Una bonita foto familiar con nuestro protagonista. :: IMÁGENES CEDIDAS
Jerez

Un personaje del Renacimiento

El jerezano Pedro Muñoz Pan fue farmacéutico, profesor y teniente de alcalde

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Entre las cuatro o cinco personas más cultas, eruditas y locuaces que conocí en mi infancia y juventud y que eran don José Arcas, don José Badanelli, don José Cádiz Salvatierra, don Isidro García del Barrio Ambrosí, se encuentra también, sin duda, el farmacéutico don Pedro Muñoz Pan.

Todos ellos hombres de acusadas dotes intelectivas, poseían a su vez diferentes capacidades que le habían hecho inclinarse por amplios y dispares ámbitos de la cultura: las ciencias, las artes, las letras... Al denominador común de su inteligencia había que añadirles el de su facilidad de comunicación, afabilidad y cercanía, sobre todo con aquellas personas que se acercaban a ellos con el afán de obtener conocimientos de aquellas materias en las que tanto tiempo habían invertido durante su vida o estudiado hasta hacer de las mismas su profesión para ejercerlas con gran habilidad.

De gran cultura y vastos conocimientos -para mí insondables en tiempos de juventud- Pedro Muñoz Pan era un farmacéutico cuya botica estaba ubicada en la calle Medina, justo frente a la puerta por donde entran los artistas en el Teatro Villamarta. La bonita fachada estaba presidida por una columna de mármol de orden toscano con capitel de cogollos, que aún en su sitio, nos lo recuerda a la puerta de su negocio, con su bata impoluta saludando a los viandantes, reverenciando a las señoras, e incluso a los niños, entre los que reconocía a los que éramos sus alumnos, ya que otra de sus actividades era la de la docencia en diversos colegios de nuestra ciudad.

Pedro Muñoz Pan era el primero de los cinco hijos que tuvo el matrimonio formado por Pedro Muñoz Romero y Milagros Pan Elberto. Debido a que su padre era inspector de los Ferrocarriles Andaluces, nació Pedro de forma circunstancial en Jerez, el 30 de enero de 1912, trasladándose al poco tiempo a Sevilla, ciudad en la que hizo los estudios primarios en un colegio de monjas y el bachillerato en un instituto de Enseñanza Media aún hoy existente en la calle Amor de Dios. Tras el bachillerato, se matriculó en la Facultad de Ciencias Químicas, obteniendo la licenciatura; haciendo seguidamente las oposiciones para catedrático. Aprobadas las oposiciones, se trasladó a Alhama de Aragón para dar clases pero el frío aragonés y las precarias condiciones de la inminente Guerra Civil lo hicieron regresar a Sevilla.

La Guerra Civil

Estallada la Guerra Civil, estuvo en aquella triste contienda, concretamente en el Ebro, en cuyos frentes iba en la avanzadilla con el cuerpo de Ingenieros y Zapadores, ya que por su profesión de químico colaboraba en la activación y desactivación de los campos de minas. Es por ello que, debido a sus conocimientos, era un personaje clave en este tipo de estrategia militar. Terminada la guerra se trasladó a Granada para estudiar farmacia, carrera que hizo a la vez que su primo Emilio Muñoz Fernández, quien posteriormente fuera rector magnífico de dicha universidad y también muy amigo del científico y oceanógrafo francés Jacques Cousteau.

Escribir la vida de este jerezano es sumamente prolijo, ya que, debido a sus múltiples profesiones y actividades -tenía tres carreras- son numerosísimas las circunstancias vitales por las que atravesó, las que serían imposible de describir en la doble página que LA VOZ tiene destinada bisemanalmente a los miembros más distinguidos de estas familias, quienes por su trayectoria son de nuestra predilección.

Como decíamos en las primeras líneas de este articulo, ya desde niño nos llamaba la atención la acusada personalidad de este singular boticario jerezano porque, amén de las formulas magistrales que hacía en su laboratorio, de vez en cuando, en el escaparate de su farmacia solía exponer algunos de los inventos que fabricaba. Con apenas 17 años presentó un invento en la Exposición Universal de Sevilla de 1929, que consistía en un cálculo matemático sobre el cubo, paralelepípedo que representaba en el espacio y cuyo movimiento era el resultado de una fórmula; que como era preceptivo registró en su día. Ya de mayor, continuó con pequeñas maquinitas cuyas bielas excéntricas, ruedas dentadas, piñones y engranajes en movimiento hacían las delicias de los niños que, camino del colegio o de vuelta a nuestras casas, nos parábamos a contemplar aquella suerte de ingenios en miniatura, cuyos movimiento sin fin hubiésemos deseado tener como juguetes, aspecto éste que da explicación a su afición a la relojería, de la que tenía una gran colección y a la que, debido a sus conocimientos, él mismos llevaba el mantenimiento y las reparaciones de sus relojes.

