MUNDO

Un nuevo hogar a catorce kilómetros

La ONU construye a contrarreloj el primer campamento para los desplazados haitianosEste primer asentamiento dará paso a cinco más para acoger al millón y medio de personas sin hogar

PUERTO PRÍNCIPE. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Si se sigue la camioneta 'tap-tap' de la 'Paciencia' que hace de transporte público por la carretera de Boukanbro y se pasa el bar de la 'Tranquilidad' y el taller de la 'Perseverancia', se llega a Village de Antilles, donde ocho soldados brasileños devoraban ayer su almuerzo entre las excavadoras.

La Organización Mundial de Migración (OIM, por sus siglas en inglés) que trabaja con el Gobierno haitiano para levantar el primer campamento oficial de damnificados no quiere compartir aún la ubicación exacta del asentamiento de La Croix des Bouquets, donde su alcalde, Darius Jean Saintage, admitía ayer haber sido dejado en la oscuridad. «Tenemos sitio, lo que nos falta es infraestructura», contó mientras se limpiaba el sudor en un despacho polvoriento frente a una iglesia de colores. «Si la construyen y meten tuberías, yo creo que la gente será bien aceptada».

En este suburbio a catorce kilómetros al norte de Puerto Príncipe el terremoto del día 12 no ha cambiado el paisaje a dentelladas, como en el centro de Puerto Príncipe

Para Lovely Etienne, la niña de 13 años que cuida de sus hermanos y primos en el descampado de las Antilles, la única diferencia es que ya no va a la escuela, donde se han resquebrajado los muros. «Sobrevivimos por la gracia de Dios y las raciones que nos dan de vez en cuando los militares de la ONU», cuenta con voz dulce y una tímida sonrisa.

A esas horas el grupo de niños entre 6 y 13 años es la única audiencia de los soldados brasileños, que no hablan inglés, francés ni español, mucho menos creole, como suele pasar en esta torre de Babel que ha montado la comunidad internacional en Haití. Aunque el viento levanta nubes de polvo y hay cactus al otro lado de la carretera, no será para siempre un hogar de refugiados en el desierto, sino que se plantarán tiendas en diez hectáreas y se dará trabajo a sus habitantes en la construcción de viviendas que se levantarán en las otras treinta. La idea de comida por trabajo que promueve el Programa Mundial de Alimentación se reforzará con la gratificación de construir sus propias casas, siempre pensando en preservar la enorme dignidad del pueblo haitiano.

La que demuestra Lovely con su porte erguido y la cabeza alta al aceptar sin prisa una botella de agua que reparte entre los niños sedientos, y diez dólares (7 euros). No se puede dar limosna en Haití sin miedo a que se arme un tumulto de necesitados que acabe engullendo la mano generosa, pero en Village de las Antilles no hay más que unos niños sin padre y el ruido de un helicóptero que sobrevuela el futuro asentamiento. El único quejido es el de las bisagras chirriantes de esas atracciones de feria abandonadas que mece el viento con una risotada surrealista.

El de La Croix des Bouquets pretende ser el modelo de las seis ciudades campamento con las que se intentará desactivar la crisis humanitaria que tiene a aproximadamente 1,5 millones de personas en la calle. Originalmente se hablaba de que este primer emplazamiento albergaría a 100.000 personas, pero la cifra se ha ido bajando «porque resultaría inmanejable», explica Niurka Piñero, portavoz de la IOM.

El parque más orgulloso

Piñero no quiere pillarse los dedos con una fecha que llene de risas la fantasmagórica aldea que nunca tuvo habitantes, pero el Gobierno haitiano quiere empezar a mudar a la gente en autobuses dentro de diez días. Cientos de miles de personas que se han quedado con lo puesto han improvisado la vida bajo plásticos y sábanas en más de doscientos parques o descampados ocupados a lo largo de la ciudad.

Uno, en particular, ha resultado especialmente inmanejable para las agencias internacionales, el de Champs de Mars, frente al malogrado palacio presidencial. Son tantos los hacinados en el que otrora fuera el parque más orgulloso de la capital que cada vez que llega un camión de ayuda se tiene que ir sin repartir su carga, por mucha seguridad que lo escolte.

No se sabe aún quiénes serán los elegidos para el primer campamento que pondrá ropa limpia, comida y trabajo en las manos de unos cuantos de miles, sólo que «se priorizará» de acuerdo a las necesidades. Es el fin de la respuesta de emergencia y el principio de la reconstrucción en un país donde el futuro va pintado de colores con frases lapidarias en las camionetas 'tap-tap'. 'Confianza, este es tu destino', sentencia otro que cruza Le Croix de Bouquets.