La tumba de Cristóbal Colón en la catedral de Sevilla. / Archivo
la otra historia

Cuando la ciencia reescribe la Historia

La reciente autopsia al general Prim pone de manifiesto la importancia de las modernas técnicas para desvelar enigmas centenarios

MADRID Actualizado: Guardar
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¿Dónde está enterrado Cristóbal Colón? ¿Cómo murió Tutankamon? ¿Por qué estaba loco Ivan IV, el Terrible? Todas estas preguntas tienen una respuesta en los libros de Historia. Pero esa versión basada en fuentes de la época muchas veces resulta contradictoria, incompleta o interesada. Es entonces cuando surgen las dudas y las teorías alternativas -de estudiosos investigadores en el mejor de los casos o de tergiversadores profesionales con intereses espurios en el peor-. Sin embargo, en el siglo XXI la ciencia puede ayudar a arrojar luz y resolver esos interrogantes de la mano de técnicas modernas como los análisis radiológicos o de ADN. La reciente autopsia realizada a los restos del general Prim para averiguar las causas de su muerte y conocer si falleció tres días después del atentado como mantiene la versión oficial o no, es el último ejemplo de la capacidad de la ciencia para reescribir la Historia. Pero hay más casos.

Todo lo que rodea a Cristóbal Colón es un enigma. A la sempiterna controversia sobre su origen o las fuentes de conocimiento para emprender la aventura de cruzar el Atlántico se une la discusión sobre la ubicación de sus restos. En la actualidad el descubridor de América tiene dos tumbas. Una en la catedral de Santo Domingo y la otra en la catedral de Sevilla. Según los relatos históricos Colón fue enterrado en la capital de la hoy República Dominicana, pero en 1795 fueron trasladados a La Habana después de que parte de la isla de La Española fuese cedida a Francia. Posteriormente, tras la pérdida de Cuba los restos volvieron a cruzar el océano para reposar definitivamente en Sevilla. Sin embargo, hay quienes sostienen que los restos de Colón nunca salieron de República Dominicana. Una hipótesis que cobró fuerza cuando aparecieron unos huesos en la catedral de Santo Domingo a finales del siglo XIX que se atribuyeron inmediatamente al almirante.

Para tratar de desvelar el misterio, un equipo de científicos españoles dirigidos por el doctor José Antonio Lorente realizó en 2003 un análisis genético de los restos enterrados en Sevilla -en Santo Domingo se negaron a realizar la prueba- y los compararon con los descendientes de la familia Colón. Los resultados fueron concluyentes: el descubridor de América se encontraba en la catedral hispalense.

Resolver un crimen

La ciencia también puede ayudar a desmontar un crimen milenario como el de Tutankamon. El niño faraón ha suscitado verdaderas investigaciones policiales para determinar las causas de su precoz muerte a los 19 años. Su inesperada desaparición unida a algunas lesiones halladas en los huesos del faraón, como una fractura en el cráneo desvelada en una radiografía en 1968, convirtieron a Ay, gran sacerdote y sucesor de Tutankamon, en el principal sospechoso de dar un final violento al faraón. Sin embargo, investigaciones más modernas dirigidas por Zahi Hawass -principal arqueólogo egipcio- demostraron a través de análisis radiológicos y de ADN que Tutankamon sufría el mal de Kohler (necrosis avascular del hueso navicular del pie) que le provocó la muerte y que justificaría el elevado número de bastones encontrados en su tumba.

Las actuales técnicas científicas también permiten explicar comportamientos violentos y psicopáticos de algunos personajes. Es el caso de Iván IV, el Terrible. El colérico y déspota zar ruso cuyo sanguinario reinado estuvo caracterizado por numerosas purgas y matanzas pudo tener su origen en una errónea medicación. Y es que el análisis de sus restos óseos determinó que contenían altas dosis de mercurio. Este producto químico era usado en el siglo XVI como remedio para las enfermedades venéreas. Sin embargo, hoy se sabe que su ingesta produce graves alteraciones mentales -entre otras cosas- que pudieron llevar al zar a la locura.