A. VÁZQUEZ
SUCESOS

La trastienda del menudeo en Cádiz

Los dos acuchillamientos por asuntos de drogas han hecho temer por un nuevo repunte en puntos de venta y conflictividad pero la Policía llama a la calma

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A la Lolita la conocían en el Cerro del Moro por sus trapicheos con las drogas. Su negocio abría 24 horas. Por algo era en ese momento la mayor vendedora de ‘rebujito’ (mezcla de heroína con cocaína) que había en la capital. Hasta que la Policía le cerró la ‘tienda’ y la envió a prisión. Con 45 años y con antecedentes por los mismos delitos le requisaron en su casa de Sor Cristina López García una treintena de papelinas dispuestas en la mesa de su salita para salir al mercado. Cuando a las seis de la mañana la Policía le tiró la puerta abajo no le dio tiempo a deshacerse de ellas. Tirada en un sofá, la propia droga que había consumido no le permitió ni levantarse.

Esa misma noche ya durmió entre rejas.

Ocurrió en 2013. Aquel año sí hubo un repunte preocupante de puntos de venta de estupefacientes en Cádiz. El triángulo Cerro del Moro, Barriada de la Paz y Guillén Moreno estaba en ebullición. La crisis había dado fuerte y andaban sueltos algunos de los históricos que volvían a tener en su cartera una buena clientela.

Lo ocurrido esta semana con dos acuchillamientos, uno de ellos mortal, y ambos, relacionados con asuntos de ‘menudeo’ ha hecho temer lo peor. Pero no. Desde la Unidad de Pequeño Tráfico de la Comisaría de Cádiz llaman a la calma. «Ha sido una coincidencia», se insiste. «Algo puntual».

Actuación de manual

La actuación de la Policía fue de manual. En horas todos los presuntos implicados fueron identificados, detenidos, llevados ante el juez y a prisión. Y eso a pesar de que la plantilla de la provincial no pasa por su mejor momento en pleno reajuste, con importantes recortes y con el equipo de la UDYCO también ubicándose tras una nueva reestructuración.

Los apuñalamientos en Segunda Aguada y en la Avenida Juan Carlos I sirven de ejemplo para entender cómo se mueve el trapicheo en Cádiz, cómo subsiste esa macabra espiral en la que el consumidor es vendedor y el vendedor también consume. En la que todos necesitan de todos y acaban encerrados en una peligrosa marginalidad en la que se juegan la vida, castigan a los vecinos que quieren vivir en paz y, además, estigmatizan barriadas enteras, calles, esquinas... Una adicción llevada a profesión, y un trabajo convertido en una supervivencia en la que sirve cualquier excusa porque, según dicen, no tienen «otra cosa».

Chano, Sebastián M. G., de 40 años, falleció la madrugada del sábado tras recibir una puñalada por la espalda. Acompañaba a su amigo Jonathan M., que tenía que aclarar con Daniel R. T. un tema de ganancias sobre la droga que, al parecer, estaba pasando este último. A la cita Daniel tampoco acudió solo. Llegó con su hermano mayor Miguel. Conocidos como Los Polacos, les consta un curriculum repleto de andanzas delictivas. Esta semana han sumado otra. En la pelea y en el cruce de golpes y pinchazos, una de las cuchilladas acabó con la vida de Chano.

A. VÁZQUEZ
A. VÁZQUEZ

La Policía sospecha que la aparición de las ‘nuevas hornadas’ de camellos no es más que una regeneración del negocio. Gente dispuesta a coger y pelearse por la vacante de los que ya no están en la calle y que de momento, no han podido volver.

Pero esta herencia no les sale gratis. «Todos los meses vamos cuatro o cinco veces a la Audiencia», explica el policía. La lucha contra el pequeño tráfico no tiene fin, pero hay que continuar en ella. No hay que darse por vencidos. Tienen claro que se trata de una batalla tan necesaria como agradecida. «A la gente lo que le preocupa es que vendan en su calle, en su barrio... porque quieren vivir tranquilos, que sus hijos puedan jugar en paz y no tener que soportar peleas ni gritos de madrugada». De ahí que en los últimos años se hayan vencido los miedos y muchos ciudadanos se hayan decidido a denunciar si su vecino ha convertido la casa en un chutadero o si su bloque ha entrado por desgracia en esa ruta de hombres y mujeres atrapados de mirada perdida. Una llamada a tiempo puede evitar el peligro. La colaboración ciudadana es sin duda una de las mejores armas con la que cuentan estos agentes que siguen luchando a diario para ganar esta complicada pelea.

Más información: Los clanes de Sanlúcar, objetivo clave para la Policía

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