Mi rincón favorito

Cristina Martínez Caballero: La portuense que lucha por convicción por las mujeres de Sierra Leona

De familia bodeguera, esta enamorada de su tierra, es una emprendedora social que ha convertido la ayuda en el motor de su vida

Arriba, Cristina (de rojo) en la actualidad.

Goretti Domecq

Cristina Martínez Caballero, portuense, enamorada de su tierra, de familia bodeguera, y la presidenta de la ONG Pequeña Nowina. Tiene un gran recorrido profesional y una vida muy vocacional. Fue al colegio Grazalema en Valdelagrana, del que destaca haber aprendido unos valores que le han ayudado a lo largo de su desarrollo. Nos confiesa, que en esa época escolar era un poco ‘rebeldilla’, aunque siempre en el buen sentido. «No me acuerdo de muchas cosas que estudiábamos, pero sí que lo hago de la formación humana que recibí y que intento llevar en mi día a día».

Martínez Caballero se licenció en Publicidad, Relaciones Públicas y Comunicación en la Universidad de Navarra, uno de los centros pioneros en esta materia, y que cuenta con su sede en Pamplona. Ya en esta fase de su vida, empezó a demostrar que cuando algo se le mete en la cabeza, tiene que hacerlo, y es que le gustaba tanto el pádel que en su primer año de carrera se movilizó para conseguir que hiciesen unas pistas en el campus. Cuando terminó, estuvo de prácticas en Miami, porque ella quería viajar y conocer mundo, así que las pidió fuera de España. Años más tarde, se especializó en Marketing por la Boston University, e hizo varios programas del IESE Business School, entre ellos de desarrollo directivo y liderazgo social.

Cristina, ha pasado por puestos de gran responsabilidad en diferentes empresas multinacionales, tanto en España como en el extranjero, pero siempre sentía que le faltaba algo, que no estaba dando al mundo lo que por una parte creía que tenía que dar. Desde niña ha estado marcada por una gran responsabilidad social, y es que, en su casa, siempre les hacían ir una vez a la semana al asilo de ancianos, a ayudar en las diferentes tareas. Y allá por donde ha vivido ha participado en los diferentes voluntariados que había. Nunca se ha desvinculado de ese espíritu solidario.

Según se iba desarrollando en el mundo profesional, cada vez intentaba acercarse más a algún trabajo con fines sociales, y en el año 2012 deja su puesto de directora de Comunicación y Marketing en una empresa tecnológica para poner en marcha el proyecto Escuelas de Wara Wara en Sierra Leona (África), pero como en el 2014 hubo un brote de ebola, les mandaron de vuelta a España. Durante un tiempo siguió ayudando en la medida de lo posible desde nuestro país, a través de la congregación de monjitas que conoció y allí seguían. En ese momento, se dio cuenta, que lo que tenía que hacer era crear su propia ONG, que esa era la misión que le tocaba ejercer, y que tanto tiempo había sentido. Durante su experiencia en la Sierra Leona más profunda pudo darse cuenta que había cosas que ella podría mejorar, y es en lo que después pondría el foco de su ONG.

En 2015, nace Pequeña Nowina, su gran proyecto, lo que sin saberlo había perseguido. Después de haber vivido en diferentes rincones del mundo, y sin haberlo imaginado, su destino fue África, es allí donde centra la misión de su ONG. Lo hace construyendo escuelas en zonas de una pobreza extrema.

En el centro atrás, en una foto de niña.

«No saben que tienen derechos»

Estando allí en su primera etapa, vive directamente la discriminación, por el simple hecho de ser mujer, y ve como a niñas se les niega la educación porque según dicen, es tirar el dinero. Nos cuenta, que las mujeres caminan larguísimas distancias para ir a por agua o realizan los trabajos más duros. «Muchas de estas ignoran que tienen derechos porque nunca han ido a la escuela ni nadie se lo ha enseñado. Muchas mueren al dar a luz por las condiciones tan precarias en las que viven. Pero yo sé que son capaces de hacer grandes cosas en el momento en el que se les da la oportunidad. De ahí nace esta ONG que tiene la clara vocación de ayudar a estas niñas y mujeres más vulnerables, y dotarlas de herramientas para que sean autosuficientes y puedan tomar sus propias decisiones desde la libertad. Para que tengan la oportunidad de convertirse en la mejor versión de ellas mismas. Pequeña Nowina se crea además con el deseo de construir puentes entre los países desarrollados y los llamados del tercer mundo, generando un aprendizaje mutuo».

Una de sus fuentes de financiación es el evento que cada verano organiza en el Castillo de San Marcos, y del que no se cansa de agradecer a proveedores y participantes, porque gracias a ellos puede hacer una labor increíble. Este se celebrará la semana que viene en El Puerto, lugar al que da gran importancia para poder desarrollar sus objetivos. «Aquí está mi casa, mis raíces y el lugar en el que siempre he encontrado mucha ayuda». Cristina es una persona muy familiar y de sus amigas, no recuerda un verano sin ellas. Son el pilar de su proyecto, porque siempre le han apoyado. «Mis amigas son las mismas que tenía de niña, algunas del colegio, al que iban de toda la provincia, y otras de fuera que venían en verano y coincidíamos desde muy chicas en El Bucito. Con ellas solía hacer deporte, más que playa, porque es algo que siempre me ha encantado, primero al tenis y después al pádel en la Casa Grande. Aunque si tengo que resumir mis vacaciones a un recuerdo, lo haría en casa de mi abuela con todos mis primos, somos muy piña, y casi todos siguen por El Puerto. Primero su casa estaba en ‘Las Piedras’, cuando no había nada construido, y después se mudó a otra cerca del Centro Comercial». «Recuerdo que no teníamos agua potable, y había que ir a comprarla. Montábamos en bici por lo que es el Soto, que entonces era el campo de mis tíos. Siento que los niños de hoy hacen el mismo tipo de planes».

Cristina, una ‘emprendedora social’, donde su entrega por los más necesitados es el motor de su vida, y lo que le ha hecho encontrar su camino a la felicidad. Quizás no tenga hijos, pero tiene a muchos niños a los que ayuda a crecer a través de su ONG. Cree mucho en Dios, y en sus planes. Orgullosa portuense, de su gente y adicta a su familia. Un espíritu energético dispuesto a seguir luchando por aquello en lo que cree, pero que cada verano vuelve a su rincón favorito, El Puerto de Santa María.

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