Marisa de las Cuevas es funcionaria de carrera de Educación
Marisa de las Cuevas es funcionaria de carrera de Educación - Antonio Vázquez
Elecciones municipales

Se va la cara amable del Ayuntamiento de Cádiz

Marisa de las Cuevas no irá en las listas del PSOE después de doce años como concejala

Antonio M. de la vega
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Desde que Marisa de las Cuevas votara en las elecciones de 1982 al PSOE de Felipe González, dejando atrás su militancia en el Partido Comunista, ha llovido mucho. Se comprometió entonces con unas siglas que le han llevado a ocupar un escaño en el Ayuntamiento de Cádiz durante tres mandatos, desde 2003 hasta 2015.

Es una etapa que da por cerrada. El próximo mes de mayo su nombre no estará en la papeleta de la candidatura del PSOE a la Alcaldía de Cádiz. Fran González no ha contado con ella. Tampoco lo esperaba. Su apoyo incondicional a Marta Meléndez le ha llevado a hundirse en el mismo barco que su amiga y rival política del secretario local.

Aún así no se va con rencor.

Considera que la vida son ciclos y hay que dejar paso a gente nueva. Desea que su partido gane, al menos que no se descalabre, pero tampoco duda en confesar que Fran González no le parece el mejor candidato que podrían presentar. «Le reconozco que ha sido responsable dando el paso adelante, pero quizá por su juventud, porque le falta un currículum vitae profesional, no es la mejor opción. Aunque por supuesto cuenta con mi apoyo».

Esto lo dice a pesar de que en este tercer mandato de su carrera municipal confiesa que ha vivido momentos «muy duros». Ella se posicionó con Meléndez en las elecciones internas por la secretaría local y Fran González nunca le perdonó «que fuera de la cuerda de Marta, como se me ha dicho en muchas ocasiones.

Eso ha significado que no se nos invitara a reuniones con vecinos, que se nos relegara hasta llegar a desplazarnos en el banco del Salón de Plenos a los tres concejales que no apoyamos al secretario. Aquello me pareció un hecho totalmente antidemocrático. Lamentable».

Pero más allá de estos últimos años, la vida política de Marisa de las Cuevas ha sido intensa. «He vivido momentos muy bonitos y otros no tanto. Ten en cuenta que he estado siempre en la oposición y eso me ha hecho entrar de lleno en los problemas de esta ciudad que quiero y en la que nací», dice.

Precisamente esa es la única frustración con la que deja la política activa –que no la militancia–. Nunca aspiró a ser delegada, consejera o a ostentar algún cargo más allá del Ayuntamiento, pero «me hubiera gustado gobernar en Cádiz», dice.

También se va con la pena de no haber visto el fin de la infravivienda. «En la primera legislatura (2003-2007) empecé con una lucha muy grande contra los asustaviejas, visité muchas infraviviendas con mi amiga Carolina Camacho, se hizo mucho, pero el problema sigue ahí y me voy con esa espinita», reconoce.

A la hora de elegir el peor y el mejor momento de estos doce años como concejala, De las Cuevas no tiene dudas en señalar el más duro: «La reprobación de Rafael Román por el asunto del Campo de las Balas. Fue muy injusto. Lo único que hicimos fue cumplir con nuestro deber como oposición».

Amigos al lado y enfrente

Le cuesta más quedarse con un buen recuerdo. Le vienen a la mente, sobre todo, nombres. Muchos son de personas anónimas que le han ayudado en sus tareas de fiscalización del estado del patrimonio gaditano, una de sus pasiones, y en sus propuestas sobre cultura, turismo o Carnaval.

«Me he ido encontrando con gente que no conocía de nada y que se ha acercado a mi para aportarme muchísimas cosas. Me lo he pasado estupendamente», cuenta.

«De Rafael Román he aprendido muchísimo, es un gran político»

Los otros nombres que se lleva grabados en el corazón son los de sus compañeros. Destaca en primer lugar a Rafael Román. Él fue el primero en confiar en ella para ir en una lista electoral. «De él he aprendido muchísimo. Es un gran político y cuenta con todo mi respeto y admiración», dice.

Asegura guardar grandes amigos de su primera etapa política, desde que llegó al partido de la mano de Ramón Vargas-Machuca, Josefina Junquera y José Manuel Vera Borja. De la última, se deshace en elogios con Marta Meléndez. «Siempre me ha unido a ella algo más que la política. Fue mi alumna, conozco a su familia y cuando confió en mi para ir en el número 3 de la candidatura no le podía decir que no», recuerda.

Nunca fue mujer de grandes polémicas. Aunque ha mantenido enfrentamientos con algunos de sus contendientes políticos, en el Pleno ha sido una de las ‘caras amables’. Es esa corrección en el trato lo que posibilita que se haya granjeado la simpatía de muchos de los ediles de la bancada contraria.

Ella misma tiene buenas palabras para muchos de ellos. Reconoce tener una buena relación, fraguada más allá de su actividad política, con Mercedes Colombo. También destaca el talante y el buen trato recibido de algunos de los concejales del equipo de Gobierno con quienes más se ha tenido que ver las caras en los debates, como son Bruno García y Vicente Sánchez.

Su opinión sobre Teófila Martínez

Respecto a Teófila Martínez, Marisa de las Cuevas reconoce que «es una mujer con carácter, trabajadora al cien por cien. No se le puede negar que le dedica a esta ciudad todo el tiempo del mundo. Tengo muchas cosas en contra de sus políticas, pero la respeto».

De cara a las próximas citas electorales, si bien ve más abierto que nunca el panorama en el Ayuntamiento, se muestra convencida de la victoria de Susana Díaz en Andalucía. De los nuevos partidos dice entender la ilusión despertada por su llegada.

«Podemos, por ejemplo, surge porque tiene que surgir, lo hemos creado entre todos. Los ciudadanos están hartos de corrupción, de que nos miremos el ombligo».

«Las juventudes de los partidos son un vivero de políticos profesionales»

En esa línea considera que hay que cambiar radicalmente el modelo actual de los partidos políticos, «desde las juventudes, que son un vivero de políticos profesionales, a la imposición de la limitación de tiempo en los cargos o la presentación de listas abiertas. Es la única forma de acabar con las familias y el clientelismo».

A punto de dejar su escaño se replantea su vida profesional y su compromiso social. Tras ocho años como asesora de formación en el Centro del Profesorado terminará su vida laboral como profesora en un instituto (es funcionaria de carrera). Es lo que más le gusta, dar clases. Nunca ha dejado de trabajar mientras ha sido concejala y asegura que no ha ganado dinero con la política. «Si volviera a nacer sería otra vez profesora», afirma.

El activismo político lo cambiará por el social y la política quedará en el cajón de las pasiones. Eso sí, antes de irse se pondrá su medalla de concejala por última vez para casar a su hija. «Es un regalo que ha querido hacerme», cuenta emocionada. Un magnífico colofón para una buena concejala.

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