Los concursantes esperan el veredicto en el salón de la casa de Guadalix. :: TELECINCO
Sociedad

El éxito del programa indiscreto

Los espectadores eligen el miércoles al ganador de 'GH', el concurso más popular de la tele

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Hace diez años se vendió como un experimento sociológico. Los psicólogos diseccionaban desde el plató los comportamientos de los concursantes: por qué fulanito lloraba tanto, cómo menganita se había podido enamorar hasta las trancas en cuatro días... Pero hace tiempo que 'Gran Hermano' se vende solo, con sus 'edredoning' -a estas alturas la RAE debería haber aceptado ya el palabro-, sus vueltas de tuerca, sus continuos rifirrafes y unos participantes de lo más variopinto ávidos de fama, dinero o aventura. Quizás de las tres cosas a la vez.

Los críticos de televisión llevan todos estos años despotricando contra este concurso inventado para saciar la curiosidad del voyeur, pero no han convencido a la audiencia, que sigue premiando al incombustible 'reality' de Telecinco con un 'share' más que generoso. En esta edición a punto de finalizar -la próxima semana los espectadores elegirán al ganador entre Pilarita, su hija Saray y Ángel, el favorito en las apuestas on-line- las galas de los jueves no han bajado del 24% de cuota de pantalla. Esto es, casi diez puntos por encima de la media de la cadena, que traducido a espectadores son 3,5 millones. Y eso, en la noche más complicada de la semana -antes con 'Cuéntame' y ahora con 'Águila roja' enfrente-. No son los casi 8 millones que se engancharon en su estreno, pero el dato es excepcional en el complicado panorama televisivo actual y confirma la solidez de un programa que levanta pasiones y odios a partes iguales.

Las mismas pasiones y los mismos odios que animan el día a día del encierro voluntario de un puñado de ciudadanos anónimos hasta entonces -y ya nunca más-, dispuestos a desconectarse por completo del mundo exterior y a ser vigilados día y noche... ¡durante cinco meses! Al otro lado, el público, que juzga y arropa o lincha a su antojo. 'Gran Hermano' es quizás el programa más popular de la televisión. No hay otro que alimente tantos foros, que ocupe tantas conversaciones en la calle y en la oficina y llene tantas horas de tele. Más de ocho a la semana distribuidas en tres programas, sin contar el desfile de concursantes que continúan con sus amoríos, y sobre todo con sus broncas, por los platós y alimentan un negocio al que la cadena no pone cifras pero que se intuye de muchos ceros. No hay tampoco otro país de Europa que haya emitido tantas ediciones como España. «Es un maravilloso récord», comenta orgulloso Jaime Guerra, director de producción, que augura más entregas mientras la audiencia aguante.

Lleva diez años de fidelidad y candidatos para el encierro voluntario no faltan. Esta vez se presentaron 50.000 personas -algún año recibieron hasta 100.000 llamadas-, espoleadas por los suculentos premios, los más cuantiosos de su historia: 350.000, 70.000 y 30.000 euros para los tres del podio. Ahí reside buena parte del éxito de 'Gran Hermano', en el casting. «Buscamos personalidades atrayentes, gente extrovertida...»

-Y polémicos. Este año han expulsado a dos por agresión física y verbal.

-Es cierto, aunque tampoco hubiera pasado más de lo que pasó. Pero no se busca gente polémica, lo que prima es que tengan sentido del humor.

Humor tendrán, pero por lo general acaban a voces. En el último grupo de inquilinos que ha ocupado la casa de Guadalix, uno de los que más gritos ha cruzado es Arturo, el ex militar guipuzcoano de 33 años apodado 'el delfín' y 'pito duro'. Está todo dicho. En este programa las cosas del querer son las que importan. «Arturo ha sido un personaje interesante, pero también Indhira, que nos ha mostrado abiertamente cómo se sentía. Este año ha habido mucho sentimiento, los participantes han vivido una auténtica montaña rusa emocional. Creo que por eso ha gustado tanto».

«Si por mí fuera, ibas a ir servido»

Dice Guerra que más allá de atinar mejor o peor con los concursantes y de que éstos se enamoren o se peleen más o menos, la verdadera clave de este programa que no acusa desgaste es «el propio encierro». «La falta de comunicación con el exterior durante tanto tiempo les lleva a hacerse enseguida una piña y también a vivir las situaciones de manera muy intensa, lo que tiene mucho gancho».

Y eso que, diez años después, novedad hay poca. Para el director de producción, «lo importante a estas alturas es ser capaces de sorprender a los concursantes, que ya vienen con el programa muy visto y con las estrategias y esquemas hechos. Hay que desbaratárselos». El último experimento ha sido meter juntas sin saberlo ellas a una madre y a una hija -«se presentó Saray y nos gustó también Pilarita porque tienen una relación muy divertida, no son la típica madre e hija»-, a un matrimonio, a un transexual que ocultó su condición a sus compañeros... «Hay gente que nunca ha podido mostrarse cómo es y aquí pueden hacerlo».

Igual de bien o mejor que la elección de los concursantes le ha salido a Telecinco el fichaje de Mercedes Milá para un programa tan arriesgado como éste. La periodista catalana ha presentado diez de las once ediciones -la otra quedó en manos de Pepe Navarro- y «cada año está mejor», a juicio de Guerra. «Es extraordinaria, sin duda es la gran baza». No opinan así los que han criticado sus 'fobias' hacia algunos concursantes, que han derivado en tensas situaciones en plató. «Tu actitud me sigue pareciendo repugnante, como muchas cosas tuyas en la casa que me he callado porque no me queda más remedio, porque si por mí fuera ibas a ir tú servido», le espetó Milá al controvertido Arturo en una de las galas recientes.

Reconoce la periodista en su blog que es «una persona muy apasionada» y que tiene «mucho peligro» cuando se pone a definir los comportamientos de los demás. «Pero mi trabajo requiere pringarse, no puedo callarme siempre lo que pienso, aunque ya no sé cómo decir que no tengo favorito». El favorito lo decidirá el público en el 'prime time' del próximo miércoles.