ruta quetzal 2011

El Perú se desnuda ante los ruteros

La Ruta Quetzal descubre la pobreza del país andino en su camino de Lima a Huanchaco

PERÚ Actualizado: Guardar
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Huanchaco recibe a los expedicionarios de la Ruta Quetzal. Es de noche. Están cansados después de 12 horas de autobús, las que les han llevado desde Lima a esta pequeña localidad costera, de 20.000 habitantes, situada a 850 kilómetros al norte de la capital. Los lugareños pretenden que se sientan como en casa desde el mismo momento que ponen pie en tierra. Por ello, por una vez, y sin que sirva de precendente, bailan la Danza del Diablo cuando no toca. Cada cinco años los habitantes de Huanchaco pasean a su Virgen del Socorro hasta Trujillo. La llevan al hombro por todas las iglesias que existen en esos 20 kilómetros de distancia. Cada lustro, un milagro. Y así generación tras generación. La realidad es que los milagros brillan por su ausencia. Perú es pobre.

El 40% de la población vive en la pobreza. Y los ruteros lo han podido comprobar en el largo recorrido en autobús que les ha llevado hasta Huanchaco por la 'autopista' Panamericana -lo de autopista es un decir-. El comentario entre los jóvenes es unánime. Han visto el Perú que ha estado escondido para sus ojos mientras paseaban por el caso histórico de Lima. Ha sido salir del centro de la capital y darse de bruces con la realidad. Las estructuras de la ladrillo -a la que no se les puede llamar casas- hacen equilibrios en las laderas del desierto que queda entre el Pacífico y la cordillera de los Andes. Y así un kilómetro tras otro. La rutera Elisabet Cueto, de Asturias, confiesa que "verlo por televisión es una cosa y otra bien distinta es verlo en directo". La Ruta Quetzal les ha abierto los ojos. María Garres, de Murcia, también ha borrado por el momento su perenne sonrisa. "Lo que hemos visto nos debe hacer reflexionar. A ellos y a nosotros. Porque está bien que el Perú sea por fin sea un territorio libre de analfabetismo desde hace dos semanas, pero de poco sirve si la muralla de la exclusión sigue levantada en la puerta de casa.

Poblados en mitad del desierto, sin agua potable, sin alcantarillado eléctrico, y sin nada de nada, se repiten en las 12 horas de autobús que nos llevan a Huanchaco. Eso sí, las promesas electorales de Keiko especialmente, Humala, Juan Calderón y César Álvarez son continuas. Grandes murales pintados a brochazo limpio dibujan un futuro mejor. Comedores dignos y un vaso de leche al día es uno de los mensajes de Keiko. Los hay a patadas. Allí donde hay una pared, hay un mensaje. Pero lo cierto es que, a pesar de la positiva evolución -durante la última década el crecimiento anual es de alrededor de un 6%- y buenas perspectivas de futuro, hay mucho trabajo por hacer en este país. Y estamos ante la séptima economía de Latinoamérica.

Los habitantes de esta franja costera entre Lima y Huanchaco miran al cielo para que sus calles no se conviertan en barrizales, para que tengan que esperar al camión del agua que pasa cada semana y para poder dar una educación a sus niños y niñas. Y todavía reciben con una sonrisa al visitante. "Cuanto tenemos que aprender los jóvenes", dice la gaditana Sandra Ragel. Y los mayores. Y es que los milagros de la Virgen del Socorro dan un empujoncito cada cinco años pero no rompen el círculo.