opinión

La brecha

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Junto con el bollo, el chichón, el cosqui o el coscorrón, bien podrían haber sido un término sustantivo recogido en el libro ‘El habla de Cádiz’, de nuestro ilustre paisano Pedro Payán, pero la Real Academia de la Lengua se le adelantó. Todos ellos tienen que ver con lesiones traumáticas o intentos de agresiones sobre la testa. Pero cualquiera de esas heridas tienen una restitución ‘ad integrum’, o lo que es lo mismo, que como mucho quedará una cicatriz disimulada por el cuero cabelludo.

Pero la verdadera brecha es mucho más dolorosa, trasciende lo individual y contagia a lo social. De lo familiar pasa a lo grupal. De la vecindad contamina a lo generacional. Esta brecha social que se agiganta de manera desmesurada se extiende como mancha de aceite sobre superficie de agua. No distingue de clases, su único fin es imitar la sociedad a dos categorías, así es de simple. Los asquerosamente ricos por un lado y los pobres de solemnidad por otro. Los que no necesitan derechos porque se los pueden pagar y los que no se pueden permitir el mísero lujo de una vida con dignidad.

Según el informe de Intermon Oxfam, nuestra sociedad se encamina a la dualidad. Uno de cada cuatro españoles está en riesgo de pobreza extrema o de exclusión social. Tres millones de personas viven en pobreza severa, lo que supone resistir con menos de 300 euros al mes, conseguidos sabe dios como, porque lo de las ayudas se está agotando. Para la Agencia Europea Eurostat en tercio de la población española está en riesgo de exclusión social. Sólo hay que escuchar las historias dolorosas y vergonzantes de la sobremesa de las tarde y responder, por instinto de supervivencia, a la pregunta de Toñi, ¿Qué tengo? Mientras los salarios de la población trabajadora española se han devaluado en más de un 20% en los últimos años, las retribuciones millonarias de los directivos de las empresas españolas, esas que no paran de acogerse a ERE, aun teniendo beneficios, han crecido en el año 2013 cerca del 7%. Las veinte personas más ricas de España poseen una fortuna similar a los ingresos de subsistencia de más de nueve millones de españoles, una quinta parte de la población. Si lo trasladamos a nivel mundial, 85 personas acumulan la riqueza de la mitad de la población mundial, cerca de 3.500 millones de personas podrían vivir dignamente con el pecunio de estos afortunados gracias al trabajo de otros. La metáfora de esta fragmentación social, entre ricos y pobres, geográfica, entre norte y sur, y de poder, entre los que verdaderamente manda y los ilusos que se creen gobernar, la describió perfectamente José Saramago en el año 1986 en su libro ‘La balsa de piedra’. A la deriva hacia el abismo, a donde quieren llevarnos.