LA HOJA ROJA

TENGAN CUIDADO AHÍ AFUERA

Los cruceristas cuando llegan a Cádiz se encuentran con una obra y una 'gymkhana' antes de localizar el primer bar o la primera tienda

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Esto de mirarnos tanto el ombligo, me lleva una y otra vez a pensar si no estaremos demasiado encerrados en nuestra propia oscuridad como para ver que hay luz detrás de las cortinas. Si no pensamos que es demasiado peligroso salir del redil y nos quedamos dentro contando una y mil veces a las mismas ovejas. Por eso me viene siempre a la memoria -a la histórica y a la otra- la frase que el sargento Esterhaus en la mítica 'Canción Triste de Hill Street' les decía a sus policías «Tengan cuidado ahí fuera», que parece el mantra por el que se mueve esta ciudad.

El 31 de enero de 1910, hace justamente cien años, llegaba al puerto de Cádiz el vapor Arabic, procedente de Nueva York con cuatrocientos cincuenta y ocho 'touristas' -lo que son los años para los neologismos- a bordo. La noticia, la recogía 'El Demócrata' -ya saben cómo me gustan las hemerotecas- que ya lamentaba la poca oferta que nuestra ciudad ofrecía a los visitantes y señalaba, de forma crítica, que muchos de ellos se trasladaron inmediatamente a otras poblaciones como Sevilla y Jerez, después de dar un paseo en carruaje por Cádiz donde sólo pudieron visitar «la Catedral, la Academia de Bellas Artes, la Iglesia de Capuchinos y otros edificios notables de la ciudad». Reseña el periódico que muy pocos de los que se quedaron almorzaron en el Hotel de Francia y la mayoría tuvo que regresar al barco por la poca actividad que les ofrecía la ciudad. Faltaban dos años para el Centenario de la Constitución de 1812, una efemérides que se vendía como «la pomada pá to los dolores» -que luego diría Alejandro Sanz- de un municipio encerrado entre murallas y pagando unos intereses demasiado altos por la pérdida del comercio ultramarino.

La materia, ya lo saben, no se destruye, sino que se transforma. Y la materia prima de esta ciudad sigue siendo la misma después de un siglo.

Esta semana ha sido noticia la propuesta de artesanos y vecinos del barrio de San Carlos de acondicionar locales y bóvedas de la zona para ofrecer una galería comercial a los cruceristas -que no son otros que los touristas de hace cien años- que llegan al puerto de Cádiz y se encuentran una obra y una 'gymkhana' antes de localizar el primer bar o la primera tienda de la ciudad. Dicen estos empresarios -encabezados por el colectivo de artesanos Erytheia-, que la cercanía con el muelle y el valor histórico del entorno son más que suficientes para dotar de contenido comercial a una zona que coge un poco a trasmano de todo pero que se ha convertido en la puerta de la ciudad ante el notable crecimiento de escalas y salidas de cruceros. Como idea -sólo como idea- me parece de lo más acertado que se ha dicho en los últimos tiempos. Ahora bien, empresarios y vecinos de San Carlos confían en el respaldo oficial del Ayuntamiento, de quien esperan «que comparta su entusiasmo y les preste apoyo institucional». Eso es otra cosa, porque ya hablan de hacer un censo de locales, de conocer la situación administrativa de los mismos, de los precios, del acondicionamiento de las bóvedas. en fin. Ya hablan, sin decirlo, de tiempo, que es lo que juega en contra nuestra. Y hablan, de la cruda realidad. Una realidad que está ahí fuera, aunque sea incómoda de ver.

Iniciativas hay para todos los gustos. También se presentaba esta semana la nueva asociación de comerciantes de la ciudad -y van tres, casi más que comercios- que bajo el nombre 'CádizXXI' pretende ofrecer «cercanía, transparencia y trabajo» en una actividad que se ha convertido prácticamente en la única fuente de ingresos y de trabajo -dejando al margen a los funcionarios- para Cádiz. Rondan los cuarenta años, tienen ideas frescas como la de desterrar la división de establecimientos de primera y de segunda, como la de renovar la iluminación, la publicidad, como la de participar en los debates ciudadanos. Tienen ya, pese a su corta vida, bastante asociados, El Taller, Teleluz, Toscana, Arte en Cartón, Abanicos Regla Lorenzo, Druso, Manuel Odriozola, Curiá Grabadores, Mobarí, Cafetería Las Cortes 1812, Fotografía Salva, la Cafetería Mónaco, a los que les mueve la prioridad de luchar por un comercio renovado «con la palabra y la unión». La música suena bien, veremos cómo la interpretan finalmente.

El Carnaval, a las puertas

Estamos en el tramo que va del dicho al hecho. Algo es algo. Mientras se oxida Entrecatedrales y sigue abierto el plazo para las alegaciones al proyecto del muelle del Socorro, Cáritas lanza su propio SOS advirtiendo de que más de ochenta personas viven en nuestra ciudad bajo cartones, sin más sueños que los que les permiten sus pesadillas. Pero están fuera. Y nosotros, estamos a salvo dentro. O eso pensamos.

De momento, tenemos en puertas el Carnaval, una fiesta en la que todo es distinto pero que sigue igual que hace cien años. El Porvenir de Cádiz -uno de tantos periódicos que en 1910 se hacían eco de la situación- decía el 30 de enero «las fiestas del Carnaval constituirán un gravamen para el erario municipal; pero nadie podrá negarnos que a la sombra de ese gravamen se beneficia la industria y el comercio que es el fin que persiguen o deben perseguir los hombres a cuyo cargo corre la administración y el resurgimiento de un pueblo», mientras reseñaba la cantidad de visitantes que recibíamos cada año. «En Cádiz siempre hay dinero para diversiones, y cuando no lo hay, se busca, que para el caso es igual» decía el reportero Antoñito en aquel entonces. Nada nuevo bajo el sol. Tan sólo que el Ayuntamiento de Cádiz ya ha anunciado que colocará ciento veinte retretes por toda la ciudad -llevarán mapas y carteles explicativos, no se preocupen- en los días de máxima tensión carnavalesca. Total, para cagarse, no está mal. Lo que les decía, «tengan cuidado ahí fuera».