DESDE GONZÁLEZ EL "PEDIGÜEÑO" HASTA AZNAR Y RAJOY

Cómo plantarse ante los socios europeos

El contexto interno y la determinación de forzar la negociación hasta el límite condicionan las posibilidades de éxito

MADRID Actualizado: Guardar
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Toda negociación en Bruselas supone una pelea dura y complicada por la disparidad de intereses que representan los estados en liza, cuyo éxito o fracaso depende de la medida en que alcancen los objetivos nacionales. En las posibilidades de imponer el criterio propio influye el contexto interno, pero también la determinación de forzar la situación hasta las últimas consecuencias. Es lo que los militares llaman "voluntad de vencer", cuya sola exhibición puede tener un efecto disuasorio comparable al del mejor armamento.

Las deficitarias España e Italia lograron en el último Consejo Europeo imponer sus criterios a los de la poderosa y boyante Alemania en una negociación que acabó de madrugada y cuyo buen resultado reconoció hasta el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. No es la primera vez que España, otrora un país considerado fastidioso en las negociaciones, logra apuntarse un éxito contra pronóstico. José María Aznar y Felipe González también supieron plantarse ante los socios y ponerles contra las cuerdas.

Sin llegar al nivel de Polonia que en tiempos de los gemelos Kaczynski desesperó al Consejo hasta el punto de invocar los crímenes nazis en las negociaciónes, Aznar trajo de cabeza a sus socios por su agresividad en las sucesivas reformas de los tratados y negociaciones de los fondos. En 2003, aliado precisamente con Varsovia, amenazó al canciller Gerhard Schröeder con vetar la reforma del Tratado de Niza, que alumbraría la fallida Constitución Europea, si España perdía poder en las instituciones de la UE.

Antes, en 2001, Aznar había condicionado también su apoyo a la ampliación europea a un pacto a su medida para el reparto de los fondos estructurales -amenazados por la llegada a la UE de los nuevos socios del Este- a partir de 2006. Y en 2000, cuando se firmaron los acuerdos de Niza, acudió a la ciudad francesa con la determinación de lograr para España la misma capacidad de bloqueo que los cuatro 'grandes': Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia.

Años atrás Felipe González había exhibido parecida determinación. En diciembre de 1992, en la Cumbre de Edimburgo, se encaró con británicos y daneses e insinuó que bloquearía cualquier acuerdo que no incluyera las pretensiones españolas. Estaban entonces en juego la ratificación del Tratado de Maastricht, los fondos de cohesión -el gran caballo de batalla para España- y la ampliación de la entonces CEE.

González aprovechó su sintonía con el canciller Helmut Kohl, el más firme partidario de la ampliación, para animarle a ser más generoso en la distribución de los fondos estructurales y de cohesión en los años sucesivos. El resultado fue un éxito financiero para España, pero al jefe del Gobierno le costó muchas críticas internas, hasta el punto de que el entonces líder de la oposición, José María Aznar, llegó a calificarlo injustamente de "pedigüeño".