Foto de familia de los asistentes al G-20. / AFP
LA LUCHA CONTRA LA CRISIS FINANCIERA

El G20 huye del proteccionismo entre «brotes» y riesgos

Las economías más avanzadas del planeta dan por hecho que no habrá guerra de divisas, pero no acuerdan nada sobre déficit y deuda

MOSCÚ Actualizado: Guardar
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Una cumbre más -a principios de septiembre (días 5 y 6) se celebrará la octava de jefes de Estado en la también ciudad rusa de San Petersburgo- y los países del llamado G20, que engloba a las economías más avanzadas del planeta, empiezan a parecerse cada vez a sus homólogos de otros foros similares, como el G7. Consensos generales, pocas precisiones y menos acuerdos. Esta sería la conclusión final de los dos días de reuniones en la capital moscovita entre ministros de Finanzas y jefes de bancos centrales.

Fueron útiles, no puede negarse, para reuniones bilaterales -el futuro secretario del Tesoro de EE UU, Jacob Lew, tuvo sus primeros contactos con sus colegas de otros lares, sobre todo de la UE y Latinoamérica-, pero compromisos concretos apenas se alcanzaron. «No se ha podido llegar a una decisión mutuamente aceptable», decía el ministro de Finanzas ruso, Antón Siluánov -cuyo país ostenta este año la presidencia rotatoria del G20 -, al referirse a la incapacidad de los asistentes para pactar algún tipo de objetivo de referencia a medio plazo sobre los niveles de déficit y deuda públicos. Uno de los principales inconvenientes fue que la mayoría de los países no había cumplido aún los compromisos suscritos en la cumbre de Toronto (a finales de junio de 2010) de reducir a la mitad los números rojos de sus balances.

Dado que al mismo tiempo se considera que la situación de la deuda soberana, y su rápido avance en algunos Estados, aún es «alarmante», los miembros del G20 acordaron que las obligaciones presupuestarias pactadas «tengan en cuenta la situación en los diferentes países». El objetivo:_lograr que en abril -en una cita ministerial similar a la de este fin de semana- se alcance un principio de acuerdo de cara a la cumbre de septiembre.

Menos problemático resultó el polémico tema de la guerra de divisas, no declarada por Estado alguno pero de la que muchos países vienen hablando -y quejándose- desde hace meses. En Moscú también se evitó adentrarse en profundidad en tan espinoso asunto -China, Japón e incluso EE UU, los tres principales motores de la economía mundial, han ido avivando este fuego buscando condiciones más favorables para sus exportaciones-, pese a lo previsto en la víspera. «No hubo debate porque todos teníamos la misma postura», explicó Siluánov.

«Entendemos -señaló el ministro ruso- que el mercado es quien debe decidir las cotizaciones y los bancos centrales no deben intervenir en esta cuestión». En cualquier caso, el comunicado final de la reunión señala que los Estados miembros del G20 no realizarán «devaluaciones competitivas de divisas», así como tampoco incurrirán en «cualquier forma de proteccionismo». Una declaración que se antoja más una recomendación que una prohibición, aunque para la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde -que vio como las llamadas economías en desarrollo, encabezadas por Rusia, ganaban apoyos para reformar el sistema de cuotas en el organismo-, resulta suficiente. «Consideramos que hablar de guerra de divisas es exagerado», zanjó la cuestión. Sin embargo, el ministro británico de Finanzas, George Osborne, sí admitió el problema: "el mundo no debería volver a cometer el error de utilizar las divisas como instrumento de guerra económica".

Una de cal y otra de arena

Superados -o más bien aparcados- los escollos del cumplimiento presupuestario y las divisas, los ministros de Economía y Finanzas del G20 centraron su análisis en la pura marcha de la economía mundial, sobre la que vinieron a apuntar una de cal y otra de arena. En lo positivo, que gracias a las «importantes» medidas acordadas en Europa, Estados Unidos y Japón, e incluso a la «estabilidad» de la economía china, los principales riesgos para aquella «han disminuido». Hasta el punto de que ya observan «brotes de estabilidad» en el inicio de 2013, si bien aún no está nada claro si marcarán luego tendencia hacia el crecimiento... o más recesión, advirtió Siluánov como anfitrión de la cumbre.

En lo negativo, por contra, constataron que los ritmos de crecimiento de la economía internacional «aún siguen siendo demasiado débiles» y, a su vez, los niveles de desempleo en algunos países «son inaceptablemente altos». Por lo tanto, los responsables del G20 entienden que los riesgos en este ámbito, lejos de bajar, «persisten», y no solo en una Europa -sobre todo, la 'zona euro'- que continuó copando la mayor atención, como en citas anteriores.

Precisamente en el caso de la Unión Europea, los ministros llamaron a «aplicar esfuerzos» conjuntos «consecuentes para fortalecer la unión económica y monetaria». En el caso de EE_UU y Japón, su principal preocupación radicó en «eliminar la incertidumbre relativa a su situación fiscal». Y ya en general, para todos aquellos países con superávit comercial (de nuevo, China y Brasil al frente, aunque también la locomotora alemana y el propio EE UU), les emplazaron a «incrementar sus fuerzas internas de demanda». Viejas recetas, si bien todavía efectivas.