ORIENTE MEDIO

Ejecuciones de Arabia Saudí

La benevolencia del rey Abdalá ha aplazado la ejecución de siete jóvenes atracadores

MADRID Actualizado: Guardar
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La benevolencia del rey Abdalá, pues formalmente de eso se trata tras la formalidad de la consulta con el Supremo Tribunal islámico, ha aplazado la ejecución de siete jóvenes atracadores que iban a ser ejecutados hoy en Arabia Saudí.

Es inútil buscar en los medios saudíes cualquier alusión a la posibilidad de que el poder haya claudicado a la campaña internacional de presiones contra los ajusticiamientos (seis de los condenados serían fusilados y su jefe, un tal Sarhan al-Mashayeh, decapitado y su cadáver crucificado a modo de tétrica distinción final a su rango) pero vía internet sí ha sido visible lo que parece una creciente animación social contra la pena de muerte.

La moratoria, como siempre en estos casos, dice atender a cuestiones de orden técnico que habrían podido producir cierta indefensión en los acusados y serán ahora revisadas, sin fecha cerrada, por una instancia de gran autoridad, el 'Tribunal Real'. Parece claro que el gobierno, el rey Abdullah de hecho, ha atendido juiciosamente la extendida demanda internacional de evitar por el momento la muerte de los condenados.

Tradición, tradición...

El asunto no es menor y su manejo exige gran cuidado. Arabia Saudí no es un estado salvaje y sin control y la severidad de sus códigos, difícil de entender aquí, descansa allí sobre una tradición política y jurídica que, a su vez, dispone de considerable consenso social y es hija de un proceso histórico bien conocido que nada tiene que ver con el coetáneo proceso europeo.

Toda evolución al respecto debe ser hija de la voluntad del pueblo saudí y sus dirigentes por lo que son nocivas campañas de cruda denigración que utilizan cualquier evento para estigmatizar al curioso régimen saudí. Es una mezcla de la legitimidad histórica que aporta la versión wahhabí del islam (por el nombre de su fundador, Muhhamad Ibn Abdulwahhab, un reformador rigorista que vivió y predicó en el siglo XVIII) y la autoridad política y dinástica de la Casa de los Saud, unidos frecuentemente por matrimonios.

El fundador del Estado vigente es el gran Abdulaziz Ibn Saud (1876-1953, que derrotó el plan británico en la región tras la caída del Imperio otomano) y la familia de los herederos de Abdulwahhab, el gran clan de los Ash al-Sheik, se ocupan de los asuntos religiosos. Fuera de estos parámetros de fondo y por muchos indicios de modernización que se den, no hay manera de entender mínimamente el país y, por tanto, de interpretar lo sucedido. Eso, sin embargo, no es incompatible con reiteradas señales de lento cambio, ejecutado siempre por el rey. El último es de hace diez días y, como suele suceder, pasó del todo inadvertido entre nosotros: la entrada de cuarenta mujeres en la “Asamblea Consultiva”, un órgano de asesoramiento del monarca con una implícita vocación de parlamento... algún día.

Los años 'Al-Qaida'

En este contexto, el robo, y no digamos un atraco a mano armada, son objeto de severísimas sanciones, la pena de muerte incluida para el sgundo. Las ejecuciones son frecuentes (hasta setenta y seis el año pasado) y se llevan a cabo a menudo por vía de decapitación. Los extranjeros, relativamente abundantes entre los condenados, no se libran y son igualmente pasados por la espada pese a las gestiones que a veces hacen sus gobiernos.

La rigidez institucional y religiosa, base teórica de la construcción política y la conducta del gobierno, se han reafirmado, además, porque el reino pasó varios años combatiendo durísimamente a al-Qaeda. Grandes atentados con cientos de muertos a partir de 1996 (el ataque a las Torres Jobar) obligaron al Estado a una política represiva feroz que terminó con la derrota militar de la organización terrorista en el país.

Ejecutar a terroristas convictos no dio lugar, que se recuerde, a protesta alguna y en el caso presente, el vigor de las campañas que, por ahora, han obtenido el éxito del aplazamiento se explica mejor por la naturaleza de los delitos y la aparente debilidad del procedimiento, además de la edad de los acusados cuando cometieron parte de sus delitos. Es posible que todos o algunos de ellos salven la vida, pero el episodio no alterará duraderamente los hábitos del reino, que ha sabido, entre una modernización material impresionante, ser casi del todo impermeable a la oleada liberal en curso en medio mundo…