CARTAS A LA DIRECTORA

Un caballero de bien: Félix Bragado

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«Algo se muere en el alma cuando un amigo se va». Puede parecer un tópico, pero se hace una gran y cruel realidad, ante la ausencia de determinadas personas, como ha sucedido con el inolvidable Félix Bragado. Por muchos es conocida su admirable trayectoria profesional, su notoria calidad humana, su transcendental concepción de la familia, su franca sencillez ante poderosos y humildes o ante ricos y pobres, y su incansable labor social, que desarrollaba, principal y generosamente, en la gaditana fundación «Octavio Comes». «Este señor es el último caballero», decía convencido uno de los jóvenes responsables de la asociación, tras observar, una y otra vez, en las visitas y reuniones que le gustaba prodigar, la fineza de su trato, su notoria cordialidad, su empático sentido de la escucha, su elegancia, su natural encanto, su sincera preocupación por los problemas ajenos, la profundidad de sus silencios y el exquisito respeto que expresaba hacia el trabajo, sueños e ideas de los demás, no importándole nunca la bisoñez del interlocutor de turno. La grandeza de una persona se mide en la forma que trata a los sencillos y a los pequeños. Grande Félix. En el año 2003, estuvieron a punto de designarle rey mago de la ciudad y aunque no lo fue, él lo será por siempre en los corazones de muchos gaditanos de la Bahía. Tal era su solidaridad con las necesidades de la asociación, y sabemos también que con las demás, que cada vez que nos reuníamos nos solía regalar con entusiasmo una idea o un proyecto que cubriera nuestras aspiraciones y demandas laborales o sociales. Aún tenemos pendiente su centro de desguace de vehículos para la Bahía. Las personas que poseen una destacada dimensión espiritual de lo humano, nunca mueren. Como es el caso de Félix. Esos destacados valores han contagiado, sin duda, a muchos de nuestros corazones. También es fácil vislumbrarlos en su formidable equipo de la Fundación. Seguro que también habrá inundado al de sus innumerables amigos. Y no digamos, la resurrección que habrá experimentado en su adorada familia. .«Y va dejando una huella que no se puede olvidar».