COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Análisis

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Nunca entendí muy bien por qué cuando cae la primera hoja del calendario electoral surgen tantas propuestas, tantas leyes populistas, tantas alternativas, tantos proyectos, tantas comisiones, tantas obras, tantos programas. Debe tener algo que ver con aquello que se decía de Santa Bárbara y los truenos, pero nunca entendí bien por qué cuando se acaba el recuento de votos y la celebración -todos ganan y celebran, no lo olvidemos- nadie tiene la mínima intención de proponer, de proyectar, de comisionar, de programar ni hacer nada que no sea esperar los cuatro años de rigor para volver a repasar la lección, para sacar la chuleta cuando se acerque la primera hoja del calendario electoral.

Es algo intrínseco a lo español, eso sí que nos une. Pasamos el rato mirando las musarañas y en los diez últimos minutos del partido nos queremos poner las pilas. Unas pilas usadas, medio gastadas que pretendemos apurar mientras dura la foto, mientras nos mira el maestro, mientras atendemos a un cliente, mientras nos vigila el jefe, mientras tenemos que mantener el tipo. Y si no, aplicamos el vuelva usted mañana de Larra que de tantos apuros ha sacado a este país de yo no he sido, de el que lo lleva no está, de yo no tengo la culpa, de ¿y yo qué hago?, de irresponsables, donde todos tenemos el dedo largo para señalar y la boca pequeña para reconocer que, de vez en cuando, metemos la pata.

Siempre defendí los sistemas públicos sanitarios porque siempre pensé -cosas de la ingenuidad- que la salud y la atención sanitaria eran un derecho y no un lujo, porque siempre pensé que la obligación de un gobierno era mantener a sus ciudadanos, cuando menos sanos. Siempre defendí los hospitales públicos frente a la comodidad hotelera de las clínicas privadas y los centros de salud frente a las consultas con revistas de autoayuda y música clásica. Siempre defendí al Sistema Andaluz de Salud porque siempre creí que lo importante eran el diagnóstico y el tratamiento. Pero la Junta de Andalucía no debe pensar lo mismo. Por eso emplea su dinero y nuestro tiempo en medidas tan extravagantes como la receta electrónica o la petición telemática de cita -no dudo de su supuesta eficacia- delegando en la informática las inevitables consultas y alargando innecesariamente los tiempos de espera para un resultado clínico.

Siempre defendí el Sistema Andaluz de Salud hasta que en mi vida se cruzaron un huevo y un análisis de sangre. Menos mal que las elecciones están cerca y que el Libro de Reclamaciones electrónico que la Junta de Andalucía y su II Plan de Modernización ponen a disposición de todos los ciudadanos, funciona de momento a las mil maravillas. Lo triste es que tengamos que usarlo.