MANUEL ALCANTARA, PERIODISTA

«Las guerras civiles duran un siglo»

El columnista es homenajeado en la Complutense en un congreso sobre el periodismo de opinión

MADRID Actualizado: Guardar
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Manuel Alcántara (Málaga, 1928) es un columnista que lleva a gala "no aburrir ni a Dios por encima de todas las cosas". Fiel a este adagio, hoy encandiló a un auditorio de estudiantes de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, que hoy le tributó un homenaje. El poeta, que lleva ya escritos cerca de 20.000 artículos, ha conocido a personajes célebres del siglo XX. De Gregorio Marañón aprendió que "las guerras civiles duran un siglo. Y tenía razón". Las heridas de las contiendas fratricidas se trasmiten de forma generacional, y el nieto todavía recuerda al abuelo fusilado por los falangistas o ajusticiados por una checa.

Alcántara ama el humor casi tanto como la poesía. Cree que a los españoles se les da mejor zaherir que suscitar la risa, y considera que, a diferencia de Inglaterra, en nuestro país la "ironía es más abrupta". Argumenta que el español, pese a su temperamento festivo, es un pueblo de gentes malhumoradas. Durante el I Congreso de Columnismo y Periodismo de Opinión, que se clausuró hoy, el columnista de referencia de los diarios regionales de Vocento sostiene que sus mejores crónicas versan sobre el boxeo.

A Manuel Alcántara no le gusta le pugilismo, le apasiona. "Los golpes en los parietales no favorecen a las neuronas, pero también he conocido a muchos sonados que no han boxeado nunca". Pese a adorar el ring, no está muy seguro que el boxeo sea un deporte. En cualquier caso, dejó por voluntad propia de escribir crónicas pugilísticas cuando vio morir en 1978 a Juan Jesús Rubio Melero, que permaneció en como durante dos días al quedar fuera de combate. Después de que le tumbaran, el periodista se acercó a los vestuarios, donde vio a al púgil exánime. "Tuve un extraño remordimiento de conciencia, que no sirve más que para eso, para remorder".

No obstante, el columnista guarda estupendos recuerdos de su experiencia como cronista de boxeo. Asistió al duelo entre Cassius Clay y Alfredo Evangelista en 1977. Recuerda que lo que le impresionó del boxeador convertido al islam, que luchaba como un peso pluma, fue su excelente oratoria. Cuando terminó la pelea, interpeló a los periodistas para decirles, elevando la voz: "Habéis visto que he peleado para defender mi vida".

Alcántara ha conocido a muy buenos oradores, desde José María Pemán a Dionisio Ridruejo, pasando por Eugenio Montes. Lo raro de Cassius Clay es que no pertenecía al clero ni a la milicia, estamentos que han cultivado el arte de la oratoria con fortuna.

Este hombre, reconocido con el Premio Nacional de Literatura, se acostumbró con el franquismo a escribir entre líneas. Entonces la censura, que estaba integrada muchas veces por ágrafos, era implacable, lo que obligó a los columnistas a hacer periodismo de evasión. Esta circunstancia dio lugar a que florecieran los estilistas del idioma, si bien estos caían en muchos casos en lo trivial.

"Cortina liberal"

Alcántara , que debutó en el diario 'Arriba', asegura que nunca ha incurrido en el halago, "pero sí en cierto comedimiento". Por sus elogios a Neruda y Miguel Hernández, al escritor se le llegó a calificar de "la cortina liberal de 'Arriba'", órgano oficial de la Falange. Asume que nunca fue un disidente" pero tampoco se mostró lisonjero con el régimen de Franco. El articulista, que se enorgullece de sus amigos -"los hermanos que se eligen"- frecuentó tanto a Alberti, Gabriel Celaya o Blas de Otero, como a Jaime Campmany. "En cierto periódico en que escribí de Picasso, dos páginas atrás le llamaban brochagordista malagueño".

Lector de varios periódicos al día, el articulista escoge a veces el tema de sus columnas escuchando lo que se habla en las tabernas del pueblo donde vive, Rincón de la Victoria (Málaga). "El hígado me ha salido muy bueno, con un rendimiento impecable, aunque no me gusta la embriaguez; no me puedo permitir la mínima merma de mis facultades".

Azorín le dijo en su día que leyera diccionarios etimológicos, y él ha seguido el consejo del maestro a rajatabla y ha rastreado la biografía de las palabras. Lector de varios periódicos al día, Alcántara cree que hacerse una idea aproximada del mundo es bien barato. "Basta con mirar al mar y leer 'Coplas por la muerte de su padre', de Jorge Manrique. La vida es una breve estancia". De ahí que el columnista decano de la prensa española reivindique la alegría de vivir.

En contraste con Gabriel Celaya, quien concebía la poesía como un arma revolucionaria "cargada de futuro", el escritor aduce que "nadie ha cambiado el mundo con un soneto". "Las revoluciones se hacen con sangre y creencias, aunque un himno puede mover a mucha gente".

Testigo de la vida bohemia de Madrid, de las tertulias en los cafés, amigo de los poetas que dormían al raso en la plaza de Orienta, Manuel Alcántara ante todo se lo ha pasado muy bien en la vida y ha conocido a gente que sale en los libros de historia. Disfruta mucho con los epigramas, sobre todo con aquel que se hizo famoso cuando Jacinto Benavente estrenó 'La señora'. Benavente, "que tenía una merecida fama de homosexual", fue objeto de chanzas cuando se representó por primera vez esa obra teatral. Entonces cosechó mucho éxito la burla que decía: "Benavente ha estrenado 'La señora', ya era hora, ya era hora".