«En la ciencia y en la música todo fluye si se unen talento, libertad y recursos»

El gaditano Salvador Almagro-Moreno, catedrático de Medicina de la University of Central Florida, ha logrado dos de los premios académicos con más prestigio de EE UU y es uno de los principales especialistas respecto a pandemias

El investigador gaditano Salvador Almagro-Moreno.
Andrés G. Latorre

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Si al común de los mortales nos dieran un importante premio, lo primero que haríamos sería preguntar cuánto dinero ofrece. Y lo segundo, sería hacer cuentas para dejar de trabajar. No es el caso del investigador Salvador Almagro-Moreno (Cádiz, 1980), ganador de dos de los reconocimientos académicos más prestigiosos de EE UU (NSF CAREER Award en 2021 y, recientemente, el Burroughs Wellcome Fund Investigator in the Pathogenesis of Infectious Disease) y que aprovechará el impulso de los galardones para seguir desarrollando sus trabajos. En una entrevista, decía que era como ganar un Grammy después de haber ganador un premio Oscar...

... bueno, son comparaciones para tratar de explicar la importancia en el campo científico de los galardones, pero podría haber dicho que es como ganar la Liga y luego ganar el Carranza (ríe).

Pero son premios muy prestigiosos y con una gran dotación económica.

Sí. Y es muy importante porque respaldan las investigaciones que estamos realizando tanto con prestigio (lo que también es bueno para mi Universidad, la University of Central Florida) como con su dotación económica, algo fundamental si quieres seguir haciendo investigación puntera. En el segundo premio, el Burroughs Wellcome Fund PATH, te dan medio millón de dólares con la premisa de «nos gusta lo que estás haciendo, toma el dinero y preocúpate de investigar, nosotros te ahorramos las trabas». Cuando necesitas un buen equipo y materiales complejos, este tipo de ayudas es fundamental.

'Elucidando las adaptaciones patológicas en patógenos emergentes: El paradigma de Vibrio vulnificus' es el estudio por el que fue galardonado... ¿cómo podemos explicar en qué consiste?

Nosotros trabajamos con la emergencia de patógenos, queremos saber cómo un organismo que es inocuo termina siendo un patógeno agresivo. Por ejemplo, SARS-CoV-2, el virus que causa Covid-19, era un virus que vivía en el pulmón del murciélago sin ocasionar problemas y, de pronto, algo sucedió que desencadenó una pandemia. Nos interesa conocer ese proceso antes de que ocurra. Cuando la bacteria (que es lo que nosotros estudiamos) ya ha mutado en el humano, ya es tarde. En mis laboratorios, investigamos cuáles son estas capacidades de las bacterias que les permiten evadir el sistema inmune antes de que lleguen a colonizar al humano. Dicho de otra forma, no nos interesa la película de la enfermedad, sino la precuela.

Llama la atención que, cuando se habla de la aparición de patógenos, pocos piensan en el mar. La atención está en las granjas o en selvas remotas.

El mar es como el canario en la mina del cambio climático, este entorno es ideal para el estudio de los futuros patógenos. Además, los ecosistemas acuáticos son tridimensionales, tienen un gran movimiento de elementos que someten a cambios constantes a la comunidad bacteriana y eso es muy estimulante para la investigación. La mayor parte de patógenos acuáticos que, potencialmente, podrían afectar al ser humano necesitan aguas cálidas y con el cambio climático estamos observando que su hábitat se está expandiendo. Con los sistemas que hemos desarrollado investigamos, antes de lleguen al humano, cómo podrían convertirse en patógenos reales bacterias a las que ahora no prestamos atención.

Almagro-Moreno, con miembros de su equipo.

La 'Corporation for Science Advancement' le seleccionó entre los 50 científicos que podría determinar cómo nos afectará una hipotética futura pandemia . En este momento de la historia, es como ser uno de los 300 que tenían que defender Grecia de los persas.

(Ríe) Me gusta el símil, creo que en septiembre, cuando tengamos el encuentro todos los científicos, voy a llegar haciendo el grito de Leónidas. Ya en serio, el reconocimiento está muy bien, pero lo mejor es pensar que vamos a poder estar 50 científicos de los más diversos campos compartiendo ideas, confrontando puntos de vista durante varios días. El encuentro (que tendrá lugar del 30 de septiembre al 3 de octubre en Arizona) funciona como las citas express: te sientas durante unos minutos con otros científicos para que fluyan las ideas...

«El mar es como el canario en la mina del cambio climático, es un entorno ideal para el estudio de los posibles patógenos»

...parece que estuviera describiendo una sesión de improvisación de jazz.

¡Es que se parece mucho a la música! En la ciencia y en la música todo fluye si se unen talento, libertad y recursos. Si hay varios músicos colaborando y están en un buen ambiente, puede salir algo maravilloso. Claro que también hay que saber tocar bien los instrumentos y tener buenos equipos. Ayer, por ejemplo, se me ocurrió una idea para tratar el cólera y llamé a un investigador para charlar con él. Que tenga la libertad y los recursos de coger un avión y que nos podamos tomar una cerveza juntos para analizar nuestros puntos de vista es tremendamente enriquecedor, esta dinámica es la que contribuye al progreso. Como lo es el que, cuando oiga lo que le planteo, me diga «Salvador, esto es una pamplina».

¿Cómo llega un científico de Cádiz a ser uno de los más prestigiosos de EE UU?

Con mucho trabajo. Acabas la carrera y empiezas con la especialización, máster en un laboratorio, con posdoctorados en otros, las estancias... Yo empecé en Irlanda y mucho antes de comenzar con mi máster trabajaba como camarero o botones pero tenía una visión clara de lo que quería ser. Así que si te apasiona lo que quieres hacer y puedes llegar a ser, no te rindes aunque no dejes de trabajar. Es como el deporte de elite. Nadie le diría a Nadal «quillo, para ya con la raqueta». Pero para llegar a lo más alto hay que estar siempre mejorando. Y poder dedicarme a este campo, para mí, es un completo privilegio.  

No sé si puede venir a Cádiz con frecuencia por su trabajo.

Sin duda. Vuelvo a Cádiz todos los años, dos o tres veces y al menos, un mes y pico me lo paso aquí. Hay tres cosas sin las que no puedo vivir: mi portátil, mi guitarra y Cádiz. Me siento muy gaditano («de Segunda Aguada», acota) y muy andaluz. Llevo 18 años de frenesí en Estados Unidos y cuando llego aquí siento como el ritmo se desacelera y puedo tener otra perspectiva de las cosas. La última vez que vine, por ejemplo, pude ir al concierto del Centenario. Tuve que cambiar la vuelta a EE UU, pero ese espectáculo, y más dirigido por mis queridos Javi Osuna y Manuel Sánchez, sabía que iba a ser una maravilla.

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