opinión

El discurso del método

Era un candidato quemado al que solo un clamor en su partido podía retener y no existe ese clamor

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Zapatero no ha vendido un hecho, sino un método. El hecho estaba descontado: no ir de cartel a las próximas elecciones al ser un candidato quemado, con una gestión impopular que desde 2010 ya ni siquiera es zapaterista, al que solo un clamor en su partido podría haber retenido y no existe ese clamor. Tenía otras opciones estratégicas, y retrasar los plazos quizá podía haberle ahorrado la presión de las elecciones anticipadas, en definitiva impensables al menos hasta otoño. A partir de ahora, si Aznar gobernó un semestre largo desde que anunció en verano de 2003 que no seguiría, Zapatero tiene once meses duros por delante. Pero al anticipar su adiós sin duda busca margen para el relanzamiento electoral del partido; y por eso la clave de su discurso no solo era ese hecho previsible, sino enfatizar que la solución será mediante el método de primarias. Con todo en contra, el PSOE ahí tiene algo frente al PP: las sucesiones en un partido democrático no se solventan con un dedazo a la mexicana. El mensaje socialista, en su peor momento, es: «vale, pero a pesar de todo nosotros ofrecemos democracia, no paternalismo». Eso ha vendido Zapatero: método.

Ante el voto firme del PP, en 2012 se dirime cuántos socialistas van a votar o no. La duda se extiende a varios millones. Tras su discurso se diría que Zapatero aún confía en exprimir el talante. Incluso en los medios hostiles se han destacado sus buenos modos. Zapatero ha cometido decenas de errores como gobernante, pero sin duda ha guardado las formas, lejos de las asperezas de su antecesor. Y ese talante que conectó en su momento con la sociedad, parece creer que aún puede volver a conectar, aunque desde luego la sonrisa parece poco antídoto ante un paisaje de crisis con millones de parados. De momento ya ha logrado que sus buenos modos contrasten con la reacción demasiado agresiva de sus contrincantes.

La política –algo que ya debió sentir Aznar en 2004– no es inmisericorde, sino desalmada. El zapaterismo está acabado, pero aún sorprende el nivel de aversión de la derecha hacia el presidente. Sin duda ha influido su reformismo social atrevido –del matrimonio homosexual al aborto– que él no planteó buscando consensos sino yendo al choque para dejar en ‘off-side’ a los conservadores con el lastre de una mala imagen retrógrada; pero además esa derecha desde 2004 ha sentido que les quitó algo suyo. Zapatero siempre tuvo instinto para incomodarles, y ha sabido aprovechar eso para movilizar a los suyos. Ahora parece apostar por dos mensajes terminales: ‘democracia vs dedazo’ y ‘tolerancia vs malos modos’. El valor de esto parece difícil de calibrar en el balance de un país en una grave crisis. Pero también se vota con el corazón.