Vista exterior del 'cementerio' nuclear de Borssele, con la fórmula de Einstein. Abajo, los silos verticales sellados. :: ZIPI/EFE
Sociedad

El 'cementerio' feliz

Ajeno a la polémica de España, nada es siniestro en el almacén nuclear de Borssele (Holanda)

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Podría decirse que Borssele es el santuario de Lourdes de la energía nuclear para los políticos y gestores del sector, para los encargados de la difícil papeleta de custodiar y poner a buen recaudo los peores residuos de la fisión atómica, el combustible gastado -uranio- y otros desechos de altísima radiactividad. A esta localidad apacible del suroeste de Holanda -22.000 habitantes en toda la comarca- y cercana a la frontera con Bélgica mira con envidia el Gobierno español, embarcado ahora en el proceso de selección de un emplazamiento para instalar un 'cementerio' nuclear, también llamado con más propiedad Almacén Temporal Centralizado. Quiere un ATC calcado a éste, que opera aquí desde 2003.

Borssele es el espejo, el modelo a seguir. Un remanso de paz social, de convivencia apacible con el hecho nuclear, que en Holanda resulta natural, pero que se antoja francamente polémico en España, donde la sola mención de la energía atómica incendia el debate social, político y mediático. Quizá por eso, este municipio de la región de Zeeland se ha convertido en lugar de 'peregrinación' desde que las Cortes optaran en 2004 por la fórmula del ATC como almacén, si no definitivo, sí de larga duración para los residuos nucleares de alta actividad de los diez reactores del parque nuclear español original -ocho operativos, Zorita en desmantelamiento y Vandellós I cerrado en 1989 por un grave incendio-. Aquí teóricamente también dormirán las 97 toneladas de residuos generados por Garoña y que guarda Reino Unido por 34,5 millones de euros, y las 400 que custodia Francia por 40.000 euros al día.

«En los últimos años han pasado por aquí muchos grupos de españoles, unas 500 personas más o menos en total, diría yo», cuenta Hans Codée, presidente-director de Covra, la empresa nacional que gestiona los residuos nucleares en Holanda, algo así como la Enresa local. Grupos de diputados, miembros del Gobierno, periodistas, alcaldes -como el de Yebra, el de Ascó y otros muchos de la Asociación de Municipios en Áreas Nucleares (AMAC)- y vecinos de localidades cercanas a centrales atómicas han desfilado por aquí para aclarar conceptos, copiar modelos y despejar temores, según los casos. «A todos les hemos enseñado absolutamente todo, las instalaciones al completo, porque es la manera de que sepan bien qué es esto, cómo funciona, cómo se controlan los riesgos. Por mucho que lo expliques en un folleto, no es lo mismo», recalca Codée. Ayer, cuando la Coorporación de Ascó (Tarragona) se sumó a la de Yebra (Guadalajara) en la pugna por acoger el futuro ATC español, recorría las instalaciones del 'cementerio' nuclear holandés el secretario de Estado de Energía, Pedro Luis Marín. «Este es el almacén de referencia para el que queremos construir en España. Cien por cien seguro», acotó.

El HABOG -como se conoce al modelo de 'cementerio' de Borssele- es el más moderno que hay en el mundo; un diseño modular, fácilmente adaptable al terreno, que se encoge y amplía en caso de necesidad. Holanda reprocesa el uranio irradiado para reutilizarlo de nuevo como combustible nuclear de su única central activa, ubicada también en Borssele, después de desactivar en 1997 la planta de Dodewaard. En el repositorio duermen los residuos vitrificados de alta actividad -plutonio y otros subproductos del proceso de fisión-, y el combustible de dos reactores experimentales. También se depositan aquí los desechos de baja y media radiactividad, procedentes de centrales, industrias u hospitales, que en España se almacenan en El Cabril (Córdoba).

Huracanes y ataques terroristas

Lo que ven quienes llegan al recinto por primera vez es una especie de nave industrial de color naranja flamígero, en cuya fachada lucen en verde las dos fórmulas 'fundacionales' de la energía nuclear: E=mc2, acuñada por Einstein en 1905 para reflejar la equivalencia entre masa y energía, y la 'constante de Planck', E=hv. Aquí todo es diáfano e impoluto. El metal reluce bruñido. Los responsables de Covra han hecho del HABOG un escaparate de «normalidad». Transparencia es la consigna. Limpieza, claridad y sonrisas profidén. Nada parece siniestro si uno se olvida que bajo sus mismos pies se almacenan en silos verticales toneladas de sustancias radiactivas durante miles de años, capaces de freírle a uno el alma, encofradas en cantidades ingentes de acero y hormigón. Selladas y bien selladas.

Si hay seguridad armada -y la hay, obviamente- no se percibe. Lo que sí le hacen saber a uno es que se encuentra en una instalación a prueba de huracanes con vientos de hasta 125 metros por segundo; de inundaciones de diez metros; terremotos (6,5 grados en la escala Mercali) y del impacto directo de un caza F-16. Tal cual. Catástrofes que tienen «una probabilidad entre un millón de suceder», tranquiliza Codée. También está preparada contra amenazas terroristas, por si alguien se lo pregunta.

La normalidad es tal que hasta la estética tiene cabida. El color exterior es algo deliberado y 'vivo'. Se trata del montaje 'Metamorphosis' del artista local William Verstraeten. Cada 20 años una nueva mano de pintura atenuará la intensidad del naranja hasta convertirlo en blanco en 2103. En esa fecha, tope para la actividad del HABOG, la radiactividad de los residuos habrá decaído tanto que un color caliente como el naranja ya no sería apropiado. Como sea, es la instalación más amable de un entorno bastante agresivo. En apenas unos kilómetros, Borssele cuenta con la central nuclear, el puerto, una planta de fósforo, una fábrica de aluminio y una central térmica de carbón.

El HABOG fue inaugurado en 2003 por la reina Beatriz. Culminó así un proceso que arrancó en 1984 y que difiere del seguido en España. En Holanda fue un comité gubernamental especial el que seleccionó primero doce posibles emplazamientos adecuados para el almacén. El proceso de consultas a los municipios y fuerzas locales llegó después. Quedaron dos candidatos y el otro, próximo a Rotterdam, fue desechado por su cercanía a una refinería potencialmente peligrosa. Al final quedó Borssele. «En un primer momento sí hubo mucho debate, muchas dudas, pero se explicó todo con claridad, se empezó a construir y ya nadie más protestó», rememora el alcalde, el socialista Jaap Gelok.

Antiguo hippy antinuclear, Gelok se emociona aún con 'Easy Rider', pero con los años perdió la melena y su aversión a la energía del átomo. «Antes mi punto de vista era emocional. Hoy está basado en hechos», explica con la fe del converso. «Es una cuestión de responsabilidad», recalca, antes de animar a los munícipes españoles a ofrecerse como sede del futuro 'cementerio'. «Les diría ¡a por él!'». Tan entusiasmado está que anticipa que si finalmente Holanda decide construir una nueva central nuclear «se instalará aquí».