EL CANDELABRO

TAPADA

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Recuerdo que cuando el Príncipe salía con Isabel Sartorius algunos grandes expertos en Casa Real aseguraban que esa relación carecía de futuro porque los padres de ella estaban divorciados. «La Reina jamás lo consentiría. Es más, ella ya tiene una candidata», decían. La «tapada» la llamaban. Con el tiempo, la tapada, si de verdad existía, se ve que se apolilló (quizá de tanto estar a cubierto). El Príncipe, es cierto, no se casó con Sartorius pero sí con otra mujer que no solo era también hija de divorciados sino divorciada ella misma. Y el hecho es que la Reina parece llevarse de maravilla con su nuera. Este y otros desatinados pronósticos suelen llevarme a pensar que de Casa Real entender entienden muy pocos, por no decir casi nadie. Pasa como con los toros que, como diría Victorino Martín, de toros solo entienden las vacas... Y no todas. La cosa es que ahora Isabel Sartorius vuelve a recordar su juvenil noviazgo con don Felipe, pero para añadir un ingrediente todavía más inquietante: su madre por aquel entonces era adicta a la cocaína. Apenas nos habíamos repuesto del susto de las memorias de Arantxa Sánchez Vicario denunciando una madre castradora, cuando asoman las de Sartorius aludiendo a una madre drogadicta. A este paso, Ana Obregón lo va a tener muy difícil para llamar la atención (como tanto le gusta) con su próxima autobiografía. La diferencia entre Vicario y Sartorius es que Isabel no acusa a su madre, ya fallecida, sino que la compadece. Aún así, el retrato que hace de sí misma es el de una mujer a la que la drogadicción materna le destrozó la vida. Resulta que detrás de esa preciosidad de ojos verdes, de esa niña bien, hija de marqueses, se escondía una chica torturada, una 'codependiente', una pobre niña asustada que ya desde los 14 años compraba droga para su madre. Superar algo así requiere tiempo. Y esta 'mujer que pudo reinar' apenas hoy, a sus 47 años, empieza a ser capaz de gobernar su vida. Ahora sabemos que la verdadera 'tapada', por desconocida, era ella.