tenis | abierto de australia

Djokovic alcanza la eternidad

El tenista serbio volvió a vencer a Rafa Nadal y se proclamó campeón en un épico y antológico encuentro que duró casi seis horas (5-7, 6-4, 6-2, 6-7(5) y 7-5)

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El alma disputa cada punto. El corazón golpea cada bola. La pasión impulsa cada desplazamiento. El coraje empuja cada movimiento. La heroicidad protagoniza cada juego. Son Novak Djokovic y Rafael Nadal, dos deportistas con mayúsculas. Dos tenistas que este domingo completaron una oda al tenis: un encuentro imborrable, probablemente el mejor de la historia, una final que ya forma parte de la antología de este deporte. Casi seis horas de batalla que terminaron con el serbio como campeón del Abierto de Australia. Un hercúleo duelo entre dos deportistas irrepetibles que completaron el partido más largo de la historia del torneo australiano. Un choque inhumano que se recordará siempre.

Los espectadores que disfrutaron de ese maravilloso espectáculo en la Rod Laver Arena supieron agradecérselo. En el noveno juego del quinto set, después de más de cinco horas de juego, los aficionados se pusieron en pie después del enésimo punto imposible que se decanta por uno de los dos. Una larga ovación homenajeó a dos extraterrestres que estaban al límite de sus fuerzas, al borde del desmayo. Era la manga definitiva. Nadal venía de un 4-2 suyo que le ponía muy cerca de la victoria final. Pero Djokovic, su bestia negra, su pesadilla en 2011, resurgió de nuevo. Se colocó 6-5 a su favor, no falló con su servicio y cerró ante Nadal su tercer ‘Grand Slam’ consecutivo por 5/7, 6/4, 6/2, 6/7(5) y 7/5.

Fue una eternidad antes de que Nole alzase el trofeo. El balear era conocedor de la importancia de conseguir la primera manga y comenzó por delante el encuentro. En sus últimos cuatro enfrentamientos, el serbio había comenzado siempre apuntándose el primer set. Y con mucho sufrimiento e idas y venidas en el parcial, logró su objetivo. Los puntos eran cortos, sin mucho ritmo. Su derecha paralela, un ingrediente vital y determinante para derrotar al serbio, comenzó a funcionar. Rompió el servicio de su oponente y mantuvo el suyo. Sin embargo, Nole no facilitó la labor del número dos del mundo. Devolvió el ‘break’ e incluso se llegó a colocar con 5-4 a su favor.

Rafa había perdido la iniciativa y había retrocedido en la pista. No se encontraba cómodo y la alargada sombra de la pasada temporada parecía cubrir al juego del español. Pero extrañamente Novak Djokovic, el tenista que mejor ha gestionado los puntos decisivos en los últimos meses, falló en el momento clave y lo pagó con la rotura de servicio. Y esta vez, con su servicio, Nadal no desaprovechó la oportunidad y se hizo con el parcial.

Las dudas de la primera manga –entre los dos jugadores cometieron 36 errores no forzados- fueron dejando paso a un tenis más fluido y vistoso que benefició al serbio. Con 5-3 a su favor y un ‘break’ en su haber, Nole sacaba para igualar el encuentro. Y las vacilaciones protagonizaron los servicios de ambos. Primero fue el serbio el que desperdició dos bolas de set y regaló el juego al español con una doble falta gracias a la cual contrarrestaba la rotura de servicio. Era un punto decisivo y sorpresivamente el número uno del mundo lo había concedido de la forma más dolorosa posible. Nadal tenía una bola para igualar la manga, pero se le complicó el juego. Y si antes había sido Nole, ahora era el español el que cedía a la presión y cometía una doble falta inusual.

Agresividad serbia

Con un set iguales, el manacorense tenía que ser más agresivo, retomar la iniciativa y pegar a la bola más cerca de la línea de fondo. Y no solo eso, necesitaba más primeros saques para contrarrestar la agresividad al resto de su rival. Pero durante todo el parcial estuvo lejos de lograr esos objetivos. Djokovic era superior. Y obtuvo su recompensa: 4-1 a su favor en el set; el camino perfectamente allanado. Afincado sobre la línea de fondo, el serbio dominaba los puntos, movía a Nadal y jugaba a placer. Abría la pista con su derecha y mandaba en el punto.

La estrategia de de Manacor no funcionaba. El recuerdo de las seis finales cedidas en el 2011 y las dudas mostradas en ese encuentro flotaban sobre la pista. Djokovic iba a más; Nadal a menos. Lastrado por su posición en la pista, demasiado retrasada, el balear lo pagó. Con un último juego al saque perdido en blanco, cedió la tercera manga de un partido que tenía muy cuesta arriba.

Estaba en una encrucijada. Tenía dos opciones: seguir atrás en la pista y continuar a merced de Djokovic o emular el excepcional tercer set en la final del Abierto de Estados Unidos, donde se metió en la cancha, multiplicó su agresividad y la profundidad de sus tiros. Y repitió la hazaña del US Open. Fue más ofensivo con sus golpes y su servicio y pareció dar con la tecla. Después de remontar heroicamente un 0-40 en contra e igualar la manga a cuatro, la lluvia paró su progresión. Eran los mejores momentos del español desde el primer set, pero unas inoportunas gotas de agua le frenaron en seco.

Sin embargo, pronto volvió a retomar su enérgico tenis, el que llevó el partido a la muerte súbita. Era la fase de todo o nada. Y el mejor deportista español de la historia demostró la garra, la mentalidad y la pasión que le han llevado a entrar en el Olimpo del tenis. Sacó a relucir sus mejores tiros y, por si era poco, consiguió remontar la muerte súbita. Del 3-5 en contra al 7-5 a favor. De la decepción a la esperanza. De bordear la derrota a soñar con la victoria.

Pero no lo consiguió. Y no porque no lo intentase, porque no lo mereciese o no se dejase el alma en el intento, sino porque enfrente tenía a un jugador que volvió a demostrar por qué es el número uno del mundo. Delante tenía a un tenista que le ha ganado las últimas siete veces que se han enfrentado. Al otro lado de la red estaba Djokovic, que ganó su quinto título de ‘Grand Slam’. Un deportista que demostró ser de otra dimensión y que alcanzó la eternidad este domingo.