Por cádiz sí se puede

Esto de la utopía ¿cómo se hacía?

Lo que se ve y se oye en la primera asamblea de Por Cádiz sí se Puede tras las elecciones municipales

j. landi
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¿Te acuerdas de cuando veníamos tres? le pregunta una asistente mayor a otra con un tono que ya trata de establecer jerarquía. «Yo, lo primero que haría sería vender las putas pantallas LED y los tres o treinta millones que cogiera, llevarlos al comedor de Cáritas», dice un treintañero.

El inicio de la primera asamblea de Podemos después del advenimiento se hace esperar. Sin climatización se debate de forma espontánea, como en las termas romanas. Sudorosos y con la res pública inflamando yugulares. La falta de dinero y de métodos, de experiencia y material queda en evidencia a la primera. Piden perdón por los errores en la campaña pero transmiten euforia, cierta revancha. Llaman alcalde a Kichi y se refieren a la «exalcaldesa».

Se ponen a la tarea. Esto de la utopía ¿cómo se hacía? de la indignación sagrada y acampada a la ocupación ilusionada. De ahí, a la gestión sistemática, reglada ¿Cómo se hace eso?

Los de la megafonía tienen un problema, llegan con media hora de retraso, aparece Kichi («Huracán Kichi» según uno de los intervinientes y futuro concejal) y el desvencijado salón parece caerse con el estruendo de los puños levantados. Imágenes de antiguos, sinceros, inocentes mítines en una sala despellejada, en la que duerme la desesperación los exdelphi.

Hay un frigorífico viejo, un somier en el pasillo, sofás hundidos, un tablero de ajedrez lleno de horas muertas, ordenadores vetustos sin carcasa, carteles con leyendas reivindicativas salpicadas de la letra 'k'... Todo parece de la Transición (menos las máquinas de los obreros encerrados y el público ocasional), hasta el espíritu. Parece uno de aquellos salones parroquiales en los que se encerraban los activistas de movimientos obreros católicos en los 70. También en la esperanza dolida. Sólo que está por allí Martínez Ares. También Michinina, todo el grupo de concejales de Por Cádiz, algún veterano sindicalista.

Nada de chavalería. La edad media supera los 40. No se comen a los niños. Hay tres campando felices. Mucho pureta expectante y hasta un octogenario que hace llorar a todos. Se llama Paco. «Nací con Alfonso XIII y os agradezco lo que habéis hecho. Me habéis devuelto la ilusión. No permitáis que la economía vuelva a esclavizar a las personas».

Y sus palabras reconcilian a todos con el ideal, aplastan el temor a que nadie sepa cómo se hace nada, espantan esa idea que rondaba la cabeza de tantos: «¿Dios mío, pero qué hemos votado? ¿Qué hemos hecho?».

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