PERFIL

La multimillonaria indignada

Mera apoyó al 15M públicamente, participó en múltiples causas sociales y no dudó en manifestarse contra la guerra de Irak

BILBAO Actualizado: Guardar
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El movimiento del 15-M -ahora sus herederos de Democracia Real Ya! y Rodea el Congreso- se solía vincular con los mileuristas o con sus compañeros más desfavorecidos, los 'seiscientoseuristas' y los cada vez más numerosos 'ceroeuristas', pero una de sus adhesiones públicas más sonadas a su ideario vino de alguien que supera con mucho ese nivel de renta. De hecho, su fortuna bastaría para pagar el sueldo durante todo un año a 240.000 mileuristas, nada menos. Se trataba de Rosalía Mera, cofundadora de Zara y la mujer más rica de España, que ha fallecido esta noche a los 69 años de edad tras sufrir un infarto cerebral durante sus vacaciones en Menorca. Mera alzó la voz en una entrevista concedida a Radio Nacional al de poco de comenzar las movilizaciones que tuvieron como epicentro la Puerta de Sol. Expresó entonces su decidido apoyo a las concentraciones que abogan por un cambio en el sistema: «Tenemos que estar muy indignados, los que están acampados y la mayoría de la población», defendió. Le preguntaron si ella se sumaría a las protestas y tampoco flaqueó: «Yo participaría, sin ninguna duda. Es lo menos que podemos hacer con estos niveles de corrupción tan extendidos. Tenemos que plantarnos y decir 'así no'».

Puede resultar chocante, acostumbrados como estamos a que los poderosos entierren el idealismo de su juventud bajo capas y más capas de billetes calentitos, pero se trataba de una postura coherente con la trayectoria del personaje. Rosalía Mera era más rica de lo que la mayoría de la sociedad puede concebir, pero lo suyo no viene de herencia: aquella niña nacida en 1944, criada en el barrio coruñés del Matadero, que dejó la escuela con 11 años y empezó a trabajar con 13, tampoco habría sido capaz de hacerse una idea clara de lo que eran miles de millones. Y parece que las ideas que se fue forjando entonces sobrevivieron al drástico cambio de circunstancias: «Naturalmente, me siento más de izquierdas que de derechas -explicaba en una entrevista recogida en el libro 'Dinero fresco', publicado en 2003 por el periodista Carlos Sánchez-. Por razones obvias: yo sé dónde nací y sé muy bien de dónde vengo. Y lo que soy tiene mucho que ver con mi origen. Por eso no puedo pensar las cosas desde otro lugar».

El primer punto de inflexión en la vida de Rosalía Mera llegó con la fundación de un pequeño negocio textil junto a los hermanos Ortega: Amancio, que se convertiría en su marido, y Antonio. Había coincidido con ambos detrás del mostrador de la mercería coruñesa La Maja y, sin dejar el empleo, decidieron probar suerte en un garaje donde cosían cucos de bebé y, sobre todo, batas de boatiné. «En aquellos tiempos, las casas no tenían las estupendas calefacciones que tienen ahora, por lo que las batas gorditas venían muy bien», solía recordar.

Oreja de mar

Aquel fue el germen de Zara, la cadena cuyas tiendas han colonizado los rincones más inesperados del planeta. El siguiente giro se produjo con el nacimiento de su segundo hijo, Marcos, cuya discapacidad empujó a Rosalía a alejarse de los negocios, ocuparse más de su familia y retomar los estudios hasta completar Magisterio. Y el tercer momento clave llegó en 1986 con la separación del matrimonio: la mujer, que conservaba el 7% de Inditex, apostó y diversificó entonces sus intereses entre la biotecnología (Zeltia), la producción audiovisual (Grupo Continental y Milú Films), los hoteles (Room Mate) e incluso la cría de orejas de mar (GMA), además de financiar a emprendedores a través de Rosp Corunna y presidir la Fundación Paideia, dedicada a proyectos relacionados con el empleo, la discapacidad y el voluntariado.

¿Se puede ser de izquierdas y poseer tanto? Rosalía estaba convencida de que sí, de que se trataba de una cuestión fundamentalmente cultural: ella volaba en clase turista, mandó a su hija a un instituto público y se implicaba en diversas movilizaciones, pese a su empeño en mantenerse apartada de los focos. En su momento se manifestó contra la guerra de Irak y, en plena crisis del 'Prestige', forró los ventanales de su fundación con banderas de la plataforma Nunca Máis. Si apoyó a los indignados, seguro que no lo hizo a lo loco: «No siempre se debe decir lo que uno piensa. La verdad hay que decirla para beneficiar a algo o a alguien», sostenía en 'Dinero fresco', donde argumentaba cosas que cualquier 'indignado' rubricaría muy a gusto: «Los grupos de poder quieren que todo continúe igual, pero lo peor es que la sociedad civil se ha reblandecido, si se puede utilizar esta expresión. Pensamos que la culpa de todo nunca la tiene uno, sino el otro. La sociedad se está aburguesando».