HOMENAJE A PAULA

Sensaciones en una tarde de homenaje con Morante y Joselito en Las Ventas

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Jamás uno piensa llorar con un torero cuando éste no torea.

Eso es lo que ha pasado con los sentimientos de una plaza volcada con Rafael de Paula.

Un Paula distinto, añorado, volviéndose a sentir torero más allá de la faena. Un artista de sentimientos arraigados a una forma de vivir y de sentir.

Era la tarde perfecta, e incluso la soñada por los aficionados, que no era otra que volver a ver a Rafael en un ruedo.

Todavía recuerdo tiempos antaños cuando muchos aficionados iban a verlo sólo para ver como hacía el paseillo. Todavía recuerdo esas sensaciones con las que cuando uno era pequeño y mi padre me llevaba a Jerez o Sevilla a ver a Rafael.

El ambiente era distinto, no era una tarde normal, entonces los partidarios de Rafael o de Curro le ponían el alma a la tarde en la que los dos se medían por tantos ruedos de España: que si !viva Rafael! que si !estàis equivocados! que si el !aroma de Curro!

Pues todos esos sentimientos se han vivido en una tarde distinta, en las que los curristas y paulistas sólo eran uno. En las que Morante y Joselito le habían preparado un mano a mano al más genial de los geniales, al más artista de los artistas, y sucedió.

Cartel de «no hay billetes» en un festival en la plaza más importante del mundo, Las Ventas, con un mano a mano inusual para eventos taurinos, pero el público, su público lo esperaba.

Él vestido de sombrero de ala ancha, con traje oscuro y camisa blanca, la plaza en pie. Y apareció por la bocana del burladero, despacito como torean los buenos, distinto como es él, y con sus andares. Ahí la tarde cambió, la gente en pie en la monumental de Las Ventas, llorando y recordando las faenas del gitano de Santiago, sus andares hasta los medios fueron apoteósicos y su forma de saludar impresionate, el resto... Es un sueño para no despertar de él y recordar a Rafael como el más grande de entre los grandes.

Pero la tarde no hizo más que empezar, porque el público incondicional y entregado hasta la médula quería ver a dos toreros distintos pero muy similares.

Uno de Madrid, y !como lo quiere el público de la capital!

El otro de Sevilla, uno retirado y añorado por el sector taurino, el otro, el más aclamado y seguido por la afición.

Y fueron salieron los toros, pero saben ustedes aquello del refrán: «Dios dispone, el hombre propone y viene el toro y lo descompone». Pues nunca dicho refrán fue más cierto, el único que falló en esta ocasión fue el ganado.

Lo intentaron Joselito y Morante, con detalles, con buenos momentos, pero sin poder rematar una tarde que podía haber sido apoteósica.

Pero el final tenía que llegar, y cuando todo llegó sólo quedaba ver de nuevo al genio, al inconfundible, al deseado y homenajeado en esa tarde.

De nuevo Rafael se tenía que dejar ver, y apareció, salió al ruedo, el público no se movió de sus asientos, la plaza en pie para despedir al gitano de Jerez. Y cruzó la plaza entre las palmas del respetable, despacito del brazo de los toreros y escoltado por las cuadrillas !ahí va el más grande! !el más genial y artista! !ahí va el único! RAFAEL DE PAULA.

Felicidades maestro.