Máxima de Holanda. / Archivo
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El arduo camino de la ambiciosa Máxima

Fue recibida con recelo por el pasado de su padre, Jorge Zorreguieta, alto funcionario de la dictadura argentina

MADRID Actualizado: Guardar
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Con su carismática sonrisa, la argentina Máxima es uno de los miembros más luminosos de la Casa de Orange, pero debió recorrer un arduo camino hasta demostrar que está lista para ser reina consorte de Holanda.

Hace once años, esta pequeña y rica monarquía europea la recibió con preocupación debido al pasado de su padre, Jorge Zorreguieta, alto funcionario de la dictadura argentina. El Parlamento holandés estuvo a punto de impedir su enlace con Guillermo Alejandro, quien mañana se convertirá en rey de Holanda, tras la abdicación de la reina Beatriz. Finalmente se casaron en febrero de 2002, eso sí, sin la presencia de los padres de la novia, que tampoco irán a la ceremonia de coronación.

"La tenacidad, el empeño y la ambición de Máxima, con su simpatía desbordante, terminaron por convencer a los holandeses, al punto que hoy es uno de los miembros más populares de la Casa de Orange", dijo a la Afp Gonzalo Álvarez Guerrero, autor de 'Máxima, una historia real'. Esta "plebeya latina dio brillo a la monarquía de Holanda", añadió.

Máxima, quien cumple 42 años el 17 de mayo, se adaptó a sus obligaciones reales en tiempo récord: aprendió el holandés, la historia y las leyes del país y una lista interminable de reglas de protocolo y etiqueta. Para satisfacción de los holandeses y de la prensa rosa, en sus primeros cinco años de matrimonio tuvo tres hijas (Amalia, Alexia y Ariana).

Una niña "ambiciosa"

Los que la conocen desde su infancia cuentan que desde niña fue "ambiciosa, segura de sí misma y vital". "De chiquitita era divina y tenía una simpatía que conquistaba a todo el mundo. Con esa misma simpatía conquistó a los holandeses", cuenta a la Afp una amiga de sus padres, que describe a Jorge Zorreguieta como "un dandy argentino con una personalidad avasalladora que heredó Máxima".

La transición de un apartamento del coqueto Barrio Norte porteño de 120 m2, donde vivió durante su infancia y adolescencia, a un Palacio de gigantescas dimensiones en La Haya parece no haber sido nada traumática.

Sus padres, de la clase media-alta, pero "no adinerados" según la amiga de la familia, hicieron esfuerzos para enviarla al Colegio Northlands, uno de los más exclusivos de Buenos Aires, en esa época únicamente para niñas de las familias más tradicionales de Argentina. Y gracias a su selecto círculo de amigas del colegio conoció en 1999 al príncipe Guillermo Alejandro, en la Feria de Sevilla.

"Maxima fue una muy buena amiga. Absolutamente todo el mundo la quería. Yo siempre supe que iba a llegar lejos, nunca imaginé que tanto", contó una amiga del colegio. Llegar a la cima de la aristocracia europea no fue el único logro de Máxima. La argentina se graduó como economista en la Universidad Católica Argentina y en 1996 se fue a Nueva York, donde trabajó en el banco HSBC James Capel Inc., en el Dresdner Kleinwort Benson y wn el Deutsche Bank.

Una espina: su padre

Pero no fue amor a primera vista. "You are made of wood" (eres de madera), le dijo Máxima al verlo bailar y el príncipe se enamoró, según cuenta el libro de Álvarez Guerrero. De todos modos, ella no tardó mucho en caer subyugada. A partir de ese momento comenzó una minuciosa y agotadora preparación para convertirse un día en reina consorte, esposa del futuro Rey de Holanda y madre de la heredera a la Casa de Orange y Nassau.

Todo bajo la protección de su suegra, la reina Beatriz. Desde el principio, Máxima cautivó a la soberana. Parecía la candidata perfecta para enderezar al príncipe, en ese entonces con fama de amante de la cerveza y la vida nocturna. El camino no estuvo exento de escollos. "Máxima tuvo y tendrá siempre una espina: su padre", señaló Álvarez Guerrero.

Las autoridades holandesas llegaron a ordenar una investigación sobre el pasado de Zorreguieta al especialista holandés en temas latinoamericanos Michiel Baud. El experto concluyó que si bien "no estuvo involucrado personalmente en la represión", era casi imposible "que no estuviera al tanto de nada". Durante el enlace, cuando en la Iglesia medieval Nieuwe de Amsterdam sonaron los primeros acordes del 'Adiós Nonino' de Astor Piazzola, Máxima estalló en lágrimas, conmoviendo a Holanda.

La pareja también debió salir al paso de críticas por sus millonarias inversiones inmobiliarias en tiempos de crisis. En 2009 compraron una casa en Mozambique y el revuelo fue tal que debieron venderla. También compraron una villa en Grecia y un magnífica estancia en la Patagonia argentina.

Máxima enfrenta ahora el desafío de demostrar que la monarquía sigue siendo una institución válida. Y con su personalidad "avallasadora", deberá cuidarse de no opacar a su marido, el primer príncipe heredero de su generación en Europa en convertirse en monarca.