Kichi levanta victorioso los brazos la noche del 24M
Kichi levanta victorioso los brazos la noche del 24M - a. v.
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Kichi o el trecho del dicho al hecho

La semana que llevó a Por Cádiz sí se puede desde la euforia hasta la cruda realidad, en la que los socialistas han enviado un mensaje claro: con su peor resultado son la clave para inclinar la balanza

j. landi
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La gente me para por la calle, me va diciendo que está feliz. Que se siente como si le hubiera tocado la lotería. Me dicen: ‘Kichi, qué alegría». José María González Santos (Rotterdam, 1976) iniciaba así su eufórico discurso el 27 de mayo. Apenas habían pasado 72 horas después de conseguir 18.000 votos en la capital gaditana, sólo 4.000 menos que la imbatible Teófila Martínez (cinco mayorías absolutas desde 1995).

Esos números dan ocho concejales y diez ediles, respectivamente. El fortín popular se resquebraja y el «frente de izquierdas» se hace posible si se suman los cinco concejales que obtiene el PSOE (el peor resultado de su historia pero determinante) y Ganemos (con dos ediles). Podemos parece el mayor gallo del gallinero tripartito.

Kichi aparece ese miércoles en la atestada asamblea con la utopía intacta, con el sueño calentito. El cambio, pueblo, justicia social... Todas las grandes palabras colgándole aún de la boca.

Elevado por la euforia, en ese encuentro, se refiere a sí mismo como «alcalde» y habla de Teófila Martínez como «exalcaldesa». Dibuja un eje nacional de ciudades a la vanguardia en la que Cádiz se alinea, nada menos, con Madrid y Barcelona. Pinta «líneas rojas» para negociar. Usa esos términos. Habla de municipalización de servicios y de plan urgente de vivienda. Clama contra «la mochila» de recortes y corrupción que tienen los socialistas y les conmina a un debate con público, previo a la investidura, como condición para un pacto.

La euforia inicial

Usa tono y lenguaje de mítin pero comete dos errores gruesos: olvida que la campaña ha terminado y que su partido no ha ganado. Nadie tiene mayoría suficiente, para nada, por separado.

Pero es momento de celebrar. A qué ser aguafiestas. Un chico del barrio, de La Viña, hijo de proletarios y emigrantes, licenciado en Historia y profesor de Secundaria, comparsista de un grupo con fans (el de Bienvenido), un chaval de la tierra, agarrado al sueño solidario de Salvochea, uno de los nuestros, con el bastón de mando, el poder local en sus manos. «Espero que no me miréis hacia arriba desde ahora, sigo siendo el mismo», llegó a decir. Recordadme que soy mortal, le faltó decir, como aquel emperador.

No fue necesario. 24 horas después, el PSOE le recordó que lo era. Efímero, como todos, y vulnerable políticamente. El joven cuasicuarentón, con aire entre hippie, urbano y desaliñado, con sus zapatillas de deporte aún, ese que había liderado manifestaciones se veía en el despacho demasiado pronto. Del megáfono al micrófono. De entregar pepinos a ineptos delegados de la Junta (ataviado al estilo de aquel programa ‘Caiga quién caiga’) a ponerse otro traje pero en serio, para recibir y dialogar. Mucho trecho.

La dirección socialista local se reune al día siguiente de la euforia de Podemos y toca zafarrancho. El secretario local, Fran González, según varios asistentes a la reunión, detalla que su estrategia será permitir que Kichi sea nombrado alcalde pero, luego, le hará pasar un quinario legítimo. Se situará en la oposición selectiva.

Los votos de rechazo socialista, incluso la abstención, paralizarán cualquier propuesta, dejarán al alcalde podemista a los pies de PP y Ciudadanos (que suman 12 concejales frente a 10 de Por Cádiz y Ganar Cádiz). La estrategia es dejarle pasar al sillón y hacerle sufrir allí sentado, que se desgaste. Sólo una orden de Sevilla (porque el PSOE andaluz dicte otra estrategia conveniente en otros ayuntamientos andaluces o en el Hospital de las Cinco Llagas) le hará cambiar. Por ahora, ni agua.

El viernes, la sagrada furia del alcaldable Kichi se ha evaporado. Sus declaraciones del miércoles giran. De pronto, ya no hay líneas rojas, ni es obligatorio ir al debate: «Emplazamos al PSOE a que elija la fórmula, el lugar y la fecha». Y si no va, tampoco pasa nada. Kichi, en su fulgurante trayecto de la gloria a la realidad, llega a «pedir disculpas» sin su discurso «pareció soberbio».

La rectificación final

Repliegue en toda regla. El PSOE, desde Sevilla con Juan Cornejo y desde Cádiz, con Fran González, insiste en que «prefiere un cambio» que releve a Teófila Martínez pero amaga seriamente con «votarse a sí mismo», lo que daría la Alcaldía al PP como lista más votada. dos barajas, dos opciones, una balanza. Aquí mando yo, vienen a decir los socialistas.

El PSOE hace correr la especie de que se abstendría, y dejaría gobernar a los populares, si Teófila se quita de enmedio. Ella, lo niega. Pero los socialistas han conseguido transmitir el mensaje: ellos deciden pese a tener cinco concejales tan sólo, menos que nunca, dos por debajo del anterior mandato.

No habrá pronunciamiento formal hasta el mismo día 13 porque se trata de «desgastar a Kichi y a Podemos» tanto si se le apoya como si no. Es rival electoral para las generales y hay cuentas pendientes por la actitud de Teresa Rodríguez (para colmo, pareja sentimental de Kichi) en las frustradas investiduras de Susana Díaz.

«Que suden sangre» se llega a escuchar en los pasillos del PSOE gaditano. Carlos Díaz, el último alcalde socialista (1979-1995) pone cordura. Recuerda que «haga lo que haga el PSOE en el Ayuntamiento de Cádiz, pagará las consecuencias». Considera el mal menor la colaboración con un gobierno tripartito de izquierdas.

Mientras comprueba lo duro que es meter la utopía por la puerta del Ayuntamiento, José María González trata de mantener a salvo el personaje que le ha tocado interpretar. Sigue omnipresente. El domingo se viste con la camiseta amarilla y se deja ver con aficionados que espera el ascenso del Cádiz.

El martes se sienta en el suelo de un portal con otros cien jóvenes para frenar el desahucio de una familia en Benjumeda. Entre el costumbrismo y el idealismo. Pero una cosa es el despecho y otra, el despacho. La gestión es más difícil que la reivindicación. Lo posible, más complejo que la protesta. La negociación, más cambiante que la reivindicación.

Ha bastado una semana para dejarlo claro. La vida, política, no es un carnaval aunque a ratos parezca un baile de disfraces.

¿Recuerdan el verso de aquella comparsa en la que salió Kichi? ¿Ese de «aquí mando yo»? Pues ya no. Decide el PSOE.

Respecto a la gestión a los problemas urgentes de los vecinos de Cádiz, ya habrá tiempo de hablar a partir del 13 de junio. O eso parecen decir todos.

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