Cartas

Emperador y empresario

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Cuentan las crónicas que allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo, los astilleros gaditanos vivieron un brote de lucha obrera.

Parece que los que la provocaron fue un grupúsculo de agitadores, sindicalistas liberados a sueldo, curitas obreritos -ya ni curas ni obreros- y algunos ideólogos trasnochados del dogma de la denominada lucha de clases en el que ya no creen ni los propios sociatas de la famélica legión. Entre éstos, el más destacado, nuestro emperador de la copla Francisco José.

Un amigo común, empresario del taxi y currante del volante, siempre lo recuerda, en aquellos años gloriosos, caminando lentamente, en el dique, con la cruz, perdón, la manguera al hombro y un libro de Machado en la mano, hacia el pañol.

Pasó algún tiempo y el ideólogo/agitador devino empresario.

Con el pegotito que consiguió de sordo, montó su propia empresa, se pasó a la hostelería y abrió un bar de copas y coplas. Hoy, jubilata como un servidor, predica por tierra, mar y aire, en los medios escritos y audiovisuales.

Por eso tengo mucho interés en que se publique esta carta. Sé que él la leería. Cuando algunos están deseando que deje de ser ecónomo, oiko-nomos, la cura y el cuidado de su casa, el servicio, ministerio, de treinta y cinco largos años.

No soy tan optimista como tú, amigo Paco. «Dentro de cuarenta o cincuenta años, sólo Dios mandará en nosotros». Un abrazo, emperador.