El Gobierno ha pedido a los pescadores españoles que faenan en aguas de Marruecos que las abandonen para evitar cualquier tipo de conflicto. / Archivo
análisis

Sáhara: mucho más que los peces

MADRID Actualizado: Guardar
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Lógicamente, la decisión que ayer adoptó el parlamento europeo al vetar el acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos ha sido percibido entre nosotros como un grave revés para las flotas andaluza y canaria, que copan casi en su totalidad las licencias otorgadas por el Reino a las flotas europeas, pero en Rabat se atiende más a otra dimensión: lo que aporta en el terreno político y diplomático al conflicto en el Sáhara.

El FPolisario, en diversos registros y latitudes diferentes, se apresuró a aplaudir la decisión, que equivaldría en la opinión de algunos de sus portavoces a un cambio europeo en la percepción jurídica y política del asunto. Tal vez no hay para tanto, pero es un tropiezo formalmente a cuenta de un banco de pesca que confirma una cierta conducta de la comunidad internacional rehusando reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.

La única reacción oficial en Rabat fue la de ordenar a los barcos que abandonaran las aguas saharahuis "antes de medianoche", lo que fue obedecido a falta de cualquier posibilidad de evitarlo. Todo esto pese a que la resolución del europarlamento hacía una crítica más técnica y ecológica (sobre-explotación del caladero a cambio de pocas ventajas materiales) y solo entraba deprisa y sin gran vigor en la cuestión de la soberanía al mencionar que entre los defectos del acuerdo figuran dudas sobre su legalidad internacional.

La reacción marroquí

Una pregunta ayuda a definir los parámetros de la cruda reacción marroquí: si, expresando tales dudas, el acuerdo hubiera sido finalmente aprobado, ¿lo habría recusado el reino de Marruecos? Es probable que sí porque el asunto del Sáhara es sentido allí como un asunto de integridad geográfica y soberanía territorial y el discurso oficial, pero también el popular lo sitúan en la unanimidad nacional.

La decisión del parlamento va contra los deseos de los gobiernos y su representación ejecutiva, la Comisión de Bruselas, pero los diputados que se saben independientes de los partidos de gobierno y una cierta indiferencia de otros hicieron posible el resultado. Sorprendida, la prensa marroquí se abstuvo en primera instancia de opinar sobre lo sucedido y todo el mundo miró hacia la agencia oficial de noticias, MAP, para ver qué rumbo tomar. A falta de elaboraciones de más alto rango, ni siquiera ese medio fue más allá de comunicar la orden del gobierno a las flotas.

El tropiezo marroquí es considerable, pero ni muy sorprendente ni con la capacidad para alterar el tenas statu quo que si sufre algún cambio será meramente el promovido por el propio gobierno marroquí con una fórmula de autonomía que será muy visible en los próximos meses pues al nuevo gobierno (de coalición, con un primer ministro islamista) en vías de creación, le tocará aplicar el proceso de descentralización y regionalización que incorpora la nueva Constitución.

El diálogo de sordos

El viejísimo conflicto, abierto en 1975, está estancado y la mediación de las Naciones Unidas a cargo del diplomático norteamericano Christopher Ross, no ha dado el menor resultado pese a que las partes, más delegaciones argelina y mauritana como observadoras, se han reunido por tres veces en Manhasset, junto a Nueva York, la última en julio pasado.

La renovación mecánica de la misión de la ONU sobre el terreno (Minurso) adoptada anualmente por el Consejo de Seguridad es la única novedad diplomática digna de mención. El asunto no estuvo en la preocupación popular en Marruecos durante la reciente campaña y la opinión oficial allí es la de insertar oficiosamente el asunto en el plan de regionalización ahora en marcha.

Esto no sustituye al esfuerzo de la ONU, pero la eventual inutilidad final del mismo, que se puede prever, no alterará la voluntad oficial al respecto. La profesora y gran jurista marroquí Amina El-Messaoudi, miembro de la comisión de reforma constitucional que elaboró la nueva Carta Magna del país, dijo en nuestra presencia en Madrid hace poco esto: "hay una negociación internacional con la fórmula de autonomía ofrecida y si no funciona, se aplicará allí, como en cualquier parte del Estado, la regionalización prometida".

De hecho parecen estar tomándose algunas disposiciones: el nuevo gobierno creará en el ministerio del Interior un poderoso Secretariado para emprender la descentralización… que, tal vez, podría empezar por el Sáhara.