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Vídeo: Agresión de un preso a los funcionarios en la cárcel de Puerto III

M. ALMAGRO

Nueve de la mañana. Fabrizio Joao Silva, guineano, más de 1,80 de estatura y 120 kilos de peso, está en su celda. En 'El Quince', el módulo donde habitan los más peligrosos. Es un 91.3, un FIES. A su espalda, una condena de 22 años por asesinar a su pareja y otra de 17 por acabar con la vida a golpes y patadas con otro recluso en Alcolea (Córdoba). Es 21 de julio de 2016 y parece estar tranquilo «como un día más».

Como se puede ver en el vídeo que ofrece hoy este periódico, Fabrizio sale de su celda aparentemente tranquilo. En la mano lleva enrollada una toalla. Varios funcionarios lo esperan en lo que se conoce como rastrillo para cachearlo y trasladarlo al patio. Cuando ya se acerca a ellos, hace el gesto de dejar la toalla en una silla pero de repente se revuelve. Saca un pincho de ocho centímetros hecho por él mismo con el estilete de un zapato y se lo clava a uno de los funcionarios en el cuello, a otro en la cara y a otro en el antebrazo. Y así, uno a uno, él solo contra seis con una extrema violencia. «Estaba como loco, obcecado», declararon sus víctimas durante el juicio. Se resiste con patadas y puñetazos. No suelta el pincho. Lo sujeta a modo de puño americano y por cada golpe que da, herida que provoca.

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