de ellos fueron puestos en libertad provisional, pero el resto fue trasladado a la prisión de Mornaguia bajo la acusación de consumo de marihuana. Un mero pretexto, según los medios opositores, para encubrir el encarcelamiento. Otros artistas y ciudadanos anónimos han sufrido la represión del régimen, entre ellos Jabeur Mejri y Ghazi Beji, condenados a siete años de prisión por colgar en Facebook caricaturas de Mahoma desnudo.

Esta represión por la vía judicial y policial ha tenido una vía paralela en las bandas de salafistas que han perpetrado numerosos actos de violencia en medio de una impunidad casi total. En el haber de esta persecución se encuentran casos como el de la condena en 2011 del director del canal privado de TV que programó la película de dibujos animados ‘Persépolis’ –por mostrar a Dios como un venerable anciano—y el saqueo en junio de 2012 de la exposición ‘Primavera de las artes’.

Este clima de acoso contra todo lo que supusiera una crítica o una desviación de la visión islámica de la sociedad culminó con los asesinatos de dos líderes opositores muy significados por sus opiniones contra el Gobierno. Chokri Belaid (6 de febrero) y Mohamed Brahmi (25 de julio) fueron asesinados a tiros por desconocidos. La reacción de protesta de los sectores laicos y ciudadanos unida a la catastrófica gestión económica, forzó que los islamistas de Ennahda a llegar a un acuerdo para disolver el Gobierno en el que ostenta la mayoría de las carteras para dar paso a un Ejecutivo de tecnócratas independiente. La velada amenaza del poderoso sindicato Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT) de convocar una huelga general pudo ser determinante en el nuevo rumbo político del país.

El acuerdo supone un avance positivo, así como el compromiso de la mayoría de los partidos, organizaciones sociales y la UGTT para impulsar un diálogo nacional. Sin embargo, el pulso entre islamistas y laicos está servido en los próximos retos que afrontará el país en su camino hacia unas nuevas elecciones: la elaboración de una Constitución, una ley electoral y la designación de un comité electoral independiente. Afortunadamente y a diferencia de Egipto, en Túnez no hay un Ejército capaz de entrometerse en esta pugna, inevitable en la mayoría de los países de la llamada Primavera Árabe.