opinión

Encadénense y púdranse

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Cuando se publique este artículo será lunes 9 de septiembre y sólo espero que algunos de esos eslabones humanos sigan siéndolo por los siglos de los siglos. Que sea tan sólida su posición en la cadena, que sigan de eslabones, conformando la cadena y pudriéndose así para siempre. Como español, mi mano y mi alma tendida a todos los españoles de bien, vivan donde vivan, desde el Valle de Aran hasta las Islas Canarias. Ya basta de ser vilipendiado y menospreciado, incluso que se tachen a los demás españoles de caraduras que vivimos a su costa. Ante tanto desmán y tan poca vergüenza como están mostrando, el mayor de mis desprecio y que se pudran y que sólo sean utilizables como estiércol para abonar las tierras del Ampurdan. Como verán ellos mismos se retroalimentan, eso sí con abono hecho sólo en Cataluña. Pero sin lugar a dudas, la condición de despojo a la que aludo es sólo una parte, espero que pequeña, de ese gran pueblo que es el catalán. Tengo amigos en todos sitios, también allí, a los que quiero de todo corazón. Por lo que el que quiera ver más allá de lo que expongo, es su particular problema. Tengo la firme convicción de que no son tantos como dicen, sino una minoría muy ruidosa, que ensordece por desgracia a una mayoría acomodaticia y que sólo las ve venir. Qué se le va a hacer. Miren, sin duda alguna soy bondadoso e ingenuo cuando describo la situación al nordeste del Ebro. Si no que se lo pregunten a Francisco de Quevedo. Sólo adelanto tres frases de nuestro ilustre y, adelantado para su época, escritor: «son los catalanes aborto monstruoso de la política»; «el catalán es la criatura más triste y miserable que Dios crió» y «son los catalanes el ladrón de tres manos».

Por su parte, Francisco Cambó expresó con claridad cómo nace y se expande en su momento el sentimiento catalanista: «Diversos hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las colonias perdidas, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestra propaganda dirigida a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura.» ‘Espíritu’ del Sr Cambó, asco me dan sus palabras. Recrearse en el mal ajeno, en el mal del país del que fue en varias ocasiones ministro, sólo merecen mi mayor de los desprecios. Y de ese catalanismo, pasamos cien años después al intento de separatismo. Y fíjense en una cuestión común a los dos momentos. El Estado español entre las cuerdas, antes y ahora. Entonces, por la pérdida de los últimos reductos del Imperio y con unos políticos perdidos en las corruptelas. Ahora, con un país a punto de ser rescatado hace un año y políticamente destrozado, donde el mayor de los ímpetus de la clase política es utilizado para tapar la corrupción por ella generada. Así, ni se puede construir un Estado, ni la nación puede que se asienta como debe dentro de él. Esto se traduce en debilidad, que es lo que persiguen los encadenados. Por eso en Barcelona se anuncia la primera cofradía de penitencia para la Semana Santa, cuyo reclamo será «con las cadenas puestas entre los dos equinocios».