TRIBUNA LIBRE

Los puertos y los puentes resuenan

En mi artículo anterior les advertí que el «extraño» fenómeno del Puerto de Conil ...

Resonancia. Puerto de Ciudadela, muy afectado por la resonancia. Cedida

Gregorio Gómez Pina

En mi artículo anterior les advertí que el «extraño» fenómeno del Puerto de Conil, que tanta alarma social había creado en las redes sociales, era algo normal en los puertos como en el de Ciudadela, donde le llaman ‘rissagas’. Para mis alumnos ha sido siempre un tema clásico, muy bonito de explicar, apoyado por vídeos de casos reales, y en donde siempre aprovecho para exaltar la figura de nuestro maestro el Profesor Iribarren, que en 1948 estudió y resolvió el problema de las ‘resacas’ del Puerto de Motrico. Para los ingenieros, lo sucedido se conoce como “resonancia” de un puerto, y es algo tan normal que siempre forma parte en algún examen.

Dicho esto, voy a intentar explicarles por qué ‘resuenan’ los puertos, tarea que, créanme, no es del todo fácil para una audiencia no especializada. Para empezar, les diré que el agente principal que desencadena este fenómeno son las olas. Pero pongan atención: no se trata de las olas ‘normales’ que llegan a nuestras playas y que estamos acostumbrados a ver, con diferentes alturas y ‘ritmos’ (que llamaremos periodos). Se tratan de olas u ondas de alturas prácticamente imperceptibles y de periodos muy largos, digamos que, por encima de 100 segundos, conocidas como ‘ondas largas’. Piensen que los periodos de las ‘olas normales’ están entre 3 y 30 segundos. Esas ‘ondas largas’ pueden ocasionarse por variaciones bruscas de presión en el océano, sin que necesariamente tenga que haber un temporal. Sin embargo, también pueden darse cuando exista un temporal de mar de fondo, presentándose entonces como una onda larga e imperceptible que viaja acompañando a las olas, que llegan a las costas en grupos. Recuerden lo de las ‘tres Marías’, la ‘séptima ola’, etc.

Para que vean que las cosas del mar no son sencillas de explicar, les diré que cuando las olas de toda la vida o bien esas ‘ondas largas extrañas’ penetran en un puerto, empiezan a aparecer cosas raras. Se transforman por arte de magia (o matemáticamente, para los científicos) en ondas que no avanzan, sino que suben y bajan con un cierto ritmo. Son lo que los científicos llamamos ‘ondas estacionarias’.

–¿Pero existen esas olas? Yo no las he visto—se preguntarán.

–Pues sí, y permítanme que les ponga un ejemplo sencillo, pero eso sí, lejos del mar: en la bañera de su casa, si hacen lo que les voy a decir.

Llenen la bañera a la mitad, por ejemplo, y denle un pequeño impulso a la masa de agua, que comenzará a subir y bajar rítmicamente, es decir, con un cierto periodo. Pueden comprobar que este periodo dependerá de la profundidad del agua y también de las dimensiones de la bañera si lo repiten en otro cuarto de baño. Fíjense más: en la pared en que sube el agua, las partículas sólo se moverán verticalmente, al igual que en la pared opuesta, en donde bajará. ¿Y en el centro de la bañera? Pues no habrá movimiento vertical, y sólo horizontal. Los ingenieros diremos que en las paredes tendremos la máxima energía potencial y en el centro la máxima energía cinética. A ese punto de máxima velocidad horizontal le llamaremos ‘nodo’.

Si me han seguido, entenderán que algo así podría haber pasado en la dársena del Puerto de Conil. El agua subió y bajó rítmicamente; se ‘vació’, dijeron algunos testigos. Y en los nodos se produjeron fuertes corrientes, no vistas con anterioridad, capaces de romper las amarras de las embarcaciones que estaban en su cercanía.

Pues las ‘rissagas’ del Puerto de Ciudadela, que por cierto se repitieron unos días después del ‘extraño fenómeno’ del Puerto de Conil, son parecidas, pero no iguales. Ello es debido a que allí la dársena es rectangular, pero abierta en el extremo, que es donde está situada la bocana por donde entran y salen las embarcaciones. Ustedes mismos razonarán cómo va a oscilar esa dársena: el agua subirá y bajará en la pared del fondo y en el extremo, en la bocana, habrá un ‘nodo’, es decir, existirán fuertes corrientes horizontales de la masa de agua, que entrará y saldrá rítmicamente. Al final, las embarcaciones rompen sus amarras y se quedan al albur de las fuertes corrientes, saliendo y entrando en el puerto con un movimiento rítmico... un caos.

Me gustaría que alguien me preguntara de qué orden son los periodos de esas oscilaciones, de esos vaciados y llenados, y de qué dependen, señal de que me han ido siguiendo y de que ven que la explicación todavía no se ha acabado. La respuesta es sencilla: de la geometría de esas bañeras y de la profundidad del agua. Si nos centramos en el Puerto de Conil, esa ‘bañera’ (dársena) tendría una longitud de unos 450 metros y una profundidad que, eso sí, dependerá de la carrera de marea. Y el nodo, en donde aparecerían las fuertes corrientes horizontales, estaría en el centro, que es donde precisamente existen unos pantalanes, que se verían afectados por las fuertes corrientes. En las paredes verticales (muelles), el agua subiría y bajaría verticalmente con la consiguiente alarma social creada, al pensar que esa retirada del agua era producida por la llegada de un tsunami.

–¿Y con qué ‘ritmo’ o periodo subiría y bajaría esa masa de agua?– sería una buena pregunta si me la hacen, señal de que siguen interesados en saber cómo va a acabar todo esto que les estoy explicando.

–Pues si supusieran, por ejemplo, una profundidad de 2 metros de esa dársena, y me creen, el periodo de oscilación de la misma podría ser del orden de unos 200 segundos.

–Bueno, hasta ahora lo voy entendiendo, pero todavía no me ha explicado qué es eso de que los puertos ‘resuenan’ –sería otra pregunta de un lector interesado y al que no he aburrido.

¡¡Ufff!! Parece que ya voy llegando al final, por lo que voy a intentar explicarles el fenómeno de la resonancia, que se da en multitud de situaciones de la vida real, bien lejos del mar. Diremos de una forma muy general que un sistema entra en resonancia cuando sus oscilaciones naturales coinciden en periodo (o frecuencia) con las de una excitación externa, y entonces los movimientos se amplifican. Piensen en una pasarela peatonal que presenta unos pequeñísimos movimientos verticales y por donde pasara una tropa de soldados marcando el paso. Pues si la frecuencia de esos pasos coincidiera con la frecuencia de esos movimientos verticales propios del puente, entonces éste se empezaría a mover mucho más, pudiendo incluso colapsar. Como sucedió en 1831 en el puente de Broughton, que colapsó cuando 74 soldados lo cruzaron marcando el paso. De ahí la recomendación de que todas las tropas deben romper el paso cuando marchen sobre un puente.

Pues eso sucedió la mañana del 6 de julio en el Puerto de Conil. No fue un tsunami, ni el ‘afelio’, ni la marea. Sucedió, como en el caso del puente peatonal que les he contado: el puerto entró en resonancia, al coincidir el periodo de oscilación de una de sus dársenas con el de una ‘onda larga’, producida posiblemente por variaciones bruscas de presión que sucedieron ese día.

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