Profesor

A su faceta de inventor, posteriormente añadimos la de profesor de física y química, matemáticas y lenguas pues hablaba inglés y alemán, no obstante, a lo largo de nuestra vida fuimos descubriendo su gran cultura, bagaje de conocimientos y aptitudes; tales eran la de escritor y poeta con frecuentes apariciones en la prensa local, que firmaba al pié con el seudónimo de Marqués de Bradomin. Su correcta redacción y variada temática le valió para hacerse con un premio literario. Esto nos lleva a pensar hoy que Pedro Muñoz Pan fue, sin duda, como aquellos personajes del Renacimiento.

A sus licenciaturas en Ciencias Químicas y en Farmacia sumamos los títulos de profesor mercantil y diplomatura en Idiomas por la Escuela Central de Idiomas, que le llevó a encargarse de ocupar la Cátedra de Inglés de la antigua Escuela Superior de Comercio. Así mismo fue secretario de la Hermandad de San Cosme y San Damián.

Fue alférez provisional ascendiendo posteriormente a teniente de Complemento. Estaba en posesión de la Cruz Roja del Mérito Militar así como de la Cruz de Guerra, por su participación en importantes y arriesgadas operaciones en los frentes en que estuvo en la tristísima contienda civil española.

«Mi corazón siempre estuvo al servicio de España. Hice lo que pude para enjugar lagrimas y restañar heridas», repetía con emoción, cada vez que recordaba la guerra.

De entre sus muchas actividades también cabe destacar la de profesor de fonética; por lo que impartía clases de esta especialidad en la Base de Rota, publicando a su vez frecuentes artículos en prensa, proponiéndonos un mejor uso de la lengua, la pronunciación y el debido interés que habíamos de tener en la vocalización de las palabras; asunto éste que incluso hizo extensible a los profesionales de la radio y de la televisión.

Pedro Muñoz Pan fue también teniente de alcalde durante el periodo que estuvo al frente de nuestro consistorio Tomás García Figueras; siendo uno de los miembros de la corporación municipal que viajó a Madrid con el fin de presentar al Generalísimo las credenciales de la Ciudad de Jerez.

Astronomía

Dados sus grandes conocimientos de las ciencias exactas, la astronomía era otra de sus debilidades, debido a lo cual su creencia en la posibilidad de otros mundos habitados, es por lo que era colaborador de la revista UFO, publicación especializada en la temática Ovni; llegando a desplazarse a lugares de supuestos avistamientos. En cierta ocasión se corrió la noticia de la aparición de objetos voladores no identificados en Talavera de la Reina, hasta donde se desplazó nuestro admirado paisano, consiguiendo entrevistar allí a uno de los tres soldados que supuestamente habían presenciado la aparición.

Debido a los muchos acontecimientos que a lo largo de estos días hemos ido compilando de este ilustre jerezano, no nos es posible continuar describiendo su interesante vida ya que carecemos del espacio que necesitaría su figura.

No obstante, durante el estudio de su formación y trayectoria profesional, nos ha resultado extraño descubrir que a pesar de sus licenciaturas, calado intelectual y bagaje de conocimientos, este personaje de Renacimiento no fuera nombrado miembro de la Real Academia de San Dionisio.

Pedro Muñoz Pan se casó con la guipuzcoana Marisa Prieto Pérez-Ledo, también licenciada en Ciencias Químicas y Pedagogía; su novia de toda la vida y a la que conoció en la facultad. De su matrimonio tuvieron un único hijo, Pedro Muñoz-Pan Prieto, también licenciado en Farmacia.

Debido a su incuestionable bondad de carácter, sentido del humor e inteligencia, vivió una vida feliz y longeva. Murió a los 93 años rodeado de sus tres nietos y nueve bisnietos.