El monumento construido en 1912 en Cádiz para conmemorar el centenario de la Constitución. / Archivo
la otra historia

¡Vivan las caenas!

La Constitución de Cádiz tuvo una implantación convulsa e incompleta por la oposición absolutista encarnada en Fernando VII

MADRID Actualizado: Guardar
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El carruaje de Fernando VII se detiene. Un grupo de personas desengancha a los caballos de las cadenas necesarias para empujar la carroza real y empiezan a tirar ellos mismos de la caravana. Su gesto es acompañado de un grito: ¡Vivan las caenas! Es el cántico que se reproducirá en la entrada de Fernando VII en las ciudades españolas en 1814. El pueblo recibe con fervor la vuelta del absolutismo encarnada en la figura del 'Deseado'. Celebran que el Rey haya derogado la Constitución de Cádiz.

'La Pepa', cuyo bicentenario se celebra este año, supuso el comienzo del constitucionalismo en España. Sin embargo, su implantación fue tortuosa e incompleta. Lejos de los aplausos que concita en la actualidad, la Constitución de Cádiz fue víctima del absolutismo reinante en España y Europa tras las guerras napoleónicas y la revolución francesa. El texto chocó con numerosos obstáculos. La guerra, la falta de apoyo popular y un monarca despiadado y corrupto. Sus avances democráticos apenas tuvieron la posibilidad de ponerse en práctica.

La primera Carta Magna de España se promulgó el 19 de marzo de 1812 en Cádiz. El texto consagraba la separación de poderes, limitaba la autoridad del Rey, tanto legislativa como económica, e instauraba el sufragio masculino indirecto. Además, en su artículo 371 reconocía la libertad de todos los españoles de “escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación”. Es decir, eliminaba la censura. Pese a la ruptura con gran parte del sistema anterior, algunos sectores mantenían su poder. Fue el caso de la Iglesia. La Constitución reconocía la confesionalidad del Estado, donde la única religión era la católica. Las mujeres tampoco salían bien paradas. Solo se las nombra una vez en sus 384 artículos. Pese a todo, el texto suponía un gran avance para la época y una victoria para los liberales.

Sin embargo, la Constitución no pudo aplicarse en un país invadido y centrado en la lucha contra el ejército francés. Tras dos años más de guerra el conflicto terminó con el triunfo español y el regreso de Fernando VII. Era el momento decisivo para consolidar o no el proceso constitucional. Contra la opinión de las Cortes, el monarca no se dirigió directamente a Madrid. Fernando VII no quería jurar la Constitución y sabía que si iba a la capital tendría más difícil evitarlo. Antes quiso tantear el terreno y acudió a Valencia. Allí le esperaba una delegación de absolutistas que le entregaron el manifiesto de los Persas, un documento firmado por 69 diputados de las Cortes en las que pedían al Rey que recuperara los poderes del Antiguo Régimen y aboliera la Constitución. Fernando VII comprobó que el apoyo a los principios de la Carta Magna no era tan grande y no dudó en eliminarla. Los vítores a la 'Pepa' se tornaron en gritos a favor de las cadenas del absolutismo.

Los pronunciamientos

Y la cadenas cayeron con fuerza, sobre todo, contra los liberales, muchos de ellos auténticos héroes de la guerra de la independencia. De esta forma comenzaron seis años de persecución y represión contra todo lo que oliera a liberal. Durante ese periodo se produjeron varios pronunciamientos militares sin éxito. Sin embargo, en 1820, el general Rafael de Riego tuvo más suerte en Cabezas de San Juan. Comenzó el trienio liberal. Un acorralado Fernando VII no tuvo más remedio que aceptar los hechos: “Marchemos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional”.

Pero el Rey no iba a claudicar tan fácilmente y pidió ayuda al exterior. Europa, que también había restaurado el Antiguo Régimen tras las convulsiones provocadas por la revolución francesa, socorrió al monarca español. Los Cien Mil Hijos de San Luis enviados desde Francia repusieron los poderes absolutos a Fernando VII sin apenas oposición, en un nuevo ejemplo de que la Constitución de Cádiz no había calado en la sociedad. Fernando VII no volvió a dar otra oportunidad en sus últimos diez años de reinado.

Sin embargo, el espíritu de la Constitución de Cádiz sobrevivió al monarca y en 1836 un nuevo pronunciamiento, esta vez de la Guardia Real en la Granja de San Ildefonso reinstauró la 'Pepa', que sirvió de inspiración para la Carta Magna de 1837. La senda constitucional ya era imparable.