Con 'C' de Cádiz

«El Tony's abría a las ocho de la tarde y cerraba a las seis de la mañana y...»

Rafa pertenece a una mítica saga de hosteleros que dieron a los noctámbulos gaditanos una excusa perfecta para alargar la noche... o recomenzarla. Y es que en su burger podía pasar de todo

Rafa, en la barra del Burger Bom, en la calle Nereidas.

Alfonso Carbonell

Rafael Barea Letrán (Cádiz, 1971) pierde memoria pero la trabaja de gran categoría. La trabaja tanto que hay que frenarle para que no enrede una historia con otra y esto acabe yéndose de las manos. Rafa, el del Tony's, tiene historias para aburrir. Bueno, no, para todo menos para aburrir porque cada una de ellas te lleva a otra. Y a otra, y a otra... Como las cervezas que caían sin parar y que hacían que esa mítica caja escupiese cuentas que le llegaban al tobillo para 'indignación' del cliente, que no tenía otra que echarse a reír antes de pedirle la penúltima anticipándose así al chupito que le endiñaba de remate para despedirlo más calentito de lo que había entrado. Y es que la conversación entre clientes y Rafa era algo que alimentaba más que la añorada plancha. Desde el fútbol al carnaval o la política sin olvidar, nunca, el humor a base de historietas y chistes que iban de un lado a otro de la mítica barra ochentera.

Cualquiera que haya ido al Tony's sabía la hora a la que entraba. Qué coño, muchas veces ni eso. Lo que sí sabía a ciencia cierta es que no sabría a la hora a la que saldría. O bien para casa, o bien para el Holiday, o para el Madison o para lo que se terciara dentro de un local donde casi siempre pasaban cosas. La calle Nereidas no dormía, pero vaya que si daba de sí entrar en ella para hablar con todo tipo de perfiles que iban desde mujeres al servicio de la profesión más antigua que hacían un re

ceso para recargar energías hasta eminencias de todo tipo. Por ahí se dejaban ver desde jueces, abogados, fiscales, sin olvidar a moteros salidos de Mad Max y personajes de lo más estrafalarios, hasta políticos, futbolistas y todo tipo de juguetes rotos... Ay, si esa calle hablase...

Carta del 89 del Burger Tony's.

Los precios de la época.

Y al frente del timón, Rafa. Único, con más tablas que el Falla y una mano izquierda de torero Juncal que le hacía llevarse tan bien con la autoridad como con el truhán que al lado se metía entre pecho y espalda un sanwich de pollo, una hamburguesa completa, una salchipapa o aquello que le pusiera aquel que estuviera detrás del mostrador. Esa barra amarilla era oro según la hora en la que uno se acodaba en ella para cerrar la noche o... comenzarla. Porque allí nunca se sabía por dónde andaba el final.

-De familia hostelera de toda la vida, pero ¿de dónde es Rafa el del Tony's?

-Soy de la Viña. Me he criado entre la calle Arricruz y la portería de Capuchinos. De hecho, antes que hostelero yo he sido muy carnavalero.

-Andá. Antes de ir con usted, ¿qué eran sus padres?

-Mi padre siempre fue cocinero y hostelero y mi madre funcionaria, trabajaba en el hospital de Mora. Mi madre ya está jubilada y mi padre falleció con 50 años. Él siempre fue autónomo, como sus hermanos. Los Barea, son muy conocidos en Cádiz. Tenían sus bares. Unos en El Puerto, otros en Puerto Real, en Cádiz... Yo me he criado siempre en el bar Letrán de la Avenida porque lo llevaba mi tío, el hermano de mi madre.

-¡Dios, el Letrán! Mitiquísimo. Ese era uno que estaba cerca de Muñoz Arenillas, cuando se salía a tope por ahí, que abría hasta altas horas. Allí recuerdo ver yo las Olimpiadas de Atlanta 96, que se jugaba de madrugada y venía bien salir del bar de turno para ver el fútbol o lo que tocase con un buen bocata calentito.

-Exacto. El Letrán era un clásico de esas noches. Mi tío decía que contaba difuntos porque venían a su bar todos los que acababan de salir de una misa del hospital. Ahora él está en El Sardinero y dice que en vez de muertos cuenta barcos y cruceros. Pues allí, entre ese ambiente, me fui criando yo porque mi madre me castigaba a echarle un cable a mi tío cuando yo sacaba mis catecitos en el colegio.

-Buen sitio para un castigo, desde luego. Aprendió mucho de su tío por lo que veo.

-Mucho. Y no sólo ahí. También tenía en frente lo que ahora es El Duque. Se llamaba Bar Cai. Y justo al lado, en esa cuestecita que hay hacia abajo donde se encuentra la Casa de Córdoba, tenía un local almacén, que era donde él arreglaba sus papeles y sus cosas. Allí he dormido muchas veces con mis primos. De hecho, enfrente había un bar chiquitito (ahora un garaje) que era donde paraban mucho los jugadores del Cádiz. Los Mejías, Juan José, Chico Linares y compañía. Era yo un pibe. Recuerdo que estaba un poco más adelante de la Casa de Córdoba y en frente. El bar no tenía ni nombre.

-Ha dicho antes que era carnavalero. ¿Algo que contar?

-Y tanto. Para empezar, con el más grande. Paco Alba (Conil 1918-Cádiz 1976) nos llamaba sobrinos a mi hermano Diego y a mí, que éramos pequeños. Paco murió teniendo yo cinco años apenas. Su hija Cati era prima política de mi madre y cuando ella trabajaba nos íbamos a casa de Paco y nos quedábamos con María, su mujer, que nos cuidaba. Ellos vivían por la calle Parlamento. Hizo un pasodoble que decía (y lo canta) 'Sobrinito de mis entretelas dame un besito...' Así empezaba. La letra venía a contar esas mañanas en las que nosotros íbamos a dar la tabarra a su casa mientras mi madre trabajaba en el hospital.

-Qué maravilla. Y claro, de casta le vendría al galgo años después, ¿no?

-Sí, mi experiencia la comencé cantando en infantiles y juveniles. Yo era de la Viña y, claro, era cuestión de tiempo.

-¿Y era de los de por arribita?

-Digo. Era tenor. Por ahí hay vídeos en Youtube que se pueden ver. Era punta-jurado, el más guapo del grupo, 'to' las niñas detrás mía, 'ira' (risas). Alguna comparsa juvenil de aquella época en la que salía era 'Por mi tierra' (1989), que íbamos de piconeros.

-Recapitulemos. ¿Cuándo pisa por primera vez las tablas con una agrupación?

-Comencé en el 78 con Antonio Romero Lobón, el Nono. Y seguí saliendo hasta el 90 con Juan Fernández. Me llevé dos premios con Antonio Romero, con 'Tragabolos' y 'Chacolín'. Después con Juan Fernández salí en 'Por mi tierra' y 'Burgaíllos y caracola', que también fueron dos premios. Así estuve hasta que en el 91 se me ocurre pegar el salto a adultos y me voy con Bustelo, que iba a sacar en el 92 'Oye mi canto'. Comienzo a ensayar...

-Buah. ¡Comparsón! No me fastidie. ¡Allí cantó? ¡Fue el año que mejor comparsas se recuerda en una gran final! Suspiros, Dorremifasoleando, Trotamusicos.... Ufff, bastinazo gordo. Cuente, cuente.

-Espera, hombre, espera. Iba a salir, sí, pero a los dos meses de ya estar ensayando me llaman de Mallorca para irme a trabajar allí. Y me voy.

-¿Que sí? ¿Cómo que se va? ¿Pero qué hacía laboralmente en ese momento? ¿Deja la comparsa?

-Trabajaba con mi tío en el Letrán, con mi padre en Puerto Real.., pero yo quería vivir un poco de mundo. Yo siempre estaba trabajando en un negocio familiar, igual que mis hermanos. Somos cuatro, yo soy el mayor y todos hemos trabajado en la hostelería. El pequeño, Juan Carlos, trabaja conmigo en la hamburguesería y los otros dos, José Mari y Diego, trabajan en La Marea, uno en la barra y el segundo como jefe de cocina.

-Olé por ellos, grandes tipos también. Pero me he quedado con el tema de que abandona 'Oye mi canto' y parte a Palma. ¿Cómo le va?

-Decía que eran los 90 y quería vivir mundo. Yo tendría 19 años y allí en Mallorca me pegué trece años, hasta el 2003. Empecé en discotecas poniendo copas hasta que me dijo un jefe que tenía que hacer un striptease y quedarme en calzoncillos. Allí lo dejé. 'Home po favó'. Me quité de en medio más pronto que 'pa qué'.

-¿Y qué hace después de quedarse sin trabajo?

-Paso por muchas discotecas, bares, hoteles... Inauguré muchos bares durante los primeros ocho años hasta que en el 98 tuve un accidente por el que cogí un dinerito y monto un negocio. Allí me saqué pareja en el 95 y gracias a ella, que también trabajaba en la noche, tengo a mi hija Savannah; ella es mallorquina y sigue viviendo allí como recepcionista en un hotel. Es una niña de categoría. La primera nieta de los Barea.

-¿Y cómo le fue ese primer emprendimiento?

-Lo cogí en el 98 y lo llamé 'Pasión por la tapa'. Estaba en un barrio de trabajadores, el Arenal, por el que pasaban muchos andaluces y turistas ya que estaba cerca de la playa. No fue mal.

-Hemos dejado atrás lo de 'Oye mi canto'. ¿Cómo lo pasó tan lejos viendo como la comparsa lo petaba ese año?

-¡Es a lo que iba antes! Cuando vi allí en la tele a 'Oye mi canto' en la final me quería venir como fuera. Fíjate un gaditano recién llegado a la isla, a la roca, viendo a la comparsa con la que ha ensayado cantando en la final. Me quería morir. Pues todo eso me lo comí yo solito porque además acababa de llegar. Lloré mucho, la verdad. Por mi salió mi amigo Chico, que está malito ahora.

-Su periplo por Palma acaba en 2003. ¿Qué hace a partir de ahí?

-Regreso a Cádiz y me pongo a trabajar en la Zona Franca, en una especie de chiringuito que llevaba un paisano de mi padre de Prado del Rey que ya falleció. Hoy es es una cafetería que se llama Costa y lo lleva una prima mía, Teresa Letrán. Allí estuve un par de añitos hasta que decido irme a Madrid.

-¿Por qué Madrid?

-Tenía a varios amigos trabajando allí y uno de ellos me dijo que tenía un piso en venta en la calle Salitre de Lavapiés y que podía meterme en él mientras no se vendía. Y para allá que me fui yo porque me ahorraba la pensión, el hospedaje, lo que fuera. Para los 800 pavos que yo ganaba en Madrid me venía de lujo. Hasta que la vendió y me tuve que ir, claro (risas). Yo era un okupa de gratis y permitido. Pero salir de esa casa suponía un ruinazo.

-¿Y dónde trabajó?

-En un De María, en la calle Correos, que empieza en la plaza de la Puerta del Sol. Ellos son argentinos y a mí me acogieron como a uno más. Tienen varios por Madrid y están muy cotizados ya que es una gran firma. Fue ahí donde conocí a Sandrita, la que hoy es mi mujer. Ella es la máquina que empuja el negocio ahora. Se lo merece todo. Ya tiene la doble nacionalidad y ahora lleva el Bom de maravilla. Con ella he tenido a mi Sarah, que tiene 14 años y es para comérsela. Ahora la tenemos jugando y disfrutando en el Gades de basket.

Sus hijas, la mallorquina Savannah y la gaditana Sarah.

-¿Cómo conoció a su mujer?

-La conocí en un bar brasileño, el 'Oba oba', que estaba detrás del teatro Callao, junto a la Gran Vía. Yo vivía en Lavapiés, trabajaba en Sol y mi recorrido era el de siempre. En cuanto acababa de trabajar me quitaba el pantalón de camarero y tiraba para allá a bailar samba y a beber caipirinha por un tubo. Ella trabajaba poniendo copas allí mientras estudiaba una carrera. Con ella me pasó algo muy fuerte el fin de año de 2005 que quedamos para tomarnos las uvas juntos en la Puerta del Sol. Yo acababa de salir de trabajar del De María y quedé con ella en la entrada del restaurante a las once y media de la noche, pero toda la plaza estaba cercada por el tema de las uvas y a ella le fue imposible acceder. Eran las dos y media de la mañana y no había aparecido. Yo estaba ya medio ciego mientras ella estaba intentado acceder desde las diez de la noche. Entonces no éramos ni novios porque nos estábamos conociendo. Y a eso de las dos y media aparece mi mujer, la pobre, medio llorando y diciéndome que se había tomado las uvas sola por culpa del cordón policial que no le había dejado pasar. Figúrate mi cara. Yo no sabía qué decirle de la pena ya que pensaba que había decidido no venir. Yo ya no podía ni con mi alma así que nos fuimos para casita y recuerdo que la cogí en borricate y me metí un pellejazo en mitad de la cuesta de la calle Salitre. Pasamos dos días muertos y hechos polvo, pero los recordamos con mucho cariño y muchas risas.

-Y comieron perdices... en Cádiz. ¿Por qué?

-Digo. Llevamos casi veinte años ya juntos. Ella, brasileña aunque ya también española, había ido con cinco amigas a establecerse en Madrid mientras estudiaba Administración de Empresas y se sacaba dinero trabajando. Y por culpa mía dejó los estudios. Bueno, por culpa mía y por muchas cosas. La verdad es que hasta 2005 las pasamos canutas con el tema económico porque se pagaba mucho y no se ganaba igual. Por eso, decido venirme en 2003 a Cádiz.

-¿Viene solo primero?

-Sí, primero me vine yo pero para buscar casa para los dos porque en 2003 ya no tenía el piso de Lavapiés y aquello se encarecía demasiado. Además, tampoco era una calidad de vida muy buena. Por su parte, Sandra estaba loca por venirse también porque le encantaba esto. Es ahí cuando empiezo a trabajar con Antonio, pero no en el burguer sino en Marfe, una cafetería que tenía en la Segunda Aguada. Pasa un tiempo y en 2004 me ofrece Antonio Pérez trabajar en el Tony's. Antonio Pérez era un empresario que también tenía el Madison y demás locales. Falleció hace unos cuatro años. Fundó el Burguer Tony's en 1989, de ahí el nombre. Pero él era tapizador de toda la vida. Lo fue del hospital Puerta del Mar. Tapizó medio Cádiz. De hecho, si no me equivoco, antes del burger era una tapicería. Entonces en 2013 comienzo a trabajar para él en el burger.

-Y comienza su relación con el mítico Burguer Tony's.

-Así es. Primero estuve dos o tres años trabajando para Antonio, que venía al local a abrirlo, cerrarlo y verlo andar. Esos años compaginaba el burger con el chiringuito de La Marea en verano y el restaurante Elcano en invierno, el que había en la entrada de Cádiz. Total, que en el 2004 o 2005 hablamos con Antonio para coger el negocio para que se metiera conmigo Sandra y nos alquila el local. Y así estamos hasta 2017 que me diagnostican una enfermedad crónica y entonces, y gracias a Dios, se nos planteó la oportunidad de alquilar este local de al lado -el actual Burger Bom- y aquí estamos, luchando contra viento y marea aunque yo, por causa lógica, no trabajo al estar de baja.

-Luchando contra viento y marea. ¿Por qué lo dice?

-Hoooooombre, esta calle ha cambiado mucho y para mal para los hosteleros desde la pandemia a ahora. Solo tiene que ver el Holiday cerrado...

-Cierto, a esta calle siempre le llamé Nereidas Viajeras en alusión a que era una calle donde no se dormía, como Nueva York, la ciudad que no duerme. Tenía mucha vida nocturna que ya se ha evaporado. ¿Cómo eran esos tiempos?

Mítica terraza del Burger Tony's con la barra al fondo.

-Y tanto que se ha apagado. Te pongo un ejemplo. Nosotros abríamos a las ocho de la tarde y había días que no cerrábamos hasta las seis de la mañana. La venta la hacíamos a partir de las nueve y a las cinco estábamos cerrados, pero claro...

-... Siempre llegaban esos noctámbulos llamando a la puerta... O incluso telefonenado al bar desde donde estuviesen para asegurarse su ración de alitas y su hamburguesa.

-Exacto. Y para colmo teníamos el burger hasta la misma bola y no se podía cerrar. Eso era cuando teníamos horario hasta las seis de la mañana. Nos venían clientes de todos lados. De la punta, de Muñoz Arenillas, del Paseo y todo aquel que transitaba por aquí. Porque eso es otra, ahora por aquí no transita nadie desde que lo han cerrado al tráfico. La circulación, que se ha puesto peatonal, puede que haya favorecido mucho en verano, pero a lo largo del año ha perjudicado mucho porque por aquí pasa ni la cabalgata. Eso ha restado mucho.

-¿Qué echa de menos del Tony's?

-Toda la gente que había. Había gente a todas horas desde que abríamos hasta que cerrábamos. Y por supuesto, lo que echo de menos de ahí es el tema económico porque lo ganábamos muy bien. Trabajamos ocho horitas a full pero te llevabas el dinero que podía costar en condiciones normales quince horas hacerlo. Era muy intenso. Muy, muy, muy intenso. Pero esa intensidad ya no la hay porque ya no está la discoteca y el tráfico cortado hace que no llegue mucha gente. ¿Qué tenemos más terraza? Sí, y menos mal, pero no llega ni la mitad de la gente. No hay venta, no hay paso. Date cuenta que esto no es San Juan de Dios. Por aquí no pasa nadie; aquí tiene que venir la gente a conciencia. Por no pasar no pasa ni el carrusel de Carnaval. Dicen que va a pasar por aquí ahora en junio, pero va pasar corriendo, sin parar y por el Paseo. A ver si podemos montar una barrita en la calle...

Sandra y Rafa, en sus inicios en el Tony's.

-Con usted al mando, el Tony´s creció una barbaridad. Habrá pasado de todo desde aquellos principios de siglo.

-Y tanto. Cosas buenas, muchísimas. Pero cuando yo comencé a trabajar lo que me encontré fue una locura total. Ni te imaginas. Eran los tiempos en los que Ingeniero de la Cierva estaba repleto de botellones. Vendíamos muchísimos lotes. Uff... Qué sé yo.

-El ambiente de la noche, tan divertido como peligroso. ¿Ha tenido alguna vez que ponerse escudo para trabajar dado los individuos que podían orillar por el Tony's?

-No tanto, la verdad. Además de que uno está curtido en la noche, también es verdad que aquí había de siempre una clientela de muchos años por lo que pocas veces he estado lo que se suele decir solo. Allí no podías hacer ninguna movida a no ser que vinieras de Inglaterra y no te conociera nadie.

-Y vinieron.

-Hombre que si vinieron (risas compartidas).

- Mejor llevarlo así, desde luego. Cuente el maldito episodio .

-Me la llevé mortal. Salió en todos lados. Vinieron todos los medios porque nos hicimos eco para pillar a los notas, que eran de un barco extranjero que estaba en el muelle. Pasó que días atrás al suceso, me hice amigo de un chaval. Beni se llamaba, como para olvidarme con sus castas.

-Ja ja ja... Perdón, perdón. Siga.

-Pues eso. Este Beni era tripulante de una subcontrata para una reparación del barco de Disney, que estuvo aquí. Pues este chaval, que era británico, me traía a más gente al burger. Y un día de esos se coló con dos tíos que eran dos roperos empotrados. Se pusieron ciegos de beber y de comer y lo típico durante. '¡Qué guay, a very lotoff, que si foriwarner, que si washinai, que pa acá pa alla!' Hasta ahí, todo de categoría. Estaba solo yo en la barra con un colega que era cliente, Sergio, que estaba al fondo. Total, que ya al final dejan media hamburguesa y veo que se van para fuera a montarse en el taxi que yo les había pedido. Entonces salgo del bar y les digo que me tenían que pagar. Unos 30 y pico pavos. Entonces vienen para adentro y tal como me voy a meter en la barra para cobrarles me coge por atrás el más grande de ellos y me hace '¡bimba!' y me parte 'to' la boca. Me caigo al suelo fuera de la barra y el chaval que estaba en el bar, Sergio, lo empujó para fuera y cerró la puerta. ¿Pero qué pasó? Que el hijoputa eran tan bestia que se la cargó de un puñetazo y la partió. Ante esto, nosotros salimos con dos banquetas con la intención de echarlos pero en esas que me vuelvo a caer al suelo y ya me la dieron mortal.

-¿Y el hijo de la gran puta del Beni ese qué hacía? ¿Ni intermediaba ni nada?

-Qué va. Acabamos dando con él para llevarlo a juicio porque aquello fue muy mediático y estaba el nombre de Disney por medio y demás. Se metió un abogado inglés y todo. Pero bueno, eso está más que olvidado y no empaña las grandes experiencias y vivencias que hemos pasado aquí.

-Ya le digo. Porque por el Tony's ha pasado de todo. Y mucho más bueno que malo.

-Todos mis clientes son únicos, pero también los tengo famosos. Empezando por el alcalde, Kichi, que vino después de un Trofeo que ganó el Atlético y cenó con su mujer Teresa y sus hijos. Al igual que muchos famosos como Dani Martín, los Ketama, La Niña Pastori... Menos Chiquetete, por aquí ha pasado todo el mundo. Y si hablamos del Carnaval, ni te cuento. Todos los chirigoteros y comparsistas han pasado por el burger. No hay nadie que no lo haya hecho creo yo.

Sandra y Rafa, con el alcalde y su mujer, la también política Teresa Rodríguez.

-Doy fe. Dígame el secreto de las alitas, anda.

-Pues yo creo que es como todo. Hacer las cosas bien para que cuando llegue a la mesa no te diga el cliente 'quillo, llévate esto'. Nunca nos lo han dicho. Supongo que esa es la razón de que llevemos veinte y pico de años aquí; ahora con el Burger Bom, que significa bueno en portugués.

-Lo bueno del Bom es que al menos ya se han perdido esas cuentas que salían de la caja y le llegaban hasta el tobillo.

-(Risas) Ja ja ja Y también las tizas en la barra. En cuanto a esos tickets, qué quería que hiciera si por cada cerveza yo tickaba una raya. ¡Qué le hacía si los clientes pedían muchas? Yo no tenía culpa. Le echaban las culpas a las rayitas del tickets, pero no a las cervezas que se pedían. (Más risas).

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