Imagen tomada ayer en el Museo del Prado. / P. Campos (Efe)
ARTE

Coincidencias reveladoras

El estudio de esta obra comenzó hace dos años, en el marco de la exposición ‘La Sainte Anne, l’ultime chef-d’œuvre de Léonard de Vinci’

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El estudio de esta obra comenzó hace dos años, en el marco de la exposición ‘La Sainte Anne, l’ultime chef-d’œuvre de Léonard de Vinci’, que se inaugurará en marzo de 2012 en el Museo del Louvre. La investigación no está concluida y su importancia reside en la gran aportación que supone para profundizar en los procedimientos de trabajo del taller de Leonardo, hasta ahora poco conocidos.

La obra ha estado expuesta en el Museo del Prado desde el siglo XIX y pertenece a la Colección Real Española desde mediados del siglo XVII, aunque su procedencia es aún desconocida. El estudio cruzado de las dos obras y de sus documentos técnicos contribuye también a comprender la pintura del Louvre y a completar la secuencia de los pasos de su ejecución, puesto que la nitidez de las imágenes generadas por el examen de la tabla del Prado ayuda a distinguir rasgos en los documentos de la original cuya comprensión no es fácil.

La existencia del paisaje bajo el fondo negro se detectó en la reflectografía infrarroja. Los análisis químicos realizados concluyeron que era un repinte, añadido no antes de 1750. Los materiales de la obra son de gran calidad y su factura, es muy cuidada. Está pintada sobre una tabla de nogal, soporte habitual en obras de Leonardo y su círculo milanés, y en lugar de la tradicional preparación de yeso, tiene otra compuesta principalmente por blanco de plomo, que, si bien inusual, era utilizada en la ‘bottega’ del maestro cuando se trabajaba sobre nogal. El extraordinario interés de esta copia radica en que, desde el dibujo preparatorio y casi hasta los últimos estadios, repite el paulatino proceso creativo de la Gioconda. El análisis comparado de las reflectografías infrarrojas revela detalles idénticos bajo la pintura y, por lo tanto, invisibles en superficie, que evidencian un proceso de elaboración paralelo. Las figuras son iguales en dimensiones y forma, quizá traspasadas con el mismo cartón. En el dibujo preparatorio del original se distinguen las líneas de emplazamiento de la figura y etapas de ejecución intermedias que aparecen en la obra del Prado. Lo que es más importante es que cada una de las correcciones que hizo Leonardo en el dibujo subyacente del original se repiten en la versión de Madrid, como la transformación del contorno de la cintura, la posición de los dedos, o los contornos del velo y la cabeza. Un copista «tradicional» transcribe lo que ve en la superficie pintada, y no lo oculto, y la existencia de modificaciones comunes bajo la pintura de los dos cuadros demuestra que el autor de la tabla del Prado presenció gran parte del proceso de concepción y el desarrollo de la Gioconda. Las coincidencias de las reflectografías, junto con otros datos técnicos, apuntan a que la pintura del Prado fue realizada por un miembro del taller de Leonardo, y dan sentido a la hipótesis de un «duplicado», realizado al mismo tiempo y con acceso directo al proceso de ejecución del cuadro de Leonardo.