los lugares marcados

Fe en el futuro

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Tengo que confesar que yo también llegué a decir que los jóvenes de ahora habían perdido la fe en el futuro. Los veía amoldándose a una vida sin expectativas pero con comodidades varias, descreídos de todo, apartados de cualquier compromiso, mirando el mundo como si no fuera con ellos. Yo también llegué a renegar de la juventud de ahora. Me pudo el desánimo.

Ahora los veo acampados en las plazas de todas las ciudades, organizando asambleas, pegando carteles, haciendo propuestas de cambio, pidiendo una democracia más real, un mundo más justo, participación, igualdad, libertad, veo todo eso y me arrepiento de haber dudado. La juventud siempre es el momento de la lucha. Siempre es revolución. Siempre es ansia de transformación y de mejora. Y además van a ser capaces (ya lo han sido) de contagiarnos. Han tirado del cabo del ovillo que ahora nos toca a todos desenredar.

Reconozco también que me costó entrar al trapo, porque en un primer momento me pareció ver a demasiados indeseables alrededor del movimiento del 15M, buitres que esperaban sacar tajada de un modo u otro, aprovechados, fotoadictos, chupacámaras. Los había y los hay. Pero al final domina la actitud de la mayoría, ese ejército pacífico pero ruidoso, armado de instrumentos musicales y escobas (porque había que demostrar que aquello no era un botellón, decían), que pide un cambio real.

Ésta es la primera piedra de un edificio que aún no sabemos hasta qué altura llegará, pero que presumo bien cimentado y resistente. Faltan ladrillos, temas sobre todo sociales que aún no se han abordado, ideas que apuntalar, propuestas que hagan más amplio y más abierto este movimiento. Por lo pronto, yo he recuperado la fe en el futuro (el mío, el nuestro, pero sobre todo el del mundo) gracias a esto